Capítulo 28

7 3 0
                                    

Han pasado más de veinte minutos y estoy segura de que no he parpadeado.

Desde que Jason entró por la puerta de la clase de Cálculo esta mañana no he podido despegar mis ojos de él. Ya antes atraía mi atención sin razón aparente pero ahora ya es ridículo.

Luego de que volviéramos del Claro y él se fuera a dónde quiera que se vaya mi mente no ha dejado de repetir las escenas de esa tarde.

La caminata hasta allá, la carrera hasta el lago, la pila de hojas, la pelea de hojas, el concurso de suspiros... Se ha quedado grabado a fuego en mi cerebro. Igual que sus ojos, su olor y, en especial, su risa.

Esa risa libre y llena de vida, esa risa joven y despreocupada. Esa risa se ha colado en lo más profundo de mi ser, y no he podido sacarla. Francamente, no creo que lo haga alguna vez. Es peor que la tarde del baile.

Oh, el baile, por supuesto, casi lo había olvidado.

Casi.

El recuerdo de su beso con Serena me atormenta en mis pesadillas. Me hace despertar a mitad de la noche con su nombre en mis labios. Me hace sentir la misma punzada en el pecho una y otra vez. Esa maldita punzada que me niego a reconocer, me niego a llamarla por lo que es: Celos.

¿Por qué estaría yo celosa? No tengo motivo alguno. No estoy saliendo con él. No me gusta. Ni siquiera tengo que estar pensando en esto, pero no ha dejado mi mente ni un segundo.

No tengo que pensar en esto. Es lo que me he repetido una y otra vez. No tengo que pensar en esto. El amor es innecesario. Es una palabra que carece de significado en mi diccionario, es un material que no tiene sentido utilizar, es un sentimiento que se debe suprimir.

El amor ha hecho que mis padres estén como están: Heridos, y sumidos en el sufrimiento. No sé cómo han podido evitar derrumbarse más. Son personas fuertes y valientes. Valientes que se arriesgaron a atravesar a gatas un túnel lleno de clavos y vidrios rotos sólo para tener la oportunidad de amar. Yo preferiría atravesar un túnel real de clavos y vidrios rotos en vez de arriesgarme a terminar herida de esa manera. Una cortadura en la piel, aunque tarde años, sana más deprisa que una en el corazón.

No puedo decir que hablo por experiencia. Que ya he salido herida y no quiero volver a estarlo, mentiría. Jamás han roto mi corazón, pero no quiero que lo hagan. Sólo he leído el dolor que se siente cuando sucede y tengo miedo a que me pase a mí. Pueden llamarme cobarde, pero es la verdad.

Soy capaz de entrar en una mina abandonada, usar carritos peligrosos y adentrarme en la profundidad de la tierra, eso puedo hacerlo. Pero lo que no puedo es tener el valor suficiente para entregarle mi corazón a alguien, eso no. 

Desde la primera vez que presencié un corazón roto supe que no quería uno. Mi madre me dijo que era normal que pasara, que algún día me tocaría a mí, y la sola idea me aterró. La mayoría de las personas espera toda su vida el conocer a esa otra persona que está hecha para ti, yo no. Yo siempre he esperado no conocerla jamás, porque sé, yo lo sé.

Sé que, al inicio, todo será miel sobre hojuelas. Nos diremos cosas lindas, pasaremos buenos momentos, nos enamoraremos cada vez más y más, y luego, discutiremos, diremos cosas terribles, nos traicionaremos, y pueden decirme que es normal, yo comprendo que eso es normal, pero compréndanme ustedes a mí cuando les digo que no podría con ello.

Me derrumbaría. Acabaría destrozada. Llorando sola y abandonada en una esquina, curando mi corazón maltratado. Puede sonar cliché, puede sonar como el inicio de algo, puede sonar como una mala canción de despecho, puede sonar como lo que diría una chica que no ha conocido al chico correcto, puede sonar como a ustedes les de la gana de que suene pero es la verdad.

Las Llamas Doradas. (Completa).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora