Capítulo VI

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La hora de ir a la escuela se acercaba rápido, era viernes y todos lo sabían. Laito y Ayato saldrían a un bar, Kino iría a jugar con su celular y Shu dormiría más que sus doce horas diarias. Los demás descansarían de las tareas normales. Mientras pensaban en qué hacer luego, la pequeña trataba de colocarse las medias mientras buscaba su zapato derecho, pues Aki estuvo de travieso y se llevó el calzado de su ama para luchar con sus cordones. Narumi chasqueaba la lengua esperando que el gatito asomara la cabeza para poder capturarlo y encontrar su última pieza del uniforme.

Una cola salía debajo de la cama, Akí la movía feliz. Noihara se acercó y tomó al felino que se encontraba mordisqueando el cordón. Ella se rió mientras se lo quitaba y se calzaba. Bajó a la mascota, le dejó alimento y se dirigió al coche que la esperaba para dirigirse al colegio. Se sentó al lado de su mejor amigo y se recostó en su hombro, colocándose al igual que él los auriculares. Shu sonrió por sus adentros y Reiji suspiró, no quería que la nueva novia sea “vaga”.

—¡Narumi, mira, tenemos quinientos veintitrés likes! No puedo creer que seas más famosa que yo… ah, cierto, estoy yo jajaja —dijo soberbio, pero ella le mandó un mensaje como para calmarlo:

“Obviamente, Kino es muy lindo. Es tan lindo que me dejará dormir antes de llegar a la escuela”.

Kino sonrió ante el mensaje halagador y cedió ante el deseo de descansar de la joven. Narumi volvió a recostarse sobre Shu y se durmió suavemente. Pasados unos minutos ya habían llegado. El rubio sacudió suavemente a la muchacha que se había quedado dormida profundamente.

—Despiértala ya. Llegamos tarde por su culpa —dijo el de lentes bajando.

—No seas así —habló el adormilado y volvió a sacudirla hasta que abrió los ojos—. Llegamos.

Noihara se levantó tambaleándose y se bajó del automóvil como si se cayera de un precipicio. En ese momento, alguien estiró su brazo y logró atajarla y evitar su caída. Ella levantó la cabeza y se encontró con unos ojos marrones llenos de molestia. La joven del mismo color de ojos se enderezó ante su presencia.

—No te caigas así, parecerás ebria —le habló y se fue.

Shu la tomó del hombro y le indicó que vaya a su clase, porque iba a llegar tarde siendo humana. Este comentario le molestó, pero decidió guardárselo en su mente, de igual manera, más que en un mensaje, no lo expresaría… ella sabía lo horrible que es no poder decir lo que piensa.

Entró a su clase y se sentó en su típico asiento, al lado de aquel chico que la salvó. La clase de matemáticas transcurrió de manera aburrida. El profesor realizó unos cuantos ejercicios. Todos estaban ya en otros pensamientos, el dicho es cierto: el café sabe mejor los viernes. El profesor, al ver tanta charla, siguió agregando ejercicios y eran obligatorios hacerlos en el pizarrón. La voz de todos cesó en cuestión de segundos, parecían unos muñecos de lo asustados que estaban cuando el profesor comenzó a escribir de nuevo, sabían que si uno se equivocaba, los veintidós cobraban la tarea extra. El silencio y el terror de las futuras notas reinaron en el aula, era como una caída libre en medio del vacío.

El profesor pasó fila por fila mirando a cada uno, esperando que uno se levanté a hacer el ejercicio. Narumi giró su cabeza a la izquierda y se encontró con su compañero acostado en el banco. El profesor se acercaba y seguramente lo retaría, en la semana le habían advertido que si ese alumno seguía así, lo expulsarían. Noihara le tiró papeles, su goma y hasta un lápiz.

—Yuma-san, ¿no estará de nuevo tomándose una siesta? —dijo acercándose al pupitre de él.

La muchacha quería devolverle el favor a Yuma por haberla ayudado así que garabateó unas cuentas rápidas en un papel y  se animó levantando su brazo con desespero. El profesor cambió su dirección para mirar a Noihara que parecía, ante sus ojos, entusiasmada por la clase.

Notas Doradas [Diabolik Lovers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora