CAPÍTULO XVIII - Pasatiempo

2.9K 448 179
                                    

He descubierto algo interesante y extraño acerca Paix. Por lo visto, no le gusta que la llamen por su nombre. Al menos no reiteradas veces. Lo descubrí tras el incidente de ayer, cuando me propuse a mí mismo llamarle por su nombre, como corresponde, pero... por lo visto, no es de su agrado.

—Paix, ¿podrías pasarme la sal?

Ella frunce el ceño. Mira el salero que está tan cerca de ella como de mí con escepticismo, duda un segundo, pero finalmente lo toma y lo tiende en mi dirección.

—Gracias, Paix.

Vuelve a concentrarse en su plato hasta que hago otra tonta pregunta.

—¿Cuáles eran tus pasatiempos estando en el PG... Paix? —añado, porque su expresión siempre cambia cuando lo digo.

Ésta vez, aprieta sus labios. Juro que es lo más divertido que he presenciado en toda mi vida; una expresión distinta por cada pregunta. Es más, algunas veces siento que está al borde de golpearme y me siento extrañamente feliz con la idea puesto que de seguro es la única manera de que llegue a tocarme.

Eso te convierte en un masoquista... No me importa.

Sí, no me importa. Desde que me ha dicho su nombre, ya no tengo que vivir con la duda de quién es. Además, desde que aclaré el asunto de Ares ya no han habido discusiones o malentendidos. No es como si me hubiera ganado su confianza, pero.. algo me dice que, hacer que se enoje y me agreda será la solución.

¿Que no tiene sentido? Por supuesto que lo tiene; si llego a cruzar el límite de su paciencia y me grita o me agrede, tendré la oportunidad de demostrarle que no me importa lo que me haga (bueno, a no ser que intente asesinarme, eso ya sería un problema), no reaccionaré de la misma manera, me mantendré apacible. Así comprenderá que no pretendo hacerle daño.

Creo.

Suelta un bufido antes de arrastrar una servilleta de tela por sus labios y así contestar:

—No es como si hubiera mucho por hacer allí —murmura.

Pff... Eso es decepcionante.

—Pero debe de haber algo —insisto—. Se me hace imposible pensar que pasabas todo el día haciendo nada... Paix.

Reprimo una sonrisa cuando veo que resopla y lanza la servilleta de regreso a la mesa. 

—Ya. ¿Cuál es tu problema?

Elevo mis cejas, haciéndome el desentendido.

—¿Problema? ¿Qué problema, Paix?

—¡Ese! —me señala al extender su brazo—. No has hecho otra cosa que repetir mi nombre como un loro, ¿es que acaso no te bastó con saberlo?

Oh, sí, por supuesto que me bastó. Pero necesito que comprenda que no estoy aquí para que me tema. Y puede que estos sean los primeros pasos a dar.

—No entiendo por qué te molesta que te llame por tu nombre, Paix. ¿Es que Paix no es tu nombre? ¿Inventaste uno cuando te lo pregunté y por eso no lo toleras, Paix...

—¡Ay, ya cállate!

Acato la orden. Pero sin borrar la sonrisa de mi rostro.

Satisfecha con mi silencio, ella vuelve a tomar el tenedor para terminar el plato de pasta. Todavía inmóvil en mi lugar, aunque tentado por la situación, observo sin decir una palabra cómo toma un bocado de pasta y deposita el tenedor de regreso en su lugar.

Sé que nota que la observo. Pero por ahora no me dice nada.

Algo más cohibida al notar que no dejo de seguir sus movimientos, estira su brazo para tomar el vaso con agua. Bebe un sorbo, deposita el vaso de regreso de manera mecánica y vuelve a limpiar su boca con la servilleta. No creo que pasar una tela tan áspera como esa por unos labios que lucen tan suaves sea lo más conveniente, pero tampoco tentaré a mi suerte; no se lo mencionaré y las cambiaré por unas de seda, supongo.

2036Donde viven las historias. Descúbrelo ahora