CAPÍTULO XLI - Imposible

3.3K 398 337
                                    

— Maldita sea —mascullo por lo bajo, arrojando otra bola de papel al cesto de basura.

Sí, lo sé: estoy asesinando demasiados árboles, pero, ¡¡no puedo concentrarme, mierda!! 

Sé que debo proyectar nueve malditas columnas, ¡lo sé! Pero mi mente divaga a cada rato; un segundo pienso en los trazos en paralelo que siguen, y al otro ya me pierdo en un mar de dudas respecto a Paix. ¡Es ridículo!

No sé qué hacer. Ya no sé cómo diablos avanzar con todo esto, no sé si estoy peleando en vano o si valdrá la pena. Incluso la idea de otorgarle su libertad se pasó por mi mente esta madrugada puesto que no podía dormir. Consideré la idea por un instante, hasta que recordé la situación actual del PG y por miedo a que algo malo le ocurra prefiero ser un completo egoísta y no dejarla ir.

Mas ¿qué hacer entonces? ¿Vivir quién sabe cuánto tiempo con ella, sin poder tenerla entre mis brazos? ¡Es una tortura!

El sonido del timbre de la puerta hace que me desentienda de mis pensamientos.

Mi ceño se contrae al oírlo porque no espero a nadie. Aunque, la clínica mencionó una revisión para Libra el día de hoy, pero estoy casi seguro que la revisión estaba programada para la tarde.

Lo único que me falta, pienso entonces, decidido a abandonar mi estudio. Que el espárrago verde haya decidido aparecerse por aquí porque no puede sacarse de la cabeza a Paix así como yo. Ja, puede que esos ojos sí sean hipnóticos después de todo.

Meneo mi cabeza al ser consciente de lo estúpida que es mi teoría. Seamos sensatos: sólo yo pienso en ella día y noche. Sé que Kevin o Ares pasarían de página si se topasen con una chica que los ignora; buscarían conocer otras chicas para olvidarse de ella, pero yo simplemente no puedo.

Camino de prisa por el pasillo derecho porque no tengo una mísera idea de quién se encuentra detrás de ella y, para qué mentir, me atormenta la posibilidad de que se repita lo ocurrido el día del juego de Polo.

Aunque...

—¡Abre la puerta!

Mis pasos se frenan en el rellano de la escalera cuando escucho el chillido agudo que tanto he oído meses atrás a través de mi teléfono.

Debe de ser una jodida broma, pienso, pero cuando veo que Paix se encuentra pegada a la puerta con ambos brazos extendidos para que el señor Wynn no la tire abajo... No, no creo que esté alucinando: el tipo se encuentra aquí.

Pero no sé por qué.

—¡Que abras ya! —le espeta el adicto al botox a Paix, al tiempo que bajo los escalones.

—¿Qué es todo ese escándalo? —pregunto.

No entiendo por qué se ha aparecido en mi casa. Bueno, podría tratarse de un propuesta para un nuevo proyecto que posea, pero, ¡ni loco vuelvo a trabajar con él! ¡El sujeto está chiflado! Las cortinas color rosa flamenco que posee en su casa lo dicen por sí solas.

Como si la escena no fuera lo suficiente bizarra, apenas piso la recepción, Paix sale despedida hacia las escaleras.

—¡Distráelo! —exclama.

—¿Qué...? —Ni siquiera me da tiempo a objetar para cuando desaparece por el lado izquierdo de la casa.

Entonces mi mirada se posa en la puerta que ahora mismo temo abrir.

—Te. Dije. Que ¡abras! —chilla Wynn, con golpeteo incluido y todo.

Arqueo una de mis cejas.

2036Donde viven las historias. Descúbrelo ahora