Narrador omnisciente:
Todos experimentamos alguna vez la necesidad de ser reclamado por algo o alguien. Que nuestra existencia tenga tanta valía como para que se arriesguen a ir por ti y solo por ti. Tener la certeza de no ser dejado de lado es una de las cosas más fascinantes que, desgraciadamente, la mayoría no experimentamos.
Vivimos con el temor de ser abandonados y éste se vuelve tan fuerte, que nos termina por arrebatar nuestra felicidad, entrando en un estado de ansiedad extrema.
Lidiar con la soledad y, a la vez, con tus propios problemas, requiere de mucho valor y resiliencia. Solo nosotros seremos capaces de decidir si salimos de ese hoyo negro, o nos quedamos dentro. Buscar ayuda nunca estará condenado, pues quiere decir que por fin podemos exteriorizar, aunque sea a un desconocido, nuestros problemas; lo que no nos atrevemos a decir, pero que nos está matando de a poco.
Así mismo, perdonar a quienes te causaron tanto daño, es un acto de liberación. No somos más ni menos por dejar ir lo que nos afecta. Lo que importa siempre será obtener paz mental.
Somchai cierra el libro que hasta hace unos segundos se encontraba leyendo, estaba tan absorto en su lectura, que no escuchó el llamado de su madre. La mujer lo miraba como siempre, decepcionada y con un destello de rencor brillando en sus castaños orbes.
Él era un chiquillo de 11 años, pero lo sabía, era plenamente consciente de cómo lo veía aquella mujer, a quien se le atribuye el darle la vida. Más bien, la escuchó hablando por teléfono con una de sus amigas, citando perfectamente lo que dijo, fue: ¿Sabes? Si yo no hubiese quedado embarazada de ese estúpido hombre, no tendría que estar viviendo de la caridad de su familia, tal vez ahora estaría viviendo en una cálida casa, con un cariñoso marido y un perro para hacerle compañía a la hija que tanto quería tener. La que nunca voy a tener. Es una lástima que haya dado a luz a un niño inútil. Su familia solo lo va a usar para después darle el cargo a otro, al parecer ya tienen en el punto de mira al hijo de Fabrizio.
El pequeño desconocía quien era Fabrizio y su hijo, no le habían permitido conocer a su familia, ellos vivían aislados en una sombría mansión que daba la apariencia de haber sido abandonada. No tenía amigos, ni vecinos, ya que ésta quedaba a las afueras de la cuidad; y un maestro era el encargado de enseñarle los días de semana, nulificando su capacidad de socializar.
《Visto así, de verdad soy un completo inútil》. Pensó recordando sus experiencias. Bajó la mirada hasta clavarla en sus pequeñas manos unidas, su color blanco era igual o peor que el de un fantasma, siempre estaba encerrado en la biblioteca o en su cuarto y cuando llegaba ese único día en el mes en el que por fin podía salir a jugar en el jardín, lo aprovechaba al máximo. El sol a veces resultaba un poco chocante, pues el escozor provocado en su piel era un tanto doloroso, aunque soportable.
Esa era su vida, estar encerrado. Vida que no lamentaba tanto, puesto que agradecía profundamente tener un plato de comida en la mesa y un techo donde dormir. Eso era suficiente.
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El chico de los suéteres.
Teen FictionEthan es un chico que asiste a la preparatoria 3 días a la semana: lunes, miércoles y viernes. Marco se interesa por este extraño hecho ya que sus maestros actúan como si fuese normal el que no vaya a clases dos días. Así es como él decide acosar...