Derek.

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—Está herida —fue lo primero que dijo Corrine cuando irrumpí a través de las puertas de Santuario con Sofía todavía temblando en mis brazos. Mientras la seguía a uno de los aposentos de Santuario, me preguntaba de qué estaría hablando la bruja. Me dirigí a la cama que había en medio de la habitación y tumbé allí a Sofía. El estómago me dio un vuelco cuando vi la cantidad de sangre que había en una de mis manos. Su sangre. Mi deseo por ella debería haberme consumido. Querer saborearla formaba parte de mi naturaleza, pero mi voluntad de hacer las cosas bien con ella dominó el resto de mis anhelos. —¿ Qué le ha ocurrido? —preguntó Corrine. Ignoré a la bruja y di la vuelta al cuerpo inmóvil de Sofía para colocarla boca abajo sobre la cama. No hizo ningún intento de detenerme cuando rasgué la parte de atrás de su vestido. Las garras le habían recorrido la espalda en toda su longitud, grabando profundos cortes en su carne. Me pregunté cómo alguien tan frágil como ella podía soportar esas heridas sin desmayarse. —¿ Quién te hizo eso, Sofía? ¿Quién mató a Gwen? Sofía enterró la cara en la almohada. Extraje la daga de mi manga y, sin dudar un instante, me hice un corte profundo en la palma de la mano. Agarré el brazo de Sofía y la incorporé para sentarla. Ella gimió de dolor. —Derek... —Vivienne habló detrás de mí—. Ya está sufriendo bastante. Ni siquiera había notado que mi hermana nos había seguido hasta allí. —No hay tiempo —dije―. Debe cicatrizar rápido. No sabemos cuánta sangre ha perdido ya. En mi interior me culpaba por no haber visto sus heridas cuando todavía estábamos en su habitación. Presioné mi palma sobre la boca de Sofía y puse la otra mano en su nuca. —Bebe —ordené. Me sentí aliviado cuando cedió sin oponer resistencia. A lo mejor solo deseaba que cesara el dolor, y sabía muy bien que con mi sangre en su cuerpo se aceleraría el proceso de cicatrización. No me importaba. Mientras sintiera su suave boca sorbiendo la sangre de mi palma, me daba por satisfecho. No contribuyó demasiado a reducir la furia que había dentro de mí, pero hizo maravillas para aliviar la preocupación que sentía por su aflicción. Una sensación de alivio me sacudió cuando los cortes de su espalda comenzaron a cicatrizar. Ella debió sentirlo, porque dejó de beber de mi palma. Estaba tan alterado por lo que le había ocurrido que quería que siguiera bebiendo, como si mi sangre pudiera arreglar todos sus problemas. Sin embargo, el tajo de mi palma se cerró y ella se limpió la sangre de la cara con su brazo. Quería ver en sus ojos el destello de luz que la devolvería a la vida, cualquier indicio de que su fuego interior no se había apagado. Sin embargo, su cabeza apoyada en la almohada con la mirada en blanco me decía lo contrario. —¿ Qué le has hecho? —Corrine me lanzó una mirada de sospecha, dejando claro que no confiaba en mí como lo había hecho Cora. —Yo no le hice nada. La encontré así cuando fui a verla esta mañana. —Otra de las chicas de su harén apareció muerta, desangrada en su baño —añadió Vivienne. Corrine continuó analizándome. —¿ Y tú no has hecho esto? La miré con ferocidad. —¿ No me oíste la primera vez, bruja? —¿ Puedes culparme por preguntar? Cuando despertaste le echaste un vistazo y la arrojaste contra una columna, preparado para devorarla. Quién sabe cuántas cosas despreciables tienes pensado hacerle... —Corrine, él no hizo esto. —Vivienne habló sabiendo que, si no lo hacía, no podría contenerme y mutilaría a la bruja por su insolencia. —Bien. Entonces, ¿quién lo hizo? ―Corrine arqueó una ceja―. Los vampiros me ponéis enferma. No estaba tan seguro de que estuviera equivocada, pero la hipocresía de la bruja me estaba poniendo de los nervios. —Si nos odias tanto, ¿por qué nos sirves? ¿Por qué nos proteges? —Tu especie me capturó como hicisteis con esta chica. No tuve elección en ese asunto. Eso era nuevo para mí. —¿ Es cierto, Vivienne? —Necesitábamos una bruja para mantener vivo el hechizo... —intentó explicar Vivienne. Debía estar volviéndome loco porque dije con toda seriedad: —Eres libre para marcharte cuando lo desees, bruja. Nadie te detendrá. Tienes mi palabra. —Derek —llamó Vivienne con voz entrecortada. —No podemos... —Cállate, Vivienne. —Levanté la mano para silenciar a mi hermana. Me quedé mirando la cara de estupefacción de Corrine―. Ya no eres una prisionera de La Sombra, Corrine. Te puedes ir hoy, si lo deseas. Incluso te acompañaré yo mismo al puerto. Estaba esperando a que descubriera su farol. Era la descendiente de Cora y, si en algo se parecía a su antepasada, nadie podría haberla retenido en un lugar contra su voluntad. Estaba allí por una razón y, ciertamente, no era porque nosotros la tuviéramos encerrada. Corrine me miró fijamente durante unos segundos con los labios sellados. Entonces una pequeña sonrisa asomó en su cara. —Ahora me doy cuenta de lo que Cora vio en ti. Vivienne se adelantó, parecía totalmente confusa. —Corrine... ¿no te marcharás? Has estado martilleándonos con la historia de que estás retenida contra tu voluntad desde que llegaste. —Eres realmente adorable, ¿verdad Vivienne? Heredé cientos de años de poder y conocimientos de Cora y de todos sus descendientes. ¿Realmente piensas que puedes retenerme prisionera con cuatro muros o con una jaula? —suspiró Corrine—. Ahora volvamos al asunto que tenemos entre manos. Si debo descubrir lo que ocurrió, no puedo teneros a ninguno de los dos merodeando y amenazándola. —Yo nunca la amenazaría —solté. —No te engañes, Derek. Tu sola presencia ya es una amenaza para ella. Ahora, marchaos. ¡Fuera! Lancé una mirada penetrante a Sofía, sintiendo como si me arrancaran algo de mi interior. —Haz todo lo posible para que mejore. Simplemente... arréglala. Una chispa de confusión apareció en los grandes ojos castaños de Corrine. A lo mejor se preguntaba por qué me importaba tanto, pero no abordó el tema y, en su lugar, nos empujó a Vivienne y a mí fuera de la habitación como si fuéramos ganado. —Podéis encontrar la salida solos. Haré que un guardia os avise cuando esté preparada para volver al Pabellón. Me quedé de pie fuera mientras Corrine daba un portazo en nuestras caras. No me moví de mi sitio, resuelto a quedarme allí y esperar hasta que Sofía estuviera curada. Vivienne me tomó la mano y me la apretó. —Sofía va a ponerse bien. Corrine estaba a punto de graduarse en Psicología cuando la arrastramos hasta aquí. Sabrá cómo ayudar a Sofía. —No me iré hasta que sepa que está curada. Mi hermana me conocía demasiado bien para saber que, una vez que decidía hacer algo, era terco como una mula. Nada de lo que dijera me convencería para abandonar ese lugar. —Si me necesitas, estaré en Las Residencias supervisando las investigaciones. Descubriremos quién lo hizo, Derek. Me crucé de brazos. La culpa y la vergüenza me invadieron cuando Vivienne me dejó allí, deprimiéndome solo. No se me ocurría nadie capaz de hacer eso, a excepción de Lucas. Pero no tenía pruebas e, incluso si las tuviera, no creía que pudiera hacer nada. Lucas era mi hermano y daba igual la importancia que Sofía tuviera para mí, la fuerza de la sangre era superior a todo.

Sombra de vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora