Capítulo 8. Su pasado, presente y futuro.

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Muchas veces confundimos nuestro pasado con nuestro presente, pensando que vamos a caer una y otra vez en el mismo error, sin darnos cuenta de que ya aprendimos

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Muchas veces confundimos nuestro pasado con nuestro presente, pensando que vamos a caer una y otra vez en el mismo error, sin darnos cuenta de que ya aprendimos. Somos capaces de escoger correctamente lo que deseamos para nuestro futuro, ya sea vivir bien o mal. Siempre llega el momento de hacerte cargo de todas tus acciones pasadas y conforme a eso, podrás emitir un juicio correcto sobre lo que quieres olvidar, mantener y contruir. Así es como formamos nuestro pasado, presente y futuro.

Si hay una definición en la que encajo correctamente, es en ser un cobarde. Encerrrandome en una perfecta coraza para que nadie me lastime, alejando a todos e ignorando mis verdaderos problemas para no hacerme líos innecesarios. Desde que tengo uso de razón, siempre he sido así, dejando a otros mis responsabilidades, esperando que otros hagan las cosas por mí. Un ser completamente patético.

Justo ahora estoy esperando a que venga alguien para salvarme. Que llegue él para que podamos hablar. Estoy harto de mi incompetencia respecto a la toma de decisiones en mi vida. Todo fue un plan para que no no me tenga que mover de mi asiento y espere—como siempre—que otros lleguen a resolver todo por mí. Emily iba a sacarle la verdad a Marco, preguntarle el motivo de su acercamiento, de su beso. Cuando ya haya obtenido la respuesta, sea favorable o no, lo animaría a venir, y sí, ya viene.

—Todo va mal —suspiro.

—Tienes toda la razón —escucho su voz y en segundos recupero la postura recta que debo tener.

—¿Q-Qué haces aquí? —finjo sorpresa.

—Debemos hablar —nos señala—, las cosas no van a seguir así —desvía la mirada—. No ha pasado ni un día, pero somos compañeros de trabajo y de clases, no podemos hacernos tontos con el tema.

—Tienes razón —susurro. Tengo un mal presentimiento.

—¿Qué te parece tomarnos un día libre y huir del trabajo? —sonríe de lado.

Dios, yo muero por esas sonrisas que da. Provocan un mini paro cardíaco en mi corazón y a la vez mariposas en mi estómago, toda una faena de emociones solo por un gesto.

—Si el hijo de la dueña me lo pide, no hay nada que pueda decir al respecto. Debo obedecerle —alzo una ceja con una mano apoyada en mi cadera.

—Vamos, he tomado prestadas las llaves del auto —sacude el objeto.

—Vamos, he tomado prestadas las llaves del auto —sacude el objeto

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El chico de los suéteres.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora