CAPÍTULO III - No.

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No sé qué hago aquí. 

  Honestamente, debería ponerme de pie y huir antes de que mis debilidades me lleven a cometer un grave error. 

   Eres uno de ellos, me fuerzo a introducir el mensaje en mi cerebro, sabiendo que, de llamar la atención por el motivo erróneo, no solo levantaría sospechas sino que también rumores. El hecho de que hay opositores al sistema de gobierno actual no es un secreto; lo que sí es un secreto es que se está entretejiendo un plan para acabar con él y sus líderes, y que sin quererlo terminé siendo parte de éste, no porque me quiera creer un héroe, sino porque era un completo egoísta que veía en esa red de contactos la posibilidad de encontrar a Melody sana y salva. Ahora... ahora me pregunto de qué me sirve, pero también sé que es un millar de veces más fácil entrar que salir de allí.

  Volteo mi cabeza en sentido a mis espaldas, donde la puerta de salida dista de unos pocos metros. ¿Qué diablos hago aquí? Regreso la vista al frente, y mi entrecejo se frunce al ver cómo Maximillian Wynn habla enfáticamente con una señora de sombrero lleno de plumas.

  Entonces ladeo mi cabeza con curiosidad al percatarme de quién es su acompañante: <<Gale>>. Las piezas encajan cuando miro de nuevo a la mujer cuyo sombrero apenas deja entrever su rostro. 

  Ingrid.

  Sí, es ella, no hay duda. Y apuesto a que el señor Wynn la había contactado para convencerle de que adopte a esa chica que se metió en un gran lío si piensa que convertirse en un proguer no equivale a vender su cuerpo y alma.

  Contemplo con un inexplicable alivio la escena. Gale y su esposa nunca se atrevería a herir a un ser humano, proguer o no. Él pertenece al Congreso, así como mi padre. Pero también pertenece al selecto grupo para el cual mi padre y yo filtramos información. A decir verdad, de no ser por Sylvia y sus chismes jamás me habría enterado de lo que mi padre pretendía hacer junto con el resto de los miembros. Sin embargo, no me opongo a la idea; ya he visto demasiados abusos que se han grabado en mi mente como para hacer aso omiso a lo que ocurre en A-City; un infierno disfrazado de paraíso eso es lo que es.

  Aparto mi atención de ellos cuando una enorme silueta obtaculiza mi visión, bajando con pesadez las escaleras que dividen a las filas de asientos a la mitad, flanqueado por sus dos guardaespaldas.

  Mi mandíbula se tensa al reconocerle.

  Hicks.

  Me revuelvo en mi asiento, incómodo con el mero hecho de verle. Hicks es un magnate de la industria del platino, reconocido por tener un estrecho vínculo con el líder de nuestra Área, así como grandes influencias a nivel global. Es un nexo entre el líder y el resto de las áreas; siempre buscando algún negocio ventajoso para su "amo y señor". 

  Pero esa es la fachada de Hicks.

  La verdadera fortuna del viejo proviene de aquí, del sistema. Hicks pretender ser un empresario y padre de familia ejemplar, pero es prácticamente el tiburón más poderoso de A-City. Quizá del mundo entero.

  Automáticamente miro a mis alrededores, a los proguers que retocan sus atuendos y maquillaje, con la estúpida ilusión de encontrar un futuro mejor, una probada de "la buena vida". Almas ingenuas... no tienen idea del infierno que les espera.

  Si Hicks continúa asistiendo al centro es por mandato expreso del líder. Es sabido que prácticamente es un psicópata, incapaz de sentir una cuota de piedad. Hace tres meses, dentro de las sombras de A-City circuló un rumor que jamás habría creído si no fuera porque tengo amigos deplorables como Ares que no hicieron más que reírse del asunto y decir que "la chica se lo merecía". Sin embargo, ¿quién en este maldito mundo merece morir tras ser abusado decenas de veces, hasta perder el conocimiento? 

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