sofia.

30 1 0
                                    


Había llegado la hora de la gira de Derek por la isla. Me condujo de vuelta a su ático con las tres estacas y me dejó en el salón. Vivienne y Lucas, que nos siguieron de regreso, todavía parecían estupefactos por su confianza en mí. —Ahora tenemos muchas cosas de que hablar —declaró Vivienne, mirándome directamente a mí. Los ojos de Derek se detuvieron en mí un par de segundos antes de decir: —Puedes irte, Sofía. —¿ Y hacer qué? —pregunté sin poder contenerme. —Haz lo que desees, pero quédate en el ático. Tienes a las otras chicas a tu disposición. Encuentra algo que hacer. Arqueé las cejas, aún sorprendida de que confiara en mí después de haber intentado escapar. Estaba a punto de abandonar la habitación cuando me asaltó un pensamiento. —Vivienne dijo que todavía quedaban habitaciones que podemos... ¿decorar? ¿Puedo quedarme una de esas habitaciones? Me miró con curiosidad pero, aparentemente, no vio nada malo en mi petición. —Por supuesto. Seguro que Vivienne se ocupará de ello. ¿Verdad, Vivienne? Vivienne asintió con la cabeza después de dedicarme una mirada rápida y fugaz. ―Por supuesto. Incluso Lucas y Vivienne obedecían las órdenes de Derek. De nuevo me pregunté qué era lo que hacía que todos los habitantes de la isla le temieran y honraran de aquella manera. Me marché, deseosa de alejarme de mis captores y de ver cómo le iba a Gwen. Me abrí paso a través de las pasarelas hasta que llegué a mi habitación. Llamé dos veces. Se produjo un sonido de pasos apresurados y después una voz desmayada dijo: —¿ Quién es? —Sofía. La puerta se abrió al instante. Gwen se quedó en el umbral de la puerta con un libro en una mano, La Princesita, creo, y la otra alrededor de mi cuello. Me besó en la mejilla. —Estoy tan contenta de que hayas vuelto —dijo, casi sin aliento—. ¿Estás bien? ¿Qué ha ocurrido? —Estoy bien. Él... me enseñó a usar una estaca. Gwen frunció el ceño cuando empecé a colocar las estacas por nuestro dormitorio: una en el baño, otra al lado de mi cama y la tercera cerca de la puerta, como Derek me había indicado. —¿ Por qué haría algo así? —Me dijo que se sentiría menos preocupado al marcharse del apartamento si sé cómo defenderme... Gwen, tengo que darme una ducha. Me sentía pegajosa después del ejercicio por el que me había hecho pasar Derek. Tomé un camisón limpio del armario, me encerré en el baño y me lavé el pelo. Cuando salí, Gwen estaba tumbada boca abajo en la cama leyendo el libro. Me envolví el pelo mojado con una toalla a modo de turbante y dije: —Creo que deberíamos ir a buscar a las otras chicas. Quiero ver cómo les va. —Yo también. ―La cara de Gwen se iluminó. —¿ Sabes dónde las tienen prisioneras? —Sí. Unas puertas más allá de donde yo estaba encerrada. Salimos de la habitación y, tomándome de la mano, Gwen me guió por un corredor más allá de la puerta cerrada de los aposentos de Derek, hasta que llegamos a otro corredor con dos guardias paseándose de un lado a otro. En cuanto nos vieron, vinieron hacia nosotras y nos bloquearon el paso. Gwen me apretó el brazo y se escondió detrás de mí. —Tengo permiso del príncipe para hacer lo que quiera en este apartamento —dije con confianza. Los guardias intercambiaron una mirada. Uno hizo un gesto con la cabeza al otro y se fue en busca de Derek, o eso creí. No tenía más opción que esperar. Estudié con detenimiento al guardia que se había quedado. —¿ Puedo hacerte una pregunta? Pareció sorprendido de que me atreviera a hablarle. —Adelante. —¿ Quién es Derek Novak exactamente? —Creía que, después de que consiguieras lo imposible y te ganaras su favor tan rápido, sabrías más sobre él que nadie. Debes haberlo complacido enormemente si mató a un guardia por ti. Lo miré fijamente. —¿ Qué quieres decir con complacerlo? —¿ Qué otra cosa podrías haber hecho desde que llegaste? Sentí cómo el calor me subía por las mejillas. Hice un gesto de negación. Ahí estaba yo, todavía virgen, siendo objeto de un rumor sobre la noche de placer que había proporcionado al príncipe recién despertado. —Quieres decir que tú no... —¡ No! El guardia soltó una risita. Seguía mirándome como si no me creyera, pero me sentí aliviada cuando dejó el tema. —Me llamo Samuel. El hombre rubio de complexión delgada y barba incipiente era solo unos centímetros más alto que yo, aunque me imaginaba que habría tenido veintitantos cuando lo convirtieron. —Sofía —contesté. —Como si no lo supiera. ―Me guiñó el ojo―. El príncipe es exigente con las mujeres. El hecho de que te preste tanta atención te ha convertido en casi una celebridad por aquí. No estaba segura de cómo reaccionar a eso. Estaba acostumbrada a ser invisible. —Para contestar a tu pregunta —continuó—, tu propietario es una leyenda. Derek Novak hizo realidad La Sombra. Muchos vampiros sobrevivieron a los cazadores gracias a su liderazgo. Encontró esta isla, construyó la Fortaleza Carmesí y ganó a Cora, la bruja más poderosa de su tiempo, para nuestra causa. Probablemente sea el vampiro más poderoso del planeta. Había tantas cosas en esta breve declaración que la cabeza me daba vueltas. Pero, sobre todo, estaba desconcertada con Derek. Sabía que era importante para la isla, pero no me esperaba esta historia. —¡ Increíble! —Sí, es increíble. —Samuel asintió con la cabeza. Iba a preguntarle qué quería decir exactamente con "cazadores" e indagar más sobre esa "bruja", pero, antes de que pudiera hacerlo, el segundo guardia volvió. Se encogió de hombros. —El príncipe me ha dado instrucciones de que, siempre y cuando no abandone el ático, debemos hacer lo que ella diga. Samuel me dedicó una sonrisa burlona. —Parece que tenemos una nueva princesa. —Sam —dijo el otro guardia—, creo que hacerte amigo de la musa del príncipe no es bueno para tu salud. —Relájate, Kyle. Ella está perfectamente. Para entonces, Gwen había aflojado las manos con las que se aferraba a mi brazo. Dirigí a los vampiros una mirada divertida. Tenía la extraña sensación de que aquellos dos me iban a gustar. Nos condujeron por el corredor y se detuvieron frente a una puerta. Sam la abrió y aparecieron las otras chicas. Gwen y yo entramos en la habitación, sin saber muy bien qué esperar. Cuando entramos, tres pares de ojos cayeron sobre nosotras. Sus pálidos rostros reflejaron alivio cuando nos vieron a Gwen y a mí. Aunque éramos desconocidas para ellas, las tres chicas se arrojaron a nuestros brazos. —¿ Estáis bien? —¿ Qué os ha hecho? —No os ha... forzado, ¿verdad? —¿ Sabéis lo que van a hacer con nosotras? —¿ Volveremos a casa algún día? —¿ Habéis visto lo que hay fuera? ¿Hay alguna forma de escapar? Nos dispararon pregunta tras pregunta antes que pudiéramos dar una sola respuesta. Intenté tranquilizarlas para poder hablar. —Estamos bien. No nos ha forzado, ni nos ha hecho daño, ni se ha alimentado de nosotras. Y creo que... no lo hará. Tengo la sensación de que, mientras estemos en esta isla, nuestra mejor oportunidad de sobrevivir es congraciarnos con Derek Novak. 

e ,=I

Sombra de vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora