sofia.

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Nada más entrar Lucas en la habitación, perdí el poco apetito que hubiera podido tener. Y ahora que se había marchado a causa de las palabras de Derek, apenas podía percibir ninguna señal de que estuviera mejorando. Aparté el plato y levanté los ojos hacia aquel joven. Todavía tenía la mirada puesta en mí, igual que cuando entré en la habitación. Su forma de mirarme fijamente era desconcertante. No comprendía qué era lo que encontraba tan interesante en mí. Observó detenidamente el plato que yo había apartado. —No estás comiendo nada. —¿ Qué quieres de mí? Me miró pensativo, pero no contestó. Empujé la silla hacia atrás y salí de la habitación. Corriendo por los larguísimos pasillos, me alejé del comedor y me encerré en mi habitación. Traté de calmar mi respiración agitada. Por mucho que me desconcertara, al compararlo con su hermano no pude negar que había algo diferente en Derek Novak. Ni siquiera cuando me aplastó contra la columna me había sentido tan ultrajada como me acababa de sentir solo con la mirada de Lucas. Pero no podía borrar de mi mente lo que habían dicho las mujeres en las termas. Iba a formar parte del harén de Derek. Sus hermanos lo habían confirmado. Ese era el propósito de aquel dormitorio... si no, ¿por qué iban a disponer una habitación tan grande para una esclava? ¿Por qué toda esa lencería? No sabía en qué parte del enorme apartamento tenían cautivas a las demás chicas, pero sospechaba que sus dormitorios eran como el mío. Preparadas y esperando hasta que ese hombre nos reclamara. Por alguna razón había pedido que yo me alojara en el dormitorio más cercano al suyo. Quizá deseaba empezar por mí. Me estremecí. ¿Cómo no iba a saber todavía lo que quería de mí? Estaba mintiendo, de eso estaba segura. No era cuestión de qué quería de mí. Era cuestión de cuándo lo quería. No sabía por qué se molestaba en ocultarlo y no me lo decía con franqueza. Al fin y al cabo, disfrutaba de un control absoluto sobre nosotras. No podíamos hacer nada para detenerlo si, de repente, se abalanzaba sobre nosotras. Me acerqué a la ventana y observé la isla oscura. Las copas de los árboles se balanceaban suavemente con el viento, como en un baile. De una cosa estaba segura: no podía arriesgarme a volver a escapar hasta que tuviera un plan realista. Estaba claro que, al menos de momento, viviría más segura bajo el ala de Derek que en el exterior. No tenía ni idea de durante cuánto tiempo seguiría siendo así. Odiaba sentirme tan indefensa. Derek podría dominarme aunque yo tuviera un cuchillo o una pistola, pero la idea de poseer algo para defenderme hacía que me sintiera menos débil. Registré la habitación una vez más. Ya había revuelto los armarios cuando buscaba ropa antes de mi intento de huida. Entré en el baño. El contenido de los cajones consistía principalmente en maquillaje, pastillas de jabón, champú, perfume... mis ojos se detuvieron en un par de tijeritas. Las tomé y las empecé a abrir y cerrar. Hice una mueca al comprobar lo patéticas que eran. Después de cinco minutos más rebuscando por los armarios del baño, estaba claro que no había nada en mis aposentos que pudiera usarse contra un vampiro. Tenía que llegar a la cocina. Allí había cuchillos. Corrí a la puerta y miré por el ojo de la cerradura. Dos guardias vampiros caminaban por el corredor hacia la entrada principal. Tomé aliento, recliné la cabeza contra la puerta y me dejé resbalar hacia el suelo mientras revivía en mi mente todo lo que había sucedido en las últimas veinticuatro horas. Todavía me parecía una pesadilla. Seguía pensando que me despertaría de repente, de vuelta en el complejo vacacional con Ben sentado junto a mí, disculpándose por haberse ausentado en mi cumpleaños. Cerré los ojos, intentando hacer que el recuerdo pareciera más real. Pero eso era precisamente lo único irreal: la esperanza de no estar de verdad en la isla. «Vampiros.» Nunca había pensado que se les pudiera matar o herir, si es que existían realmente. Según las historias que había leído y las películas que había visto, eran muertos vivientes y no se les podía matar. Pero yo estaba allí cuando Derek mató a aquel guardia, y le había visto derramar sangre. Demonios, incluso había probado la sangre de Derek. Era tranquilizador saber que se les podía matar, pero también extrañamente aterrador. Por muy desesperada que estuviera por encontrar alguna forma de defenderme, no podía evitar preguntarme: «¿ Realmente tengo lo que hace falta para matar a alguien?» Derek Le había dicho a Vivienne que quería que la pelirroja fuera mi esclava. Pero todavía no estaba seguro de para qué la quería exactamente. Cuando Sofía abandonó la mesa, me levanté y me dirigí al estudio. Me senté en el escritorio, apartando los libros que me habían mantenido despierto hasta tarde la noche anterior. «¿ Qué tiene Sofía?» Yo mismo no lo sabía, y por eso me resultaba imposible explicarles a mis hermanos lo que veía en ella. Todo lo que sabía era que, cuando me desperté del hechizo de Cora, suponía que volvería a hundirme en la misma oscuridad de la que había tratado de escapar siglos atrás. Esperaba despertarme ante una noche negra como el carbón... En su lugar, me desperté ante ella. Podría decirse que la mejor forma de describir a Sofía era como un rayo de luz, con su silenciosa belleza y su cálido cabello castaño rojizo. Me sentí atraído por ella instantáneamente. Como una polilla a una llama. Pero no me había detenido a pensar qué quería realmente de ella. Sabía a qué pretendían destinarla Lucas y Vivienne. Había sido etiquetada como miembro de mi harén incluso antes de que me despertara. Pero, ¿era eso en lo que realmente quería que se convirtiera? ¿En mi cortesana? No lo sabía. Me sorprendí al darme cuenta de que ese pensamiento no se me había ocurrido hasta ese momento. El deseo de su sangre me había consumido al despertar, y después su calidez, su luz... Aunque quisiera, no creía que pudiera tratarla de la misma forma que a las innumerables mujeres que la habían precedido. Parecía demasiado valiosa para eso. Me preocupaba que tocarla de esa forma arruinara justo lo que me atraía de ella. No quería arriesgarme a romperla. De momento, que mis hermanos pensaran lo que quisieran sobre lo que estaba haciendo con ella. Pero, después de una hora sentado a solas en el estudio, me di cuenta de la verdad: no me importaba lo que hiciera ella. Simplemente la quería conmigo.

F)=r

Sombra de vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora