Capítulo 4. Una luz en la oscuridad.

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Miro a mi hermano salir de casa, con expresión cansada, frustrada

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Miro a mi hermano salir de casa, con expresión cansada, frustrada. Comparto su sentir, es desgastante abandonar tus días de estudio por ir a trabajar ya que si no lo hacemos, no comemos. Nuestro padre trabaja, pero su dinero lo gasta en alcohol y mujeres.

Cuando llega golpea a mamá tanto, que cuando éramos pequeños la mandó varias veces a el hospital que es casi un milagro el que ella esté con nosotros.

—Cuídate, Natz —lo despido con una mano en el aire.

—Lo haré, espero encontrar uno bueno esta vez —alza un puño en el aire.

Bajo la mirada, impotente. Odio el que mi hermano pequeño vaya a luchas callejeras por obtener un ingreso extra, uno para comprar cosas que necesita más allá de la comida. Odio ser tan delgado como una pajilla, a veces quisiera solo morir, soy un inútil, he fallado como hermano mayor. No lo protejo, no lo proveo el dinero suficiente a pesar de tomar 3 trabajos, la paga es una miseria, un mero chiste.

—Hijo —llama mi madre.

Volteo a verla y debo cerrar los ojos ante la atrocidad que tengo en frente.

Sus ojos tienen morados que a penas cubre el maquillaje, su labio inferior está partido, el pómulo derecho no puede estar más hinchado porque explotaría. Su mirada, esa mirada de soledad, vacío, dolor y angustia es tan fuerte, sin evitarlo, aparto la mirada. Es tan intenso que atino a huir solamente. 

Corro a la parada para irme a la escuela de una buena puta vez y no comerme la cabeza ideando planes.

Intentando escapar de este horror llamado vida, que de ello no tiene nada. Respiro tratando de calmarme, necesito no reflejar mi angustia ni dolor. 

—Buenos días, Ethan —grita la señora del supermercado, sonrío correspondiendo al saludo.

—Buenos días señores Wagner —saludo a la pareja de ancianos que nos ayudó cuando pretendíamos escapar de mi padre.

—Ve con cuidado pequeño, cuando llegues de clases pasas a nuestra casa, tengo un nuevo suéter —informa con alegría pura.

—Lo haré —prometo.

Gracias a ella tengo algo para llevar en la parte superior de mi cuerpo y no son camisas desgastadas, ella desde que la conocí, me regala suéteres y a mi hermano le da camisas de botones con diseños muy bellos. Definitivamente estaré eternamente agradecido por su ayuda y amor hacia nosotros.

Detengo mi carrera cuando la visualizo a lo lejos, reduzco la velocidad hasta caminar con normalidad, así como mi respiración. Miro el reloj en mi muñeca, he llegado 10 minutos antes.

—Ethan —escucho a Marco pronunciar mi nombre.

—Hola —sonrío, siendo una sonrisa sincera y no por fingir estar bien para no preocupar a otros con mis problemas.

El chico de los suéteres.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora