♥Capitulo 27 ♥ Enfermedad

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Le comenté todo a Handan y se puso realmente contenta, nunca espere tener una amiga tan leal.

Luego fui corriendo a contárselo a nuestro sultán, fui por aquellos pasillos que hoy parecían tener más color que nunca y al llegar a la puerta, el guardia no me permitió pasar.
—El sultán está ocupado con la madre Sultana, vuelva más tarde.
Era una noticia muy importante y no podía simplemente volver más tarde así que me quedé esperando en la puerta hablando con el guardia y esperando que se desocupe.

Luego de un buen rato, sale la madre Sultana muy seria, hago una reverencia pero ni siquiera me miro esta vez.
A lo que le pregunte al guardia si ya podía pasar y el prosiguió a preguntarle al sultán, el cual me dio permiso.
Entre y lo vi, estaba notablemente triste, tenía lágrimas en los ojos.
Nunca lo había visto así.

—Pasa Kader... Ven siéntate ...- Me dijo aún con aquellas tristes lágrimas.
—¿Que sucede majestad? ¿Pasó algo?
—Es mí madre... Ella ... No está bien.
—¿Cómo...?
—Ella tiene una enfermedad muy grave Kader, no estamos seguros de cuántos años o meses le quedan de vida, podrían ser semanas.
Simplemente miré a mí vientre y pensé en que no es el mejor momento para contárselo.
Así que solo toque su brazo, descaradamente y lo console, me quedé junto a él mientras el me comentaba las cosas que había vivido junto a ella cuando era pequeño, me quedé hasta tarde y dormimos juntos.

Pobre mí amado, pensé mientras lo veía dormir tan plácidamente. La madre Sultana es una mujer demasiado grande ya, y al estar anciana comienza a enfermarse.
Comencé a pensar en que sera su enfermedad. Supuestamente algo que no tiene cura.
Si estuviera en el mundo de dónde vengo, osea como mil años hacia el futuro, quizás ella no tendría que morir y podría hasta curarse.

Comencé a acariciar su rostro, a observarlo y solo puedo pensar en cuanto lo amo y en la felicidad que le dará cuando sepa de nuestro nuevo bebé.

Al otro día él tuvo que irse temprano pero me dejó durmiendo en su cama, me levanté y fui hasta mis aposentos, no había nadie y me pareció extraño así que comencé a llamar a Handan por todos lados.
No aparecía por ningún lado y sin embargo de repente apareció de la nada la Sultana Melek.
—Seguramente ya sabes del estado de la madre Sultana.
Me asusto y pegue un pequeño salto.
—Disculpe sultana, me sorprendió , no la esperaba aquí.
—¿No me respondes?
—Ah... Si... Estoy enterada.
—Si la madre Sultana muere, no intentes competir conmigo, perderás.
—¿A qué se refiere? No logro entender.
—Cuando ella muera, yo seré jefa del harem, y probablemente lograré echarte al viejo palacio.
La miro y apretó los labios.
—Yo solo quiero estar con mí sultán, no me interesa ese puesto, pero quiero que sepa, que ni aunque usted tenga todo el poder del mundo, jamás podrá alejarme de el o hacer que deje de quererme.
Se acercó hacia a mí, y al estar al lado mío susurro.
—Ya veremos... Por cierto... Felicidades por el embarazo... Veamos cuánto dura.
La mire sorprendida y simplemente se fue.
Comencé a buscar a Handan por los aposentos de otras concubinas y la encontre en los viejos aposentos de Hatice que estaban inutilizados.

Estaba desmayada completamente inconciente, tenía unos moretones y caía sangre de su cabeza.
Logré levantarla y grite por ayuda, unos eunucos me escucharon y ayudaron a llevarla junto con la doctora.
La doctora nos afirmó que fue golpeada y que quizás no despierte.
Mí mundo se derrumbó y comencé a llorar. No sabía qué hacer o a quien culpar, aunque era muy obvio que había sido la Sultana Melek.

Me quedé a su lado, me encargue de que el sultán supiera por otras personas lo que había sucedido con Handan.
El sultán aparece en aquellos aposentos donde estaba Handan, y me observa llorando sosteniendo la mano de ella.
—Tranquila Kader, estará bien, encontraremos al culpable...
Me abraza cálidamente.
Aún así yo sigo llorando porque temía perder a mí mejor amiga.
No podía creer lo que la Sultana Melek era capaz de hacer por poder.
No lograba entender que fue solo por poder, ni siquiera por amor o algún motivo más importante.

Mí sultán se fue, me sentí algo mal por no prestarle atención como debía , pero estaba demasiado triste por ella y no podía pensar en otra cosa en aquel momento.
Unas largas horas habían pasado y me estaba quedando dormida, sentada al lado de ella, cuando escucho una leve voz.
—Agua...
La vi, y estaba despierta.
Me levanté rápidamente y grite a la doctora para que viniera, y corriendo le servi agua.
—Handan... Ay por ala, espero que estés bien.
La doctora llegó corriendo también y la reviso. Handan va a mejorar, es una mujer fuerte y lo lograra.

Diario de un palacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora