NARRA JESSICA
Me arrodillé entre las piernas de Samanta, ella se mantenía sentada en la cama, con los codos apoyados en sus muslos y la cabeza agachada. Me había duchado y había hablado con Jaime sobre los planes que teníamos para cerrar el caso de una vez; pero en todo ese tiempo, ella no se había movido. Se sentía culpable y me jodía un montón verla de esa manera.
- No es tu culpa, amor – pero ella negó – Tu padre ya pensaba así antes de nacer tú.
- Pero si yo no le hubiese dicho nada...
- ¿Y habrías estado toda la vida encerrada? – pregunté – Decidiste ser libre, tomaste la decisión correcta. La culpa solo es de él, no tuya.
Pero ella no contestó; y por un momento dudé qué hacer, si dejarla sola o estar con ella. En ese aspecto sabía que nos faltaba mucho, al menos a mí, no sabía cómo actuar con ella. Me jodía admitirlo, pero no conocía tanto a Samanta como me gustaría.
Agradecí que a ella tampoco es que la importara decirme las cosas; pues me iba a levantar, tomando la decisión de dejarla sola, cuando ella me agarró el brazo. Volví a caer al suelo de rodillas y antes de estabilizarme, me abrazó. Como pude, me acomodé para sostenerla.
- ¿Me investigarías? – preguntó en un susurro – Como Jenkins...
- No – la miré – Tu nombre saldría en la investigación, pero nunca como culpable o cómplice. Eres el desencadenante, eso no te lo puedo negar; pero no es sinónimo de culpable – asintió - ¿Lo entiendes? – volvió a asentir – No tengo ningún problema en que te quedes aquí, todo lo contrario.
- No – dijo con la voz algo ronca – No te voy a dejar sola ahora – tomó aire - ¿Qué has pensado?
- Primero vamos a por el oficial, es el que más riesgo de fuga tiene en cuánto nos vea venir. Mientras, hacemos tiempo a que venga la caballería que le he pedido a Jaime para el arresto de tu padre y el registro del bar que aparece como sede de la peña – ella asintió – Viene una detención y por lo que me han dicho, eres la mejor de la comisaría – sonrió tímidamente - ¿Te animas?
- A una detención siempre – me dio un beso en la mejilla – Buen intento por animarme.
- ¿Lo he conseguido?
- Un poquito – asintió sonriendo.
Un último beso fue lo suficiente para ponernos en marcha.
Lo había acordado todo con Jaime. Él mismo llamaría al comisario de la ciudad, dado que yo me negaba a tener que explicarle todo el proceso; odiaba perder el tiempo con aquellos hombres que lo único que les preocupaba era su sillón y no lo que tenían alrededor.
Todo eso cambió cuando Jaime me llamó mientras yo iba conduciendo el tercer coche de alquiler, el oficial no había ido a trabajar, al parecer ese día no le tocaba. Así que tuvimos que dar media vuelta, poner el gps y dirigirnos a la dirección que el propio jefe de policía nos proporcionó.
Justo al otro lado del paseo marítimo, donde los restaurantes para turistas acababan; aparcamos. El portal de Rodrigo daba al mar, una vista espléndida del océano y a tan solo diez minutos de la comisaría.
- Jess.
Miré a Samanta, pero en seguida me indicó que mirara al frente. Lo hice, encontrándome con Rodrigo de frente, pero en cuanto lo identifiqué; tanto él como Samanta salieron corriendo. Automáticamente los tres corríamos en una misma dirección; el lado contrario a la playa.
Calles estrechas, donde solo había un carril para la circulación, pero dos hileras de coches a cada lado para aparcar. Edificios de al menos, diez plantas; y calles por las que no acababa de anticipar si los coches venían por la derecha o por la izquierda.
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Miradas de pasión.
Ficción GeneralJessica y Samanta deciden tomar unas vacaciones con el fin de salvar su relación, en crisis por las continuas ausencias de la inspectora. Sin embargo, verán sus vidas en peligro, haciendo que su unión de un giro de ciento ochenta grados. (Segunda pa...