19. ''¿No me quieres?''

832 41 15
                                    

Maddy.

Puedo acompañarte.—dice Nick receloso.

—No hace falta, Nick. Ni que hubiera un violador en cada esquina.—vacilo. No pareció hacerle mucha gracia.

—No bromees con eso, bebé.—dice mientras mi madre hace un mohín.

—Os dejo a solas tortolitos. Pásalo bien, Maddy.—besa mi coronilla.

—¡No somos novios!—dijimos al unísono.

—¡Aún no!—grita mi madre desde la parte alta.

Al final tuve que ir acompañada de Nick. Insistí varias veces para que se quedara, pero su sobreprotección, por lo que parece, no tiene límite alguno.

Las manos me sudan. Puedo oír los rápidos latidos del mi corazón que van sin compás. Estoy realmente nerviosa. No sé cómo explicarle que quiero que nuestra relación termine. Ayer por la noche estuve pensando varios discursos diferentes, sin embargo, ninguno me parece convincente.

Llegamos a nuestro destino. Allí estaba Cameron, con el ceño fruncido mirando hacia el móvil. Había pedido una coca-cola, la cual ya estaba vacía.

—Cualquier cosa, llámame al móvil. ¿está claro, bebé?—dijo Nick mirándome serio.

—Es mi novio, no me hará nada.

—Lo que tú digas. Adiós, preciosa.—besó la comisura de mis labios.

Río ante su acto. Me despido de él agitando mi mano y, a continuación, me acerco a la mesa. Carraspeo para que se dé cuenta de que estoy aquí.

—M-maddy. Siéntate.—hago lo que me dice—¿Quieres algo?

—No, gracias. Acabo de desayunar.

Nos quedamos en un silencio incómodo que parece que nunca se romperá. No sé qué pasa últimamente que siempre me encuentro en esta clase de situación a cualquier lugar que voy.

—Yo...—decimos a la vez.

—Empieza tú—decimos al unísono. Reímos.

—Empiezo yo—dice nervioso—. A ver cómo te lo explico, Maddy—suspira— Me voy a California mañana.—dice rápido.

Doy un grito ahogado.

—Eso es genial ¿no? Has querido ir desde hacía meses.

—No, no lo es. No volveré, Maddy. Me mudo.

—¿Te vas?

—Sí—me mira fijamente—Por eso... Pensaba en dejar nuestra relación. No creo que funcione a tantos kilómetros de distancia. No soportaría no poder tocarte o besarte, Maddy.—suspiro aliviada.

—Venía por la misma razón—me mira sorprendido—. He estado pensando en que nuestro amor se ha ido apagando. Me siento muy bien a tu lado, pero no de la manera que piensas.—bufa.

—¿No me quieres?—dice cabizbajo.

—Sí, pero es un amor fraternal ¿me entiendes?—suspira como si le hubieran sacado un peso de encima.

—Gracias por entenderme, pequeña. Eres la mejor.—dice mientras se levanta y me abraza.

—Gracias a ti, Cameron.—sonrío.

—¿Amigos?

—Claro que sí.

Estuvimos hablando un rato más sobre nuestro futuro ahora separados, su vida en California y sobre la abuela de Cameron. Está enferma y quiere estar con ella todo el tiempo posible.

—¡Oh dios mío! ¡Ya son las 8!—digo sorprendida.

—¿Tan rápido?—suspira pesado.

—Parece que sí.—ambos tomamos la iniciativa de darnos dos besos y un fuerte abrazo.

—Un placer hablar contigo, preciosa. Estoy aquí para todo ¿vale?—lo abrazo aún más fuerte.

—Gracias, Cam. Buen viaje.—digo mientras concluyo el abrazo.

—Adiós, Maddy.—besa mi mejilla.

—Adiós, Cameron.—me doy la vuelta y sigo mi camino.

Se ha hecho de noche muy rápido. Estamos en verano, se supone que las noches son más cortas y los días más largos. ¡Este tiempo no lo entiende ni Dios!

No recordaba que hubiera un callejón cerca de casa. Lo miro con curiosidad y, al instante, oigo varios pasos procedentes de este. Mi cabeza dice que corra, sin embargo, una parte de mí dice que debo investigar. Hago caso omiso a lo que dice mi cabeza y me adentro en el callejón.

Puedo apreciar una risa ronca y tres siluetas. No puedo diferenciarlas bien por la escasa luz, pero, a medida que se van acercando, les reconozco. Los hombres de la piscina.

Comienzan a acercarse a mi intentado acorralarme. Mi corazón late con fuerza y lágrimas de impotencia y terror amenazan con salir.

—Vaya, vaya. ¿Qué hace una belleza como tú en un lugar como este?—dice el castaño.

—N-no me hagáis daño, por favor. No t-ten-go culpa de nada.

—Deberías estar en la cama ¿no crees, preciosa?—los otros dos ríen.

Hago un intento de escape, el cual fue en vano, pues el pelirrojo agarra mi cadera con sus ásperas, sucias y fuertes manos.

—¿A dónde crees que vas, princesa? Tú te quedas aquí con nosotros. Vamos a jugar un ratito. ¿Te parece?—comienzo a gritar pero nadie me hace caso.

—Te llevaremos a casa si te portas bien ¿de acuerdo?—dice el rubio.

El pelirrojo acerca un paño hacia mi boca y doy un grito ahogado. Con todas mis fuerzas intento no ser drogada por esa sustancia, sin embargo, caigo rendida en manos de aquellos peligrosos hombres.


¿Amor? Antes me tiro por la ventana. {NG} [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora