NARRA SAMANTA
Pese al calor que hacía fuera, la casa se notaba ligeramente fría. Más de dos semana fuera, siendo los últimos cuatro días, una auténtica agonía. Jessica seguía apagada y dejar a su padre solo, en aquella casa con tantos recuerdos, no le había ayudado en nada. Durante el camino de regreso no había dicho nada y yo tampoco la había obligado. Hasta yo sentía que me faltaba algo; sin duda alguna, el vacío que Anabel nos había dejado, no se llenaría tan fácilmente de nuevo.
Abrí todas las ventanas y justo cuando ponía la maleta en la cama para deshacerla, vi como Jessica se sentaba en el sofá marcando por teléfono. Supongo que era hora de contestar las doscientas llamadas que tenía de Jaime.
- Hola – contestó con ese tono de voz desgastado que llevaba arrastrando días – Te puedes imaginar – se pasó la mano por el pelo – No, creo que es mejor que me reincorpore ya, necesito distraerme de una vez. Respecto a eso, sí, lo he estado pensado – suspiró – Me quedo en mi comisaría, solo me desplazaré para casos de nivel tres. Si quieres a primera hora y así voy luego ya a ver qué trabajo hay. Vale. No, no tengo muchas ganas de hablar ahora. Lo sé, lo sé y sabes que te lo agradezco. Hasta mañana, Jaime.
Colgó, tiró el móvil sobre la mesa y se quedó sentada con las manos tapándose su rostro. Yo seguí sacando la ropa, pues había que poner como ocho lavadoras. Habían sido cuatro noches en las que llorar sobre mi hombro era su realidad, pero por el día se transformaba. Estaba más distante, más ausente y mucho más fría. En todos los aspectos. Yo no la culpaba, Jessica no estaba bien y las dos lo sabíamos. El problema es que nunca la había visto así y hasta dudaba de cómo actuar. Su padre me lo había dejado claro: ten mucha paciencia estos días y déjala su espacio. Eso era lo que más hacía. No la hablaba para sacar un tema porque sí, ni siquiera la abrazaba si ella no me lo pedía; yo intentaba que ella procesara su dolor como quisiera.
- ¿Está bien para reincorporarse?
- No, no está bien.
- ¿Entonces qué hago?
- Necesita tiempo, Jaime. Quizás hablar con un psicólogo o algo... No puede trabajar así.
- Vale. Mañana te doy el teléfono del mejor psicólogo de la ciudad. ¿Tú cómo estás?
- Yo estoy bien, intentando estar ahí para ella.
- Ánimo. Si necesitas cualquier cosa, llámame a este teléfono.
- Lo haré.
Fue al salir del baño, tras dejar colocadas nuestras cosas de aseo personal, cuando me encontré a Jessica de pie, frente a nuestra maleta y leyendo la carta que su madre me había dejado. La había guardado entre mis camisetas dado que tampoco iba a imaginar que ella se pondría a buscar algo entre esas cosas. Pensé en quitársela, dado que en teoría ella no podía leerla, pero era demasiado tarde y no quería tampoco una bronca por desconfianza.
- ¿Sabes lo peor? – preguntó con la voz temblorosa – Que nunca me dijo nada – le quité la carta – Le prometí muchas veces ir a verla, y acabé cancelando todo. Es increíble como puedo abandonar a la gente que me importa solo por un puto puesto en la policía.
- No abandonas a la gente.
- ¿Hace dos semanas pensabas lo mismo? – me miró – Porque las dos sabemos que no – asentí agachando la cabeza – Lo siento – susurró – Lo siento es solo que...
- Te duele, y lo entiendo. Pero tu madre no estaba enfadada contigo, cielo; al contrario – agarré sus manos – Verte crecer era como su propio logro. No le importaba que no fueras, lo único que la preocupaba era que estuvieras en peligro; pero aún ella, siendo tu madre, sabía que no eres tan fácil.
- Pero tenía que haber hecho todo de otra manera.
- Ven – la abracé – Eres así, tienes ambición. Y te aseguro que ella no pensaba que la habías abandonado.
- ¿Y tú? – me miró - ¿Lo pensaste?
Y de pronto se me abrieron dos caminos. El de decir que no y mentirle, pero traicionar la base de nuestra relación que era la confianza y la sinceridad; y por otra, decir la verdad, pero iba a ser clavarle otro puñal en el peor momento para ella. Aún así, no podía traicionarme, ni a mí, ni a ella; por ello, asentí levemente. Jessica se separó por un instante, se limpió las lágrimas y volvió a leer la carta. Yo ni siquiera sabía qué hacer en ese momento.
- No voy a cometer el mismo error dos veces – dijo de pronto – Hablé con mi padre y le conté lo que habíamos hablado de nuestro compromiso – sacó una caja – Entonces me dio esto – lo abrió dejándome ver dos anillos bañados en plata – Al parecer mi madre los compró hace tiempo, imaginando que algún día me casaría – los sacó y tiró la cajita en la cama – Aunque tú digas que no y aunque ella lo negaría por activa y por pasiva; sé que cuando cancelé las cosas, la decepcioné e incluso lamentó no verme. Esa siempre ha sido la espina de mi madre, no verme – tomó aire – No quiero que ocurra lo mismo contigo, Samanta – me agarró la mano – Quiero que sepas que estoy contigo, que eres lo más importante en mi vida y... - tragó saliva empezando a llorar – Bajo ningún concepto – me miró derramando la primera lágrima – No quiero perderte – me puso el anillo.
En seguida le quité yo el otro y se lo puse a ella, para después, abrazarla con fuerza; como llevaba haciendo todos esos días.
- No me vas a perder, señora de Ruiz – soltó una leve carcajada – Te quiero – susurré en su oído – Con tus defectos y tus virtudes. Te quiero y siempre, siempre, voy a estar contigo.
¿Sabíamos si funcionaríamos? No. Pero nos queríamos y no había acto más sincero, que aquel. Nos besamos sin fuerza, pero con pasión y amor. Ella no me quería perder pero es que yo quería seguir con ella. Jessica y yo no solo estábamos prometidas, sino que para toda mi vida, ella iba a ser mi mujer y de eso no tenía ninguna duda.
- Te quiero – susurró entre mis labios – Te quiero.
Así acaba 'Miradas de Pasión'. Un placer acercar esta historia; espero que, si habéis llegado hasta aquí, os haya gustado. Nos seguimos leyendo.
-KBex-
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Miradas de pasión.
Genel KurguJessica y Samanta deciden tomar unas vacaciones con el fin de salvar su relación, en crisis por las continuas ausencias de la inspectora. Sin embargo, verán sus vidas en peligro, haciendo que su unión de un giro de ciento ochenta grados. (Segunda pa...