Por la noche me despierto al escuchar voces en el salón. Me levanto de la cama, me pongo una bata y salgo al pasillo. Desde la puerta del salón veo a Louis y a otros cuatro chicos más, están viendo un partido de fútbol en la tele, mientras beben cerveza. Uno de ellos, rubio, me mira y se echa a reír.
—Vaya Louis, no nos dijiste que estabas acompañado —le dice palmeandole la espalda. Louis se da la vuelta y frunce el ceño cuando me ve.
—¿Qué haces levantada? deberías estar durmiendo —me dice.
—No tengo sueño —respondo caminando hacia el sofá, donde me siento. A mi lado hay un chico de pelo rizo.
—¿Quién eres tú, preciosa? —me pregunta el chico. Louis bufa y se pone de pie.
—Ella no está en el mercado, Harry —responde Louis.
—No me digas que ya te has echado la soga al cuello, porque no me lo creo —dice otro de ellos. Es moreno y tiene todo un brazos lleno de tatuajes.
—Louis y yo no somos nada, simplemente vamos a tener un hijo, pero eso es todo —y entonces todo se queda en silencio, pero enseguida se echan todos a reír.
—Muy buena broma, sí señor —dice el rubio.
—No es broma, Julia está embarazada. Voy a ser padre —confirma Louis haciendo que todos dejen de reír.
Todos parecen sorprendidos. Desde luego con la vida que lleva Louis debe de ser difícil asimilar que va a tener un hijo, pero también debido a su vida de PlayBoy no me extrañaría que tuviese algún otro niño más por ahí, y él ni siquiera lo sabe.
—¿Estás hablando enserio? ¿Vas a tener un hijo? —el último de los chicos habla. Louis asiente y ninguno puede creer lo que están escuchando.
—¡Me pido ser el padrino! —exclama ¿Harry? bueno, el de los rizos.
—¿Y qué va a ser? ¿niño o niña? —pregunta el rubio. Los amigos de Louis son bipolares o algo así, ¿cómo pueden pasar de estar sorprendidos por la noticia a querer ser padrinos del niño en tan solo unos segundos?
—Todavía es pronto para saberlo, habrá que esperar unos meses más —respondo con una media sonrisa.
—¿Y ya habéis pensado como le llamaréis? Liam es una buena opción —dice uno de ellos.
—No, Liam, no le voy a poner tu nombre a mi hijo. Además, primero habrá que saber que será, digo yo ¿no? —responde Louis.
—Pues a mi Liam me parece un nombre muy bonito —digo haciendo que el chico sonría.
—Tu novia me cae bien —le dice a Louis, el cual bufa. Como le gusta bufar.
—No es mi novia —responde.
—Bueno, lo que sea —dice el tal Liam. El rubio me tiende unas patatas.
—¿Quieres? dicen que las embrazadas suelen comer mucho.
—No, gracias. Últimamente todo me da asco —y solo el olor ya me provoca nauseas, cosa que odio con toda mi alma.
Bueno, al parecer los amigos de Louis no son tan... ¿gilipollas? En el fondo son buenos chicos. Pasé un rato más con ellos, quienes ante mi presencia dejaron de prestar atención al partido de fútbol que echaban por la tele. Y cuando me aburrí, me fui a dormir. Ellos todavía se quedaron un rato más, y ya era muy tarde cuando Louis se metió en cama.
Por la mañana me desperté al escuchar el sonido del despertador. No me había acordado apagar la alarma del móvil. Tengo cita médica, pero eso no es hasta las diez y media, y todavía son las ocho. De todas formas me levanté y me di una ducha. Y desayuné, sola otra vez, Louis seguramente se había ido a entregar, que menudas ganas tiene que tener después de haber trasnochado.
Hice tiempo leyendo un libro hasta que llegó la hora de marchar. Cogí el juego de llaves que Louis me dio y salí de casa, pero cuando iba a entrar en el ascensor me choqué con él.
—¿A dónde vas? —me pregunta.
—Al médico —respondo guardando las llaves en mi bolso.
—¿Por qué? ¿te encuentras mal?
—No, tengo cita para ver como va el bebé.
—Bien, pues entonces te acompaño —entramos en el ascensor y nos ponemos en marcha.
Cuando llegamos, la sala de espera está llena de mujeres en distintas etapas del embarazo. No puedo creer que en apenas unos meses voy a estar como ellas. Todavía me cuesta asimilar que voy a tener un hijo.
Louis agarra mi mano y nos sentamos a esperar a que nos llamen. Está nervioso, y no deja de morderse las uñas. Aprieto su mano para que se tranquilice. Si para mi esto no es fácil, no quiero imaginarme como será para él.
—Tranquilo, hombre, que no es para tanto.
—Estoy tranquilo.
—Se nota —digo con ironía.
Pasan unos minutos más hasta que por fin me llaman. Entro en la consulta con Louis detrás. Eric me saluda. Eric Peterson es amigo mío desde hace algunos años, acaba de entrar a trabajar en el hospital y he decidido que él sea quien me atienda durante mi embarazo. Básicamente porque confío en él más que en nadie.
—Veamos como está tu bebé —me pide que me levante la blusa y me tumbe en la camilla, él enciende un monitor, extiende un gel sobre mi vientre y poco después estoy viendo a mi niño el la pantalla. Es diminuto. Mis ojos se llenan de lágrimas, no puedo creer que esa cosita sea mi hijo.
—¿Cuando podremos saber si es niño o niña? —pregunta Louis.
—En tres meses más o menos, con un poco de suerte, nos permitirá ver su sexo.
Después limpio los restos de gel con un papel y me pongo de pie. Un error por mi parte, ya que me mareo. Eric y Louis me sostienen. Sus miradas se cruzan y sus expresiones se volvieron rudas, como si ambos estuvieran en una competición.
—Me alegra que hayas tomado la decisión correcta, Julia —me dice Eric. Le sonrío, me pongo mi chaqueta y Louis y yo salimos de la consulta.
Caminamos por los pasillos de la clínica, hasta el coche. Louis va serio.
—¿Y ahora qué te pasa? —pregunto.
—¿De qué conoces al doctor y por qué tengo la impresión de que trata de meterse en tus bragas?
—Eric es mi amigo, y para que lo sepas, él fue quien me aconsejó contarte la verdad.
—Eso no quita que quiera... —pero lo interrumpo.
—¡Por Dios! Eric es mi amigo, y punto.