Boda no deseada

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Estaba al borde de la depresión. 

Esa parte de ella que siempre fue resignada le estaba ayudando a sobrellevar las cosas un poco. Mientras apretaba fuertemente, con ambas manos, la falda de su vestido blanco de seda, trataba de contener las ganas de salir corriendo o de tirarse al piso. Sentía que su pecho dolía como jamás lo había sentido, sus piernas apenas le respondían. Estaba casi segura de que le dolían cada que quería dar un paso. 

¿Cómo podría salir y dar la cara en ese estado? Los zapatos le apretaban a pesar de que habían sido moldeados especialmente para sus delicados y pequeños pies; el vestido le estaba impidiendo respirar, aunque fue confeccionado a su medida; el velo le estorbaba y la bonita tiara plateada que le mandó a hacer su padre, como regalo de bodas, estaba tratando de atravesarle la cabeza... o al menos así se sentía.

Temblaba. De verdad quería ser fuerte, pero en ese momento se estaba sintiendo muy miserable, impotente y furiosa.

Tocaron la puerta. 

–Hinata ¿Estas lista? Hiashi-san está esperando para llevarte.

Quería gritarle a Sakura que no estaba lista, que se fuera y la dejara sola... pero tenía un deber, su padre estaría muy decepcionado y furioso, el futuro del negocio familiar dependía de ella y de aquel que la estaba esperando, quizás con las mismas emociones que tenía ella.

Respiró hondo y pensó en todo lo que valía su familia para ella, en que quizás no era tan malo lo que estaba pasando. Podía ser que el que era el amor de su vida jamás le hubiera puesto atención. A pesar de que se le había declarado una vez él no había dicho nada. Ya nada importaba con respecto a sus relaciones amorosas... aunque solo tuviera 22 años y una vida por delante.

–Enseguida salgo.

Contuvo la respiración y se dirigió a su nuevo destino.

Después de ahí el camino al altar pasó como un rayo, tenía solo pedacitos de memoria donde no había hecho nada por retener todos esos recuerdos; su padre sonriéndole y mirándola orgulloso. Sus amigas entre felices y tristes. Las enormes y bellas puertas de la iglesia de madera con grabados, abriéndose de par en par. Finalmente, su prometido, al final de un largo camino que estaba decorado con una bella alfombra roja. Él llevaba un traje blanco, tan blanco como lo era su vestido de novia. Su cabello largo estaba agarrado en una cola de caballo que empezaba abajo de sus hombros, lo llevaba completamente recogido, con la frente y las cienes despejadas. Se veía guapo, porque siempre lo había sido y la miraba con tranquilidad, como analizándola, como tratando de procesar todo lo que estaba pasando de la mejor manera posible. 

De repente ya estaba de pie frente a él. Otra vez sus piernas estaban temblando, su corazón latía a  mil por hora, sus mejillas ardían, no podía despegar los ojos de los del hombre frente a ella y él hacía lo mismo.

La voz del clérigo se escuchaba tenue, como si estuviera muy lejos y susurrando, a pesar de que se encontraba frente a ella. Prestaba poca atención a lo que estaba pasando a su alrededor, se sentía perdida, contestaba mecánicamente.

–Acepto.

–Acepto –contestó él–.

–Los anillos.

Cálido, frío. Así había sido la sensación en ese momento; las cálidas manos de él habían tomado su mano y habían colocado en su dedo un hermoso anillo de plata con incrustaciones de pequeños diamantes, pero estaba frío y esa sensación le llegó hasta la espalda atravesando su corazón antes.

–Puede besar a la novia.

En esos momentos se sentía como un zombie. 

De nuevo esas cálidas manos la tocaron, una en su hombro, otra en su mejilla, con delicadeza. Cerró los ojos, abrió los labios y casi se le doblan las rodillas cuando sintió los labios de él sobre los suyos. 

Hasta que la muerte los separe - NejiHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora