CAPÍTULO LI - Días Largos

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—Escuchen, este es el plan. —Reunidos dentro del avión, Vaughan se inclina para desplegar un mapa de las cien áreas con un recorrido ya trazado. Nos echa un vistazo con sus ojos claros y determinados antes de recorrer el papel con sus dedos—. Está estipulado que aterricemos en el área 21 para las veintitrés, hora local. Allí seremos recibidos por sus autoridades. Queda terminantemente prohibido hablar de más o mencionar el proyecto a menos que estemos seguros de sus intenciones de cooperar, ¿de acuerdo?

Todos asentimos en silencio, mientras que Vaughan vuelve a tomar la palabra.

Mis ojos se clavan en el mapa. Sigo ausente las líneas, las decenas de áreas por las cuales pasaremos con el propósito de aplicar este mismo plan: negociar, dialogar. Introducir en la mente de autoridades internacionales la posibilidad de desentendernos de quienes nos gobiernan con el único fin de extraer de un pedazo de tierra tanto como puedan.

—Familiares se dirigirán inmediatamente al hotel reservado de cada A-City que pisemos. Serán escoltados en todo momento por mis hombres; no sabemos si existen áreas que buscan recibirnos bajo el único mandato por parte de su líder de deshacerse de nosotros, por lo que, no quiero nada de turismo ni salidas fuera de la agenda —ordena Vaughan. Creo que su uniforme militar y ese cabello blanquecino bien corto le hace parecer mucho más intimidante que cuando estrechamos manos en un partido de polo que organizó el Congreso hace semanas—. Para el grupo de profesionales, también dispondrán de hombres encargados de vigilar sus alrededores en cada exposición, así como dispondremos de vehículos blindados en todo momento.

—Cuánta amabilidad por parte de nuestro líder para su derrocamiento... —comenta Gale, a lo que la gran mayoría sonríe. Si tan solo supiera que paga por cavar su propia tumba con ese presupuesto exorbitante para las Fuerzas Armadas...

Vaughan retoma el plan que ya me sé. Sé cuál es mi trabajo, he estado armando partes de la presentación por las noches, por lo que, mi mente se distrae y regresa a casa, a unos minutos antes de que se me quebrase el corazón cuando vi partir a Paix:

—Asegúrate de que los sujetos estén allí para cuando te vayas, ¿me oyes? —mascullé en sentido a Leonard, ambos a un lado del coche al tiempo que esperábamos por Paix.

Él asintió sin mucho ánimo.

Sí, no era la mejor noticia del mundo; sé que tanto él como Sylvia se habían encariñado ya con Paix y Libra, por lo que, ninguno estaba feliz al respecto. Sin embargo, tenía que asegurarme de que esta vez la historia no se repetiría:

—Ellos saben muy bien que de no cumplir con lo establecido se quedarán sin un mísero gramo de oro, así que, no te preocupes por las indicaciones. Las conocen al pie de la letra.

—¿Son de fiar? —preguntó.

—Son agentes, Leonard. Los han entrenado por años, no hay opción mejor que ésta —había asegurado, tratando de convencerle no solo a él sino que a mí también.

La decisión precipitada yacía en la desesperación que lo acaparaba todo en mi mente. No podía irme. No sin estar seguro de que no había posibilidad alguna de que Paix resultase herida en el PG.

Mis labios todavía retenían el sabor de los besos que había desplegado a lo largo de su espalda cuando le ayudé a desabrochar el enjambre de cintas y botones que el vestido del baile tenía ya que, gracias al cielo, Sylvia no se había acordado de desenredarlo antes de regresar a casa de mis padres.

La respiración se torna pesada al recordar que tanto verguenza como inseguridad tiñeron las mejillas de Paix cuando, mediante un diminuto susurro, me pidió ayuda para desabotonar las decenas de pequeños botones. Y no pienso negar que me sentí el sujeto más afortunado del mundo cuando me concedió tal honor; se me hizo imposible no besar el trayecto que dejaba parte de su piel al descubierto conforme desabotonaba ese corsé casi inhumano, y más imposible aún fue decir adiós tras prestarle una de mis camisas para que pudiera deshacerse del vestido sin tanta pena por lo que yo pudiera ver. Los momentos eran demasiado íntimos como para dejarlos ir...

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