¡Libros! ¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir "amor, amor", y que debían los pueblos pedir como piden pan.
-Federico García Lorca
Ambos adolescentes se encontraban acurrucados en la cama del castaño. Faltaban tres días para Navidad. Técnicamente habían quedado para terminar de una vez por todas el trabajo para historia, pero como siempre, el castaño procrastinó la tarea y convenció al chico de tez nacarina para hacer cualquier otra cosa. Salvo por la excepción de que hoy no habían hecho absolutamente nada. Llevaban horas acurrucados en la cama, hablando, acariciándose o simplemente disfrutando del silencio y de la mutua compañía. Marc acariciaba el rubio cabello de aquel chico que tan embobado le tenía. Mientras, Klaus, apoyado sobre el pecho del otro, se concentraba en escuchar el latido del corazón del moreno.
—Marc...— habló tímido el rubio.
—¿Sí, bombón?— Contestó el moreno haciendo contacto visual.
—Deberíamos terminar el trabajo...—Sugirió tímidamente el más alto.
—Tengo otras cosas en mente que preferiría hacer contigo antes que terminar el trabajo, bombón.—Contestó Marc sin darle más importancia.
Ante estás palabras Klaus se ruborizó y se puso nervioso, cosa que su compañero no tardó en notar.
—Qué mente más traviesa bombón. Nadie ha dicho nada sobre eso.
—Si no te referías a eso, ¿a qué entonces?— Susurró Klaus tremendamente avergonzado, escondiendo su cara contra el pecho del moreno.
Marc cambió de posición en la cama y decidió abrazar al rubio desde atrás.
—Besarte, acariciarte, abrazarte, observarte, cocinarteMarc comenzó a besarle el cuello suavemente, repartiendo castos besos, acariciándole el cuello con la nariz y finalmente dándole un beso en la mejilla.
Si hubiera tardado a penas unos segundos más en posar sus labios sobre su mejilla, se habría sorprendido de encontrarla húmeda.
Mientras el castaño abrazaba firmemente su cintura y apoyaba la cabeza en su hombro, los claros ojos del rubio no podían evitar cristalizarse.
Klaus no era capaz de entender la razón de esas lágrimas, quizá era el hecho de sentirse querido por primera vez en años, o por el hecho de que ni siquiera se acordaba de cuál había sido la última vez en la que alguien le había abrazado. Sin embargo no eran lágrimas de tristeza. Klaus era incapaz de procesar todo lo que había pasado en su vida en poco menos de un mes. Su vida siempre había sido muy rutinaria, aburrida incluso. No tenía nadie con quien compartirla, nunca había salido si quiera de la ciudad y nunca nadie se había interesado por él. En a penas unas semanas había empezado a experimentar una bonita historia de amor. Cada vez que se paraba a pensarlo no se creía lo que estaba pasando. Se sentía culpable por tener tantas inseguridades, pero muchas noches antes de dormir, su mente, atormentada por inseguridades, le susurraba que todo aquello era un error; que todo eran imaginaciones suyas; que todo era producto de una broma de mal gusto para darle falsas esperanzas; que Marc en realidad sólo quería utilizarle como un juguete y luego desecharle.
—Marc...
—¿Sí?—Preguntó el castaño sin llegar a levantar la cabeza del refugio que había encontrado entre el hombro y el cuello del rubio.
—¿Por qué me hablaste aquel día?
—¿A qué te refieres?— Dijo alzando la cabeza mientras seguía abrazándole.
—Quiero decir... Llevamos compartiendo clase desde hace dos años. ¿Por qué justo ese día?
Marc titubeó durante unos segundos. Aquel día de veras pensó que era un alumno nuevo, pero también es cierto que había desbloqueado algún que otro recuerdo de gente hablando de aquel chico tan alto que siempre andaba solo y a penas aparecía por las clases.
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Klaus (gay/yaoi)
RomansaMaltrato familiar, drogas, sexo y amor: Klaus es un adolescente alto, sus pómulos están marcados, al igual que sus ojeras y sus costillas. Si levantas su camiseta verás un cuerpo invadido de moretones, quemaduras y verdugones. El maltrato y el odio...