NARRA JESSICA
La llamada de mi padre ante la recaída de mi madre me había dejado preocupada, bastante a decir verdad. Pero agradecí tener a Samanta a mi lado, pues no me dejó pensarlo más de dos segundos. Se dedicó a hacerme caricias, a besarme y, sobre todo, a darme ese refugio que en ese momento necesitaba.
- Ahora son más claros. Siguen siendo negros, pero cambian ligeramente – sonrió – Pero solo conmigo.
- Quizás porque con la única persona que quiero estar es contigo.
Su sonrisa fue hermosa, lo mejor que mis ojos podían ver. Estábamos en la cama, no nos habíamos movido desde esta mañana que nos despertamos; mi cabeza estaba apoyada en su brazo izquierdo, mientras que su mano derecha me acariciaba constantemente la parte del cuerpo que alcanzaba, aunque dónde más tiempo se pasaba era en mi mejilla. Yo la tenía abrazada por la cintura; dejando un espacio de apenas un milímetro entre las dos.
- Me encanta cuando te pones así de cursi – me apartó un mechón de la cara – Si todo el mundo pudiera ver lo que veo yo, estoy segura que nadie te odiaría.
- No le puedo caer bien a todo el mundo.
- Pero tienes demasiados enemigos – negó – Ojalá te dejaras ver así más a menudo – me acarició la nariz – Eres tan hermosa... - susurré.
- Eso es porque no te has visto a ti.
- No, soy guapa y lo sé – sonrió mirándome a los ojos – Pero es que lo tuyo es otro nivel.
Me moví colocando la mitad de mi cuerpo sobre el suyo, escondí mi rostro en su cuello después de dejar dos besos, uno en su mejilla y otro en el cuello. En seguida sus brazos pasaron por mi espalda y ella, me dejó otro en el hombro.
- Te quiero – susurré – Y no te haces una idea de cuánto.
- Me conformo con que sea una cuarta parte de lo que te quiero yo a ti.
Nunca me imaginé que cuando tuviera pareja, iba a ser tan jodidamente empalagosa; porque generalmente me comportaba al revés. Pero una vez que había estado con Samanta así, solas, sin preocupaciones más allá de admirar a la otra, juntas, y dedicando toda mi atención a ella... No concebía otra forma de vida más allá de ella. Fue en ese momento, estando entre sus brazos, cuando decidí que no le daría más vueltas; me quedaría quieta en la comisaría y quieta en casa. No quería perderla, no cuando me había dado la paz que hasta ese momento, nunca había tenido.
- ¿Te ves formando una familia? – pregunté apoyando mi cabeza en mi mano para mirar a Samanta de frente.
- No sé... Sí, supongo que sí. Pero no ahora. ¿Por qué?
- Me lo preguntó mi madre cuando le conté que no estábamos del todo bien – me acomodé sobre ella – Y su pregunta fue si me veía formando una familia contigo. Si la respuesta era afirmativa, debía pensar en mis prioridades.
- ¿Y qué contestaste?
- Que nunca lo había pensado; pero que sí. Tengo treinta y siete años y un instinto maternal más apagado que el de la bruja de Blancanieves... Pero aún así, no me importaría.
- ¿Quieres formar una familia conmigo?
- Si me gustaría... En unos años.
Se quedó callada, apartándome el pelo de la cara y llevándolo detrás de mi oreja; pero la conocía de sobra como para saber que estaba pensando en algo, y que tenía relación con la conversación que estábamos teniendo.
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Miradas de pasión.
Ficción GeneralJessica y Samanta deciden tomar unas vacaciones con el fin de salvar su relación, en crisis por las continuas ausencias de la inspectora. Sin embargo, verán sus vidas en peligro, haciendo que su unión de un giro de ciento ochenta grados. (Segunda pa...