No soporto las náuseas. Odio con toda mi alma vomitar, y no he dejado de hacerlo en toda la mañana. Louis está entrenando y a mi me ha dejado en casa después de asegurarse de que desayunaba en condiciones. Y ahora estoy en el baño expulsando todo lo que comí.
También odio estar encerrada sin poder hacer nada. La casa está reluciente gracias a la asistenta, así que ni siquiera puedo limpiar. Me aburro como una ostra, pero eso al señor mandón no le importa.
He llamado a mis amigas para que me hiciesen compañía, pero no pueden venir hasta dentro de un par de horas más. Así que me siento en el sofá a leer un rato con la esperanza de que el tiempo pase más rápido.
Los ojos me pesan, y el libro no consigue engancharme, así que termino quedándome dormida en el sofá.
Un sonido metálico me despierta. La puerta principal se abre y Louis entra acompañado de su amigo Harry.
—¿Cómo estás? ¿has comido algo? —me pregunta Louis en cuanto me ve. Bufo.
—No tengo hambre.
Niega y se va al dormitorio, Harry se sienta en el sofá y me sonríe.
—Tenle paciencia, no sabe como comportarse ante una situación así. Solo quiere hacer las cosas bien —dice.
Suspiro. Esta situación no es fácil, ni para él, ni para mi. De un día para otro nuestras vidas dieron un giro completo. Nunca pensé que me vería en un lío como este. No estaba en mis planes tener hijos, al menos no tan pronto, lo que sí tenía claro es que el padre de mis hijos sería un hombre al que amase y que me amase, no el primer desconocido con el que tuviese un desliz. Pero es culpa mía, no del bebé, y tengo que asumir las consecuencias. Y joderme por tonta.
El timbre la puerta suena, y Louis grita diciendo que abre él. Pero me levanto corriendo porque sé quienes son. Cuando llego, un Louis ya cambiado, había abierto. Sonrío y abrazo a Kat y a Lynn. Las invito a pasar y Louis me mira con las cejas alzadas.
—Son mis amigas —le digo. Él asiente y cierra la puerta.
Presento a las chicas a Harry, quien se muestra encantado en presencia de compañía femenina. Me río al ver como coquetea con ellas.
—No pierdes el tiempo ¿no? —digo riendo. El sonríe y se encoje de hombros.
—Bueno, nosotros os dejamos —dice Louis. Harry se levanta del sofá, les lanza una sonrisa no apta para cardíacas, y se va con Louis.
Me siento en el sofá y suspiro. Kat y Lynn se sientan cada una a un lado. Y me miran.
—¿Qué?
—¿Cómo que qué? —pregunta Lynn con una ceja alzada.
—Lo tuyo ha sido un braguetazo en toda regla. ¡Qué hombre! dime dónde lo conseguiste que quiero uno igual —dice Kat—. Aunque bueno, si su amigo está soltero también me conformo.
—No tengo ni idea de si Harry está soltero, y te aseguro que no querrías a uno como Louis. ¡No hay quién lo aguante!
—Pero si es un encanto —dice Kat.
No, no es un encanto. Es guapo, muy guapo, pero eso es todo pantalla. En realidad es un amargado que busca agriarme la existencia con su sobreprotección y sus tonterías. Y además ¡no se soporta ni él mismo!
—Pues puedes quedártelo, no lo aguanto —digo cruzándome de brazos enfurruñada.
Hablamos un rato más de cualquier tontería. Hasta que es la hora de comer. Como siempre, no tengo hambre, solo pensar en comer me da asco. Las malditas nauseas no me dan una tregua. Kat pide una pizza grande, que acabaran comiéndose entre las dos porque desde luego no pienso probarla.
—De verdad, Julia, deberías comer algo —dice Lynn tendiéndome un trozo de pizza. Yo niego con una mueca.
—Necesito algo que me quite las jodidas náuseas —respondo. La puerta se abre y Louis y harry entran en casa.
Louis tare un libro en una mano. Raro, nunca pensé que a Louis le gustase leer. Y en la otra mano trae una bolsa. Se acerca a mi, saca un botecito de la bolsa y me lo tiende.
—Toma, tienes que tomarte una de estas cada día.
—¿Qué es eso? —pregunto.
—Ácido fólico. Aquí dice que las mujeres que toman cuatrocientos microgramos diarios de ácido fólico durante la primera etapa del embarazo tienen un setenta por ciento menos de riesgo de que el bebé tenga problemas en el tubo nueral —dice mostrándome el libro.
—Ajá, ¿al menos sabes lo que es el tubo neural?
—Pues claro que lo sé, en el libro dice que la columna vertebral y esas cosas —bufo, no me va a dar un minuto de paz en lo que me queda de embarazo.
—También te he traído galletas de jengibre, ayudan a asentar el estómago y disminuyen las náuseas —eso si me gusta, le saco las galletas de la mano y cojo una—. Tómate una cada día y te sentirás mejor.
Harry, Kat y Lynn nos miran llenos de diversión. Louis se calla y mira en la misma dirección que yo y frunce el ceño.
—¿Y a vosotros qué os parece tan gracioso? —espeta.
—Tú. Joder, nunca pensé que te vería actuar así, te estás volviendo loco o algo —dice Harry.
—No me toques los cojones ¿quieres? —gruñe Louis.
Harry y las chicas se van poco después. Louis, prácticamente, me obliga a comer y yo obedezco para no discutir. Milagrosamente esas galletitas de jengibre sí funcionaron y ya no sentí náuseas durante el resto del día.
A las nueve me di una ducha y rebusqué entre mi ropa buscando un vestido. Encontré uno negro y me lo puse. Me peiné y maquillé y ya estaba lista. Agarré mi bolso y caminé hacia la salida.
—¿A dónde crees que vas? —escucho a Louis. Me doy la vuelta y está parado detrás de mi con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—Voy a salir con mis amigas.
—No —¡venga ya! no puede decidir por mi.
—Mira Louis, lo que yo haga o deje de hacer no es problema tuyo, y si quiero salir con mis amigas a un bar y bailar con cualquiera lo haré. Y si quiero irme con algún hombre a casa también lo haré y tú no podrás impedirlo.
—Mientras estés embarazada de mi hijo harás lo que yo te diga. No te vas a acostar con ningún gilipollas mientras estés esperando a mi hijo.
—También tengo mis necesidades —no pienso permitir que me fastidie la noche. Voy a salir con las chicas y voy a divertirme.
—Necesidades... —susurra. Camina lentamente hacia mi, yo doy un paso atrás, y luego otro, hasta que choco contra la puerta. Me agarra de la cintura y acerca sus labios a los míos—. Yo puedo hacerme cargo de tus necesidades.