NARRA JESSICA
La pared de nuestra habitación se había convertido en mi pizarra. Las fotos de las víctimas, sus nombres, sus hijos, la forma de morir, el año de boda o de pareja de hecho; la pintada, tanto del coche como de la furgoneta, y algún que otro detalle más, que en un principio, no me resultaba necesario. Me quedé en la cama divisando todo desde una perspectiva mejor; pero no lograba pensar con claridad. No teníamos un camino por donde empezar. Las asociaciones y los clubs habían acabado en nada, del dueño del bar no teníamos ningún indicio para sospechar de él, aunque estaba vigilado; y por supuesto, no había huellas en ningún lado. Las cámaras de seguridad habían detectado a la furgoneta, pero no tenía matrícula y no se divisaba a nadie... En resumen, estábamos en un punto muerto. Lo único bueno, había sido saber la identidad de los últimos atacantes.
De pronto y abruptamente, la puerta se abrió. Samanta entró corriendo y fue directa a por el portátil.
- No es de la biblia – dijo entrecortadamente – La frase, no es de la biblia.
- Pero si estaba en...
- O sea, sí. La han sacado de la biblia, pero hay otro camino – me miró – Es igual de rebuscado que todo, pero puede valer.
- Busca – asentí.
Me puse tras ella viendo como abría el internet y tecleaba la palabra HBO. Después, metió un correo y una contraseña. Ni siquiera sabía que tenía cuenta de esa plataforma; pensaba que solo tenía de Netflix.
- Hace un mes o así me acabé una serie nueva – comenzó a explicarme – De hecho, fue la que estaba viendo cuando me llamaste y te dije que esperases dos minutos porque iba a acabar un capítulo – asentí recordando el cabreo que me cogí – Aquí está – abrió una pestaña – El cuento de la criada.
Buscó en el primer capítulo algo, movió el tiempo yendo prácticamente al final y entonces lo escuché. La misma frase que había en la furgoneta, estaba siendo narrada por unos de los actores de la serie. Comprobé que era la misma; y sí, tal cual.
- No es a ciencia cierta que venga de aquí – explicó – Pero podemos mirar la suscripciones a HBO en la ciudad y ver quién ha visto la serie – la miré – Es un poco rebuscado pero, es algo.
- Me parece bien – asentí – Pero lo hacemos mañana, que estoy realmente cansada – Samanta asintió conforme - ¿Y la cena?
- Ahora la traen – cerró el ordenador - ¿Te encuentras mejor?
Me encontraba algo mareada y bastante cansada. Realmente, ni siquiera me había dado cuenta de mis heridas; solo supe reaccionar de una manera, salir de allí, vivas. La adrenalina había podido por encima del dolor y de los síntomas, y no fue hasta relajarme en la habitación, cuando todo empezó a ir mal.
Me tumbé en la cama, esperando a la cena. Samanta hizo algo en el baño, pero después se tumbó a mi lado. Estaba literalmente agotada, y sinónimo de eso fue que rodeada por sus brazos y tras un beso en la mejilla, caí rendida. Me quedé dormida, sin esperar a la cena ni a nada más.
- Amor – susurró Samanta dándome un beso – Despierta – me moví hacia ella – No remolonees tanto anda – me dio otro beso – Vamos a cenar, luego sigues durmiendo.
- ¿Qué hay de cena? – pregunté con los ojos cerrados.
- Hamburguesa – la miré – Sé que no te gusta, pero necesitas algo fuerte para el estómago. Llevas demasiado ejercicio para lo poco que has comido – me acarició la cabeza – Te prometo que será solo hoy.
- Eso dices siempre que compras pizza – bostecé - A ver – suspiré sentándome en la cama – Dame la bomba calórica.
No, no me gustaba. Gruñía y protestaba siempre que Samanta se dedicaba a comprar comida basura para aligerar el proceso de cocinar. No me gustaba porque me cuidaba, y comer eso, suponía hacer más ejercicio. No estaba obsesionada, la diferencia es que si luego quería correr tres horas detrás de alguien, me tocaba medir todo a rajatabla.
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Miradas de pasión.
Ficção GeralJessica y Samanta deciden tomar unas vacaciones con el fin de salvar su relación, en crisis por las continuas ausencias de la inspectora. Sin embargo, verán sus vidas en peligro, haciendo que su unión de un giro de ciento ochenta grados. (Segunda pa...