Mis manos buscan rima a tu entonación
o el cuadro eterno de tus besos a la antigua
que me muero, ahí fenecí a la esquina
por un beso tuyo, solo tuyo. El cenicero viejo
me habló y le cuento mis amores
ya que sol el entiende mi locura.
Creando mi primeros versos sin vida
colgando el hilo de la rima
le hablo a un cenicero viejo, una niña
se manchó el alma tocando el humo vivo
donde el piano observa tal locura.
Niña, pronto olvidará miradas y hasta el sabor;
pobre, tocando la silueta de un vino imaginario
o una botella vacía que ya acostada esconde
su mirada, sus cristales en la mano han caído
y fondo, han roto, el alma de niña
el humo del recuerdo y el sabor amargo del vino...
Busco capullo, voz de curvas extrañas
que anhelo tocar, acariciar en lo alto
como un suave viento tejido a mis pies
caminando hacia ti borracha, camino perdida.