Capítulo X

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Los fuertes brazos de Shu abrazaban a Narumi, el cuerpo de ella seguía temblando pero de forma suave, sin casi percibirse. La música que emanaba de los auriculares enmarcaban la situación con una silueta infantil: una niña que buscaba protección ante el abrazo de una persona especial. Los ojos de Shu no se apartaban del rostro de su acompañante. Le daba curiosidad aquella escena, el saber qué era realmente lo que la molestaba e inquietaba en esas pesadillas. Sin embargo, no todo era bueno. Su garganta comenzaba a reclamar aquel líquido vital, lo requería con gran poder. Decidió sobre pasar la sed e irse con otra persona que pueda saciarlo, no quería despertarla ahora que se había calmado.

Caminó por las calles de Osaka, sin retornar en la luna menguante que lo acompañaba. Se sentía como un idiota, su cuello comenzaba a arder, la imagen de Noihara se le aparecía y desparecía en cada momento, ¿estaba bien dejarla en su habitación? Al parecer, en esa ocasión era lo mejor que hubiese hecho.

Divisó a una joven que caminaba cerca de un parque, parecía pérdida en sus pensamientos ya que no notó la presencia del primogénito, quien la tomó del hombro y la mordió en tan solo un instante. La chica comenzó a gritar, pero poco a poco bajó la voz por los mareos que aparecieron como el efecto de un somnífero. Shu no pronunció ni hizo ruido alguno, pero sentía las lágrimas de la joven correr por sus mejillas y caer en su brazo. El viento helado acariciaba el cuerpo de ambos, dejando una imagen sombría para la muchacha, pero una normal para el vampiro.

“Tu libertad termina donde empieza la de otro”

Las palabras que escribió Narumi para que Ayato entendiera su situación se metieron en su cabeza como una bala de consciencia para su actual acto. Soltó a la mujer, que cayó al segundo, y volvió a la mansión saciado de lo que acababa de hacer, pero teniendo una clase de remordimiento. Al teletránsportarse a su habitación, se encontró con la cama vacía y con una niña mirando dos marcos con fotos de lo que parecía ser una antigua novia.

—Creí que estarías dormida —dijo sentándose en la cama.

Narumi trató de contestarle, pero no encontró su celular en ningún bolsillo. Shu, riendo por sus adentros, le entregó el suyo y ella rápidamente tecleó: “No estabas, me preocupé por ti. Creí que estarías a mi lado”. El rubio reaccionó mirando hacia otro lado, ¿aquello era una indirecta, un reto o de verdad se preocupó? Le dio gracia el pensar en la primera opción era obvio que no lo era, y la única que si podía ser era la tercera. Pero… se vale soñar, dicen.

—¿Qué sucede? —le preguntó mientras ella seguía mirando los recuadros y fotos.

La joven castaña señaló un retrato de una mujer bella con ojos celestes y cabellos dorados como los hilos de oro de los propios dioses griegos. La ropa que ella vestía era tan elegante y magnífico que inundaba la vista de la de ojos dulce de leche. La belleza de esa mujer la había petrificado.

—Es mi madre, la segunda esposa de quien te trajo aquí. Murió.

“¿Cómo era ella?” le preguntó dándole el celular.

—Alta, con buena figura. Era muy sobreprotectora y un tanto estricta, pero hace tiempo entendí que lo hacía porque no quería que mis hermanos me pisotearan, además de que soy el mayor. Aunque… prefiero darle el puesto a Reiji —contestó mirándola de reojo—. ¿Y tu madre? —se sorprendió de sí mismo por haber hablado de más y hasta preguntar por algo privado, no obstante, Narumi también lo había hecho.

—… —ignoró la pregunta y siguió mirando las demás y se detuvo en otra. En esta se encontraban Shu y otra joven de ojos rosas y cabello rubio pálido. Lo señaló con su dedo índice, el mayor dirigió su vista para ver lo que ella le indicaba.

Notas Doradas [Diabolik Lovers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora