NARRA SAMANTA
- Papá. Bien, ¿vosotros? Sí, sí, estamos bien – me miró – Sí está aquí conmigo, estamos bien. No nos ha pasado nada. Sí, estamos en ello. No te preocupes, papá – suspiró - ¿Mamá cómo está? – comenzó a morderse el labio inferior - ¿Está ingresada? ¿Pero qué tiene? No es tu culpa, papá. Hiciste lo que creíste que era mejor – tomó aire pasándose la mano por el pelo - ¿Crees que llega a mañana? – en ese momento me levanté de la cama para coger ropa y vestirnos – Cinco días – asintió suspirando – Mañana vamos para allá, ahora compro los billetes. No, no, tú quédate con ella; nosotras nos ocupamos del resto, ¿vale? Mañana estamos allí. Sí. Y yo a ti, papá. Adiós, adiós.
Colgó y se quedó mirando fijamente la pantalla de su iPhone. Tras vestirme, me senté frente a ella y le di la ropa.
- ¿Ya?
- Ya – asintió soltando dos lágrimas – Se mareó en casa, pero como se le pasó en seguida; mi padre creyó que no era importante. Pero por la noche tenía cuarenta de fiebre, así que la llevó al hospital – tomó aire vistiéndose – Es cuestión de horas. Puede morir en una hora o en siete días; pero no más de eso. Así que mañana nos vamos.
- Ven – la abracé - ¿Por qué no te vas hoy y yo acabo aquí?
- Ni de coña.
- Puedo...
- Sé que puedes hacerlo sola – me miró – Pero no voy a ir a ver cómo mi madre se muere mientras te dejo a ti aquí, sola, sin refuerzos y con el punto de mira en la espalda. Mañana nos vamos, las dos. Pero no te voy a dejar sola.
No iba a cambiar de idea y lo sabíamos las dos, por eso tampoco insistí mucho. Una vez que ambas terminamos de asearnos, abrimos el maletín que había llegado. Una nota de Jaime estaba sobre el ordenador que había dentro: Sabes cómo funciona esto, Jessica. Confío en ti.
- Y por estas cosas es mi mejor amigo – dijo Jessica guardándose la nota - ¿Sabes lo qué es esto?
- ¿Un ordenador?
- Para todo el mundo, sí. En casos difícil, donde los recursos policiales escasean, hay que pedir ayuda – comenzó a explicar encendiendo el ordenador – Esto le ha costado a Jaime una bajada de pantalones y mil explicaciones. Y sí, es un ordenador, pero...
Me señaló la pantalla, pero estaba completamente en negro. Hasta que dos segundos después, cuatro ventanas con letras verdes se abrieron. Y una pequeña pestaña en todo el medio. Jessica introdujo algo y automáticamente el logo del CNI se dibujó en la pantalla.
- ¿Es...?
- Del CNI, sí. Son pequeños ordenadores de viaje. Es como si estuviéramos en comisaría con los nuestros; pero mil veces más rápidos y con el doble de información, claro – me miró – No hace falta que te diga que esto no lo has visto en tu vida, ¿verdad?
- Confidencial – asentí - ¿Puedo...?
- Puedes – sonrió comprendiendo que para mí era como un juguete nuevo – De hecho, ten – me dio los carnés que conseguimos el día anterior – Búscalos, y cuando tengas sus fichas; ponte con lo de HBO – asentí – Voy a ver que tiene Memo para mí como para llamarme tantas veces.
Jessica siempre decía que mi trabajo era igual que el suyo, pero esa mañana supe que desde luego no lo era. No había visto algo igual, de hecho el CNI para mi era ese ente que estaba ahí presente, pero nadie veía. Ni siquiera sabía que eso se podía hacer, ni que aparatos como esos se podían conseguir y sobre todo, usar.
Me senté en la cama con el ordenador en mis muslos y tecleé en el programa que había abierto el nombre del primero. Cero coma cinco milésimas de segundos fue lo que tardó el aparato en enseñarme la foto del conductor del coche que el día anterior nos había arrollado por detrás. Miguel Caballero, cuarenta y cinco años, casado y en paro. Empadronado en la ciudad desde los veinte y con breves trabajos de no más de un año de antigüedad. Figuraba como socio del Atlético de Madrid y de la peña Futboleros de la costa. Minimicé el cuadro con sus datos y metí el nombre del conductor del todoterreno, el primero con el que habíamos chocado. Amador Montero, treinta años, en paro y soltero. Empadronado en la ciudad desde nacimiento y sin ningún historial de trabajo. Solo figuraba su ficha del colegio Andrés Torrejón, pero nada de estudios secundarios. Socios de la peña Futboleros de la costa.
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Miradas de pasión.
Aktuelle LiteraturJessica y Samanta deciden tomar unas vacaciones con el fin de salvar su relación, en crisis por las continuas ausencias de la inspectora. Sin embargo, verán sus vidas en peligro, haciendo que su unión de un giro de ciento ochenta grados. (Segunda pa...