20.''Por favor, bebé.''

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Unas voces y risas roncas me despiertan de mi trance. Me siento perdida y desorientada, además de mareada y dolorida. No he abierto los ojos aún, tampoco es que me haga mucha ilusión, seguramente que aquellos hombres asquerosos se habrán saciado conmigo. Prefiero no imaginar lo que habrán podido hacer con mi cuerpo. Solo de pensarlo, la bilis sube por mi garganta.

Oigo pasos que se acercan a la clase de jaula en la que estoy encerrada. Se abre la puerta y hace un gran estruendo en la habitación que, por los sonidos que emite, parece de metal.

—¿La princesa ya se ha levantado? ¿Quiere su desayuno?—se burla.

Abro los ojos y allí los veo. No han cambiado su vestimenta pero sí sus caras. Parece que alguien le ha dado una gran paliza.

Bajo la mirada hacia mi torso. Estoy semidesnuda y con varias marcas en el abdomen, las clavículas y los brazos. Maniatada, destrozada y sin fuerzas, respondo.

—No, gracias. ¿Dónde estoy?—consigo decir después de varios intentos fallidos.

—En un lugar de mundo—ríe—. Te llevaremos a casa, o mejor, llamaremos a tu amigo para que te venga a buscar. Sí, será genial.

En vez de contestarle, comienzo a removerme incómoda sobre el suelo.

—Te desataré si antes me dices algo.—asiento lentamente.

—¿Dónde está James?—ahogo un grito. ¿Cómo saben de mi padre?

—No sé.

—¿Y Mac Miller?—pregunta curioso.

—Tam-mpoco sé. Soltadme, por favor.—¿Ese quién narices es y por qué lleva el apellido de Nick? Caigo en la cuenta. ¿Será su padre?

—No, llamaremos a tu amigo y, cuando el vea la escena, te soltaremos.

Se reúnen en la esquina de una habitación y comienzan a susurrar algo que no logro entender.

Después de esto, el pelirrojo coge un teléfono móvil y marca un número.

—Vamos, contesta.—suplica.

Suenan 3 bips hasta que el receptor contesta. El pelirrojo pone el altavoz y se sitúa en el centro de la habitación para que yo pueda oír claramente.

—¿Sí?—contesta esa voz tan familiar.

—¿Qué hay, chaval?—carcajea.

—¿Qué coño quieres? y ¿dónde mierda está Maddy?—dice furioso.

—Está aquí con nosotros. Se lo está pasando genial ¿verdad, cariño?—dice mientras el rubio se acerca a mí y comienza a besar mi cuello.

—¡Déjame en paz! ¡Ayúdame!—lloriqueo.

—¡Ella no tiene culpa de nada de la mierda que está pasando! ¡Dejadla en paz!—suspira pesadamente—Y os diré dónde está.

—Muy bien—vacila—.Tan impotente como tu padre.

—Ni se te ocurra compararme con esa basura—gruñe—. Dime dónde estáis. No quiero una sola palabra sobre esto.—amenaza.

—En la cabaña a la que Mac solía venir.—dice asustado el pelirrojo. No puedo creer que le tenga miedo a Nash. Mi interior ríe.

—Como le hayáis hecho algo, os parto la cara, hijos de puta.—cuelga.

De repente, oímos las ruedas del coche pisando tierra. Mi salvación ha llegado.

Los pasos cada vez son más cercanos a mi paradero y mi corazón late rápido y con tal fuerza que es capaz de romper mi caja torácica.

—Un placer verte.—dice el pelirrojo mientras se acerca a Nick.

—Ni se te ocurra acercarte a mí, pedazo de mierda.

El hombre retrocede y sale de la habitación al igual que los demás.

—Bebé—dice desesperado mientras se acerca a mí—.¿Qué te han hecho, preciosa?—lágrimas caen sobre sus mejillas.

Comienza a desatar mi manos y, a continuación, me abraza con dulzura.

—No debí dejarte sola. Lo sabía—se lamenta—. Perdóname.

—Sácame d-de aquí.—suplico.

Sin decir nada, se deshace de su camisa y me la pone. Luego, me coge en sus brazos tal princesa y salimos de ese sucio y terrorífico paradero.

Llegamos a casa y rezo para que mi madre no esté allí. No es que no quiera verla, al contrario, no quiero que ella me vea a mí.

Nick me lleva a la habitación con sumo cuidado y me deja sobre la cama. Busca ropa entre los cajones de mi cómoda. No sé cómo le agradeceré todo lo que está haciendo por mí.Al fin, saca un conjunto de ropa interior con unos pantalones cortos y una de sus camisetas.

—Vamos a la ducha, bebé.

Me niego.

—¿Por qué no?

—Me da vergüenza que me veas desnuda.—sonríe sin que llegue hasta sus preciosos ojos claros.

—Quiero lavarte. Quiero arreglar todo lo que sus manos sucias hayan podido hacer.

Suspiro rendida y asiento. Coge mi mano y nos adentramos en el cuarto de baño.

Comienza a sacar lentamente mi ropa hasta que solo quedo en ropa interior. Tengo las mejillas rojo intenso, sin embargo, en este momento, me da un poco igual.

Va a desabrochar mi sujetador pero le detengo. Me doy la vuelta y lo desabrocho. Tan rápido como mis pechos están sin protección, los sostengo en ambas manos.

—No seas así, anda.—vacila

—Te he dicho que me da vergüenza.

—Por favor, bebé, quiero hacerte sentir bien. Quiero tu bienestar. ¿Me dejas?—suplica.

Me quedo pensativa unos instantes pero asiento. Saco mis manos y dejo que haga lo que quiera con mi cuerpo.

Se queda sorprendido por la de gran marcas que tengo en mí. No pensé que fuera tan terrorífico hasta que pude ver su expresión.

—Malditos hijos de perra. No me lo perdonaré nunca. Lo siento, bebé. Lo siento.

Deja besos húmedos sobre todas y cada una de las sucias marcas que han dejado. Sus besos me dan escalofríos y mi piel se eriza.

Llega a la zona de mi cara y me besa los párpados. A continuación, me besa dulcemente en los labios.

—Ven, vamos a lavarte.—dice mientras retira mis bragas.

Me mira expectativo y dice:

—¿Alguna vez te he dicho lo preciosa que eres?—me abraza.

Entramos en la ducha y abre el agua. Esta está caliente y relaja todos mis músculos.

Me siento sucia, asquerosa y frustrada. Cuando Nick pasa sus manos por mi cuerpo, lloro. Lloro por los recuerdos de aquellos hombres y sus actos. No puedo pensar la posibilidad de que me hayan violado. No siento dolor en esa zona, pero, seguro que será porque todavía estoy bajo el control del medicamento.

—No llores, bebé. Lo arreglaré, te prometo que lo haré.

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¿Amor? Antes me tiro por la ventana. {NG} [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora