Las Llamas Doradas. (Completa).

Capítulo 7

Esta mañana decidí desayunar en el Claro. Como mi madre se fue al trabajo y estoy sola en casa, ¿por qué no?

Hace ya un mes que estoy en Belle, y es genial. Casi todos los días salgo con Logan y Lilly, algunas veces ellos vienen a casa, aunque yo nunca he ido a la suya. Como sea, me gusta estar aquí, aunque la nube gris no deja de flotar sobre el pueblo, trato de que no me afecte, demasiado.

Todo en mi casa está como siempre, mis dos padres trabajan y yo estoy casi todo el día sola en casa. Clary, justo en este momento, está parada en mi cabeza. Bueno, quizás no estoy del todo sola. Sonrío. Me dirijo al garage, con mi bolso de mensajero al hombro. El camión de mudanzas terminó de traer nuestras cosas ayer, así que mi bicicleta debería estar por aquí. Camino alrededor del garage, buscándola, hasta que la veo.

Está colgada de la pared en posición vertical. Me va a costar más de lo que pensaba bajarla de ahí. Soplo un mechón de cabello que se escapó de mi coleta, y pongo manos a la obra.

La tomo por la rueda trasera y tiro de ella. No se mueve. Bueno, no creo que está sea la mejor estrategia, mejor pienso un poco. Frunzo el ceño. ¿Cómo bajar la bicicleta de ahí? Pues, mi padre la sujeto a un alambre que está atado a un clavo de la pared. No creo que sea buena idea cortar el alambre, ni tampoco sacar el clavo, no se me ocurre nada más, pero de todas formas, no haré eso.

Tiene que haber otra opción mejor, sólo que aún no sé cuál es. Pienso un poco más, entonces, como no se me ocurre nada, vuelvo a intentar tirar de ella. Es una medida desesperada y tonta, pero bueno, ¿qué más da? La tomo nuevamente por la rueda trasera y tiro suavemente. Esta vez, siento una presión. Como si algo estuviera presionando la bicicleta hacia abajo, a parte de la gravedad, claro está. Sea lo que sea, es bienvenido si está dispuesto a ayudar. Un escalofrío me recorre la espalda. De pronto ha comenzado a haber una brisa fría en el garage, lo cual es sumamente extraño, considerando el calor que hace aquí en verano.

No le presto atención. De la nada, escucho un crujido y me preocupa haber roto la rueda, pero sólo es el sonido del alambre cuando se separa de la rueda delantera. Así como así. Simplemente se desprendió, y de un momento a otro, la bicicleta está en el piso frente a mí. ¿Cómo? Si la primera vez tiré con fuerza y no pasó nada, ¿por qué esta vez sí? Sacudo la cabeza, lo que hace que Clary vuele de allí, a pararse en el manubrio de mi bicicleta, y me sacudo las manos; están llenas de polvo. Al sacudirlas creo una nube de polvo que me hace estornudar.

Aún pienso: ¿Cómo?

Tal vez mi papá no ajustó bien el alambre a la rueda. Sí, eso debe ser. En cualquier caso, no quiero estar meditando eso todo el día. Ni quiero, ni tengo tiempo. Hoy quiero pasar todo el tiempo que pueda en el Claro, así que salgo del garage, pongo mi bolso en la cesta de la bicicleta, me subo a ella, y me voy.

Voy por el mismo sendero que recorrí por primera vez aquella tarde. No hay tantas piedras y obstáculos como pensé que abrían. Claro que ese día, cuando corrí hasta aquí, no le estaba prestando atención al suelo, ni siquiera cuando regresé, que se suponía estaba mirando todo para recordar por dónde vine, no miré mucho por dónde iba.

Pero aún así, siempre hay piedras, ramas, o lo que sea en estos caminos. Pero en este no hay nada. Si una que otra piedra, pero fuera del camino sobre el que estoy manejando. Es como si se hubieran quitado del camino para que yo pudiera pasar con la bicicleta. Ya sé que suena absurdo pero, bueno, no sé que más decir. Como sea, no es muy importante. Ya llegué.

En cuanto estoy junto al lago miro mi teléfono. Me ha tomado diez minutos menos venir en bicicleta que caminando, eso está bien. Me bajo de la bicicleta y la dejo que caiga sobre el césped. El cual tiene gotas de rocío frescas. El primer día no vine preparada para un lugar como este, sólo quería alejarme del mundo y de todas esas cosas que ahora rondan en mi cabeza, pero hoy sí estoy preparada.