Entonces la vi, con las manos levantadas a la altura de su cabeza y una sonrisa en la cara. Jessica estaba en casa.
- Me cago en la puta – susurré - ¿Qué haces aquí y a oscuras?
- Quería darte una sorpresa, pero has llegado antes de lo que esperaba – se acercó - ¿Tan enfadada estás como para no bajar el arma?
La bajé en cuánto lo preguntó. Terminó por acercarse hasta estar a apenas un milímetro de mí y yo no sabía qué pensar. Seguía algo sorprendida por su presencia un día antes del que en teoría iba a llegar; pero era eso. Jessica estaba en casa, antes de cerrar un caso en el que debería de estar trabajando.
- ¿Puedo besarte o me vas a gritar?
Agarré sus mejillas y la besé. Podría estar enfadada con ella, pero en mí siempre iba a ganar echarla de menos. Quería hablar detenidamente de todo, de nosotras, de lo que estábamos pasando y de nuestro futuro. Pero no en ese momento.
Veinticuatro días sin ella habían sido demasiados; y ambas lo sabíamos. Nos besamos con calma hasta quedarnos sin aire, hasta que nuestros pulmones nos ardieron. En su mirada pude denotar su miedo a que me fuera, a que parara todo. Jessica entendía que no estábamos bien; por eso estaba ahí, y lo supe en ese momento. Supe que había llamado a Jaime, le había pedido venir y todo por nosotras. Quizás tampoco estaba siendo justa con ella... No lo sabía.
Me quitó la camiseta con cuidado justo después de haber tirado mi sobaquera al suelo. Le desabroché el pantalón, pero me agarró las manos impidiéndome bajárselos.
- No – susurró – Esta noche es tuya – me empujó levemente hacia la cama – No quiero que hagas nada.
- Pero...
- No – volvió a decir – He apagado el móvil. Lo que queda de tarde y de noche, hasta que te duermas; es solo para ti – me acarició la mejilla – Y quiero que sientas lo que yo siento, Sam; que eres lo más importante en mi vida.
- Al menos quítate la ropa, ¿sí?
Me sonrió de esa manera que amaba tanto. Me tumbó en la cama, pero me apoyé en los codos cuando la vi desvestirse. Primero por arriba y segundo por abajo. Nunca podré describir lo que sentía cuando la admiraba físicamente; era como admirar una diosa mortal, única en su especie.
Me quitó los pantalones con el mismo cuidado que la camiseta. Regresó a mis labios con una pasión que pocas veces había sentido en ella; Jessica estaba irreconocible para mí, y aunque me daba miedo sentirla así, no podía negar que quería que me demostrara que la importaba. Necesita que ella me dijera, a su manera, que estaba conmigo y que era lo único que quería hacer.
Agarré su cabeza cuando me mordió ligeramente el cuello. Ella me quitó el sujetador y después, llevó mis manos a la altura de mi cabeza. Entrelazó nuestros dedos con fuerza, aunque ya no sabía si la que agarraba era ella o era yo. Su boca llegó a mis pechos y en seguida sentí su saliva en mi pezón derecho. La respiración de Jessica era calmada y fría, pero su saliva caliente. Me moví bajo ella cuando atrapó ligeramente el pezón entre sus dientes. Fue inútil intentar mover mis manos, no pude porque no me dejó.
Tras entretenerse, repitió el mismo proceso en el izquierdo; sintiendo cómo a la vez que ella dejaba su saliva en mis pechos, yo me quedaba sin ella en la boca. Por un momento pensé que seguiría con sus besos por mi abdomen; pero regresó a mi boca. Volvió a besarme de la misma manera, la diferencia es que duró bastante menos. Sus manos soltaron las mías, y se deslizaron con suavidad desde mis muñecas hasta mi vientre; pasando por las axilas, los pechos y los costados. Mi vello se erizó al sentir la delicadeza de sus dedos; al mismo tiempo que sus dientes propiciaban una ligera mordida en mi lengua.
Mis manos se posaron en sus muslos en cuanto sentí como introducía su mano bajo mis bragas. Abrí los ojos al darme cuenta que yo a Jessica no la esperaba ese día; había hecho los cálculos oportunos para estar lista al día siguiente, pero no esa noche. Y fue al introducir mi mano cuando sentí sus dedos rozar mi vello púbico. Los abrí porque por un momento me preocupé de que no pudiera gustarle; pero ella mantenía los ojos clavados en los míos con una sonrisa hermosa.
- Ya veo que no esperabas visita – susurró.
- ¿Te molesta?
- Claro que no – me mordió la oreja – Relájate.
Tragué la escasa saliva que a mi boca la quedaba en cuanto sus dedos acariciaron mi centro. Cerré los ojos de nuevo recibiendo los labios de Jessica, que volvió a besarme. No me preocupé, no cuando a ella se la veía tan segura en lo que hacía.
Dejó sus labios en continuo contacto con los míos, incluso cuando mis gemidos empezaron a ser incontrolables. No supe si era por ella, por el deseo que me trasmitía, por los más de veinte días sin sexo o por qué... Pero esa noche, todo me estaba resultando el doble de intenso.
Agarré con fuerza su brazo izquierdo cuando introdujo en mí el tercer dedo, mientras que son la palma se dedicaba a rozar donde ella sabía que debía darme. No subió el ritmo, sus movimientos eran constantes, intensos pero lentos; lo suficiente como para hacerme sentir el doble.
Mi cadera chocó con la suya varias veces, dejando su brazo entre ambas. Yo estaba en un punto de no retorno. No podía casi respirar, mis piernas se movían por órdenes que desde luego no parecía mandar mi cerebro, el vello lo tenía de erizado completamente y sentía mi cuerpo el triple de caliente de lo que acostumbraba. Jessica tuvo que atrapar mi pierna bajo la suya debido a que era incapaz de controlarme.
- Abre los ojos.
Obedecí. Estaba justo sobre mí, mirándome con atención. Se separó unos milímetros, distancia que, en ese momento, me pareció un abismo. Y entonces lo sentimos las dos. Un gran escalofrío recorrió mi cuerpo de los pies a la cabeza, acompañado de tres gemidos interrumpidos por la falta de aire que mis pulmones estaban teniendo y un último movimiento en la mano de Jessica bastó para que alcanzara el clímax. Lo noté en todo mi cuerpo; pero también, en su rostro. Ella se había mordido el labio inferior en el momento en el que lo hacía; sin quitarme la mirada, viendo y admirando como mi pupila, seguramente, se habría dilatado con gusto.
Sacó su mano cuando yo cerré los ojos; entonces sus labios fueron a parar a mi barbilla, y de ahí poco a poco y en línea recta, bajaron hasta el borde de mis bragas. Dejé de sentir el cuerpo de Jessica sobre el mío; y cuando quise comprender qué estaba haciendo, vi mis bragas volar por la casa. Me abrió las piernas de par en par y depositó un beso en mi zona íntima, para después, pasar su lengua sin ningún tipo de problema.
- Jess... - susurré.
- Dime.
- Bésame – la miré – Ven.
Pese a que su idea era infinitamente mucho más excitante, mi alterado corazón tenía otro deseo. Se volvió a sentar en mi cadera y en apenas un instante, me estaba besando.
Me senté atrapándola entre mis brazos, empujándola contra mi cuerpo, intentando matar el escaso espacio que nos separaba. Ese beso fue distinto, con fuerza, con deseo, pero el mismo que sentíamos las dos por la otra. Seguía habiendo miedo y lo podía sentir en ella; pero predominaba el amor.
Me abracé a ella escondiendo mi rostro en su cuello, sintiendo que el calor que teníamos, no solo era por nosotras; sino que la ola de calor de la que tanto nos habían avisado, estaba llamando a la puerta. Dejó sus labios en mi cabeza, acariciándome la espalda.
- Gracias por haber venido – susurré.
- Mírame – lo hice – Eres mucho más importante que mi posición, Sam. No quiero que dudes nunca de lo que siento – me acarició las mejillas – Te quiero – pronunció mirándome a los ojos – Y quiero seguir apostando por nosotras.
Volví a abrazarla tras escuchar aquello. No quería dudar, pero la manera en la que vivíamos no me resultaba nada fácil.
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Miradas de pasión.
Ficción GeneralJessica y Samanta deciden tomar unas vacaciones con el fin de salvar su relación, en crisis por las continuas ausencias de la inspectora. Sin embargo, verán sus vidas en peligro, haciendo que su unión de un giro de ciento ochenta grados. (Segunda pa...