Alone ©

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Steven's POV

Desde donde me encuentro puedo ver como la mirada confusa de Aria se me clava en lo más profundo de mi ser. Ahora no puedo pensar con claridad ya que, a apenas escasos milímetros de su cabeza, se encuentra el cañón de una gigantesca pistola sujetada por Serena.

Serena, la que creía mi mejor amiga y con la persona que había compartido tantas cosas, ahora se encuentra detrás de la persona que más quiero en este mundo, amenazando con quitarle la vida con apenas un disparo.

—Steven por favor, explicame que hacemos aquí. —exclama Aria con miedo en su voz—. Ya no sé qué pasa.

Respiro hondo y me introduzco en la habitación para andar libremente por ella como puedo, y sin que la mirada penetrante de Serena y Jack me quite ojo. No sé por donde empezar, ni tampoco si quiero contarle a Aria como murió mi madre de esta forma. Mientras camino noto la impaciencia de Serena que no deja de golpear el suelo con sus botas, mientras cada vez apunta más fuerte a Aria.

—¡Habla! —exclama furiosa—. ¡Cuéntale de una vez a tu princesita lo que tu padre le hizo a tu madre.

—¿Como? —dice Aria en un leve susurro —. Steven ¿Es cierto que tu padre mató a tu madre? Por favor dime que eso no es cierto.

Respiro hondo, ahora no me queda otra que contarle la verdad, creo que ha aguantado lo bastante a mí lado como para demostrarme que es alguien que vale la pena, es hora de dejar salir a la luz los secretos que tan bien había guardado hasta ahora. Me acerco lentamente hacia donde están las dos, y cuando estoy a pocos pasos de la silla en la cual está situada Aria, Serena me apunta con el arma directamente al corazón y amenaza con disparar sino quiero alejarme de donde están.

—¡Aléjate! —exclama sin dejar de apuntarme—. Puedes decirle la verdad desde donde está

—Disparame si quieres, pero no piensos abrir mi corazón sin mirarla al menos a los ojos. —contesto indiferente a lo que me acaba de decir.

—Juro que te dispararé sino haces lo que te digo. —vuelve a decir, pero ya he llegado a donde está ella

Desato sus ataduras liberando así sus muñecas y sus tobillos y casi de inmediato Aria salta a mis brazos para rodearme con los suyos. La apasiono junto a mí notando como ella también hace fuerza, haciendo que se me escape un gemido de dolor.

—Tranquila Wonderwoman, que me vas acabar de romper las costillas que me quedan. —susurro y la beso con cuidado—. Me alegra saber que estas bien

—Pues si quieres que lo siga estando más te vale empezar a hablar. —escucho decir a Serena justo desde la espalda de Aria.

—Bien. Aria escucha con atención lo que te voy a decir porque esto no será fácil; pero creo que lo mejor será que te lo cuente de una vez. —comienzo a decir mientras cojo aire, preparándome para lo que se avecina—. «Verás hace más o menos cuatro años, vivía aquí con mis padres, e iba al instituto de la zona. No me podía quejar porque tenia una familia que me quería y unos amigos que estaban conmigo cuando más lo necesitaba, mi vida prácticamente era lo más parecido a perfecta. Pero todo eso cambió cuando en un día lluvioso, después de que mi madre viniera más pronto a recogerme del entrenamiento de fútbol por la lluvia, decidimos que podríamos ir a darle una sorpresa a mi padre, ya que casi nunca íbamos a verle a la oficina, y cuando llegamos todo estaba como siempre. Aparcamos el coche en la acera contigua al enorme edificio de cristal que contaría con alrededor de unos 55 pisos sino más. Bajamos y nos dirigimos hacia el interior donde desde allí cogimos los ascensores para llegar a la planta en la cual estaba situado su despacho. Al salir del ascensor nos pudimos percatar de que su secretaria no estaba en su mesa, pero fue un detalle al cual no le dimos importancia. Cruzamos el umbral y cuando abrimos la puerta de su despacho ni de lejos hubiéramos imaginado lo que íbamos a ver. La secretaria de mi padre estaba tumbada en su escritorio mientras él estaba encima de ella agarrándose de los dos extremos de la mesa mientras apoyaba su cabeza encima de sus pechos. Casi no me dio tiempo a reaccionar cuando mi madre y yo ya estábamos volviendo al ascensor, mientras escuchábamos la voz de mi padre a la lejanía.»