Capítulo 3: Noches de calma

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Los meses habían pasado, el invierno estaba a punto de terminar, y, a pesar de que los miembros de Les Amis seguían sin saber el paradero del desaparecido pintor, habían dejado de buscarle por petición de Jehan Prouvaire, ya que les contó que en la carta que le había entregado una joven, Grantaire le informaba de que estaba bien y no debían preocuparse por él. En cuanto a la misteriosa mujer, ella siguió visitando el café Musain, y aunque no les contaba nada de su pasado o su profesión actual, se entretenía escuchando discutir a los estudiantes por la más mínima tontería, e incluso había conseguido que, por fin, Les Amis la dejaran de tratar de usted. El cambio de estación había traído muchos cambios con él para todos los revolucionarios: Grantaire había estado desaparecido por casi un semestre, Jehan no podía terminar ninguna de sus obras, Combeferre había suspendido tres exámenes seguidos de medicina y Courfeyrac (por suerte o por desgracia) no conseguía llevarse a casa el número de mujeres que él quería. Sin duda, todos pensaban en otras cosas aparte de la libertad de Francia, incuyendo a Enjolras, que, para sorpresa de todos, pidió dejar de lado la rebelión en ese momento tan delicado. El resto de estudiantes le echaron la culpa al poeta de la repentina decisión del líder por el discurso que dio días antes, pero lo que ellos no sabían era que Enjolras por poco se le salieron las lágrimas del miedo al ver a Grantaire en el estado que le vio e inmediatamente sintió un grave arrebato de culpa por lo que le sucedió. Independientemente de eso, algunos de los revolucionarios seguían reuniéndose no como compañeros, sino como amigos, para tomar una cerveza o incluso ir a jugar al billar o a las cartas.

El día antes de la primavera, dos de los estudiantes con un par botellas y bastantes chistes malos se situaron en su mesa habitual de la parte de arriba del café a esperar a los demás de sus compañeros cuando, de repente, la puerta del local se abrió haciendo su típico sonido de campanillas acompañado de risas de un hombre y una mujer. El café estaba medio vacío debido a que eran apenas las seis de la tarde, así que Courfeyrac distinguió perfectamente las risas femeninas, por lo que le dio rápidamente un codazo a Jehan.

—Parece que la no-tan-inocente Margot ha conseguido su propio caballero —comentó, un poco desanimado, a la mirada expectante del poeta. Sin girar la cabeza, señaló la escalera, dónde acababa de escuchar pisadas subiendo.

Prouvaire miró y fugazmente se levantó sorprendido entreabriendo la boca. El abogado le observó perplejo por su reacción, ¿tan guapo era el pretendiente de la chica? Se movió para verles mejor y por poco no se cayó de la silla al encontrar que Grantaire, caminando medio cojo ayudado por Margot, con ropa limpia y recién duchado se acercaba a ellos.

—Me alegro que estés bien, amigo mío —sonrió Jehan por fin poniéndole la mano en el hombro. Después se giró a su acompañante—. Dios te bendiga, Margot. ¿Segura de que no eres un ángel?

—Estoy bien. Mejor dicho, estoy aceptable, que tampoco estoy ahora como para ponerme a saltar. Aunque de lo que sí estoy seguro es que Margot es un ángel —vaciló el pintor dando una corta mirada al local—. Nada ha cambiado, al parecer.

—No, la verdad es que apenas nada interesante ha pasado en estos meses.

—Lo sé, he estado informado.

—Estuvo alojándose en mi casa todo el tiempo—sonrió Margot orgullosa—, pero me pidió que no le dijera a nadie donde estaba.

—E increíblemente me hiciste caso. Pero oye, que yo te enseñé a jugar a las cartas.

Los tres rieron y Jehan reparó de repente en Courfeyrac, quién seguía sorprendido, no se había ni movido, así que pasó el brazo derecho por encima de sus hombros.

—Vaya, colega —se mofó el poeta sacando al otro de su ensoñación—, al parecer la joven Margot no venía con un novio... ¡Sino con Grantaire!¡Te has preocupado por nada!

Drink with me {Enjoltaire}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora