Capítulo I

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Las hojas caían al compas del viento que las ayudaba a deslizarse en aquel sincronizado y armonioso movimiento. Aquellas hojas, de colores diversos colores desde el amarillo pasando por el anaranjado llegando al ocre, marcaban el hermoso comienzo del otoño. El verano había terminado sin más, una noticia muy buena para aquella familia vampírica que odiaba el calor. A su vez, la última semana de aquel verano les trajo una gran sorpresa: la vigésima octava novia.

Ya era común está escena, "esa persona" la traía, les explicaba cómo era la situación, les pedía que no la matarán y listo, se convertía en una del montón. A ninguno le interesaba realmente ella ni su nombre sabían, lo único que cambiaba era una sola cosa: ella no les dirigía la palabra a ninguno. Ella sólo caminaba de un lado a otro, no luchaba por su vida ni se les rogaba que no la muerdan, solo producía gemidos casi inaudibles. Esto captó la atención de cierto rubio, pero, como siempre, le daba igual.

Se acostó sobre su sofá. Podía escuchar a todos ir y venir: a Reiji enojado por cuestiones de ropa, a Subaru bufando por ahí, a los trillizos molestando a la chica nueva. Nadie le permitía dormir, posición donde se colocaba, era posición donde más escuchaba. Decidió levantarse e irse al bosque creyendo que allí tendría un poco de paz. Al pasar por el pasillo que daba hacia la puerta, observó a los tres hijos de Cordelia mordiendo y tocando a la joven. No quería mirar la escena, pero no pudo evitar mirar los ojos de ella los cuales... ¿estaban cerrados?

-Dejen de torturarla parecen perros alzados —dijo sarcástico y sonriendo a su manera.

—Vamos, Shu, sabemos que quieres morderla —contestó Laito con un tono de voz bastante lascivo.

—Por ahora paso... —no logró terminar la oración cuando notó que la joven abría los ojos y lo miraba fijo—­. Si la matamos ahora será la que menos duró.

Kanato soltó el cuello de la nueva novia.

­­­­­­­—Si muere, ¿la puedo utilizar? —sonrió mostrando sus filosos colmillos.

—Hmph... —se escuchó un ruido proveniente de ella.

—¿Quieres morir por mi mordida o por la de mis hermanos? —preguntó Ayato tomándola del cabello.

La muchacha no contestó... simplemente asentía y se veía en sus ojos el temor que sentía en ese momento.

—¡Habla! —gritó Kanato.

Ella intentó señalar algo en su cuello, pero Laito tomó su mano y la mordió.

— ¿Te comieron la lengua los ratones? —le preguntó el pelirrojo bastante irritado, la paciencia no era su fuerte.

Esta vez, ella negó con la cabeza. Eso estaba carcomiendo la cabeza de Kanato que cada vez era peor. Volvió a tomarla por el cuello y Ayato mordió el brazo de ella.

Shu notó algo bastante raro. Ella seguía insistiendo en señalar su cuello. Esto le estaba causando una gran intriga, pero ¿qué era lo que quería mostrar?

El rubio se había cansado completamente de ver como ignoraban lo que ella quería decir o mostrar y una pequeña hipótesis se originó. Dio unos pasos hacia la escena y los miró de reojo a los cuatro.

—Ya es la hora de ir al colegio, vayan a preparar sus cosas —dijo entrecerrando los ojos.

—Jajaja es raro ver a Shu preocupándose por nosotros —dijo Ayato burlándose.

—No me preocupo por ustedes, simplemente no quiero escuchar a Reiji —se acercó al pelirrojo—. Y lamentablemente, soy el primogénito —se marchó por donde vino.

—Idiota —Ayato decidió desaparecer. Los demás hicieron lo mismo, en cambio, la chica se quedó en su lugar mirando como su cuerpo, aún ensangrentado, temblaba.

Caminó despacio a lo que era ahora su habitación. Tocó su collar, hace tiempo que quería mostrarles aquel dije. Se sentó en el suelo sollozando en silencio, pero rápidamente se recompuso. Su padre le había dicho que sería bueno ignorar el dolor y concentrarse en la felicidad, ya que nunca se sabe qué pasará algún día. Aun sabiendo lo difícil que iba a ser estando ahí con ellos, prefirió abandonar todo sentimiento de temor y seguir esperando a su propia suerte. La joven tomó un pedazo de papel y escribió una frase. Pensaba dársela a Reiji ya que le parecía que era una buena opción para que supiera.

Se colocó el uniforme e intentó colocarse unas hebillas pero notó la presencia de alguien detrás de ella. Sus ojos se posaron en la silueta... una silueta ya común para ella: Laito. Él se acercó lentamente hacia la pequeña chica que tan solo tenía diecisiete años.

—¿Por qué no me elijes a mí con respecto a la mordida? Te daría mucho placer —dijo tomando las manos de la joven.

Ella negó con la cabeza. Quería decirle las cosas, pero las palabras no salían. Respiró profundo, tenía que explicarle las cosas... pero no tuvo tiempo.

—Laito, vamos, sino llegaremos tarde—Reiji miró a ambos por sobre los anteojos.

—Seguiremos luego y te morderé para que puedas ver cuánto placer te daré —dijo desapareciendo de su vista.

Rápidamente tomó el papel y se lo quiso entregar a Reiji.

— ¿Una nota? La leeré luego —dijo tomando el papel.

Ella le sonrió, estaba contenta. Él le indicó que bajará y cuando ella no lo vio, tiró el papel.

"Seguro que me pide alguna clase de protección" pensó el de cabello negro mientras bajaba las escaleras.

Subieron hacia aquella limusina. La chica se sentó al lado de Subaru, ella le sonrió, pero él solo chasqueó la lengua ignorándola completamente. Evitó hacer algo para molestarlo y miró hacia otro lado esperando a llegar, cosa que sucedió muy rápido.

Se fue directo a su aula, dando gracias de que no le tocó con ninguno de los trillizos, justo le asignaron el salón 2-D aunque sus cualidades matemáticas y lingüísticas con respecto a su don en literatura, aparte de saber otros idiomas aparte del japonés eran sus fuertes, pero aún así no le permitieron ir al 2-A.

—Señorita, siéntese al lado de Yuma-san y Kou-san —dijo el profesor.

Se sentó al lado de un chico alto de cabello castaño y de un rubio. Ambos muchachos la miraban fijamente, conocían el olor que emanaba de su cuerpo. Ella, incomodada, trató de ignorar la vista de aquellos chicos.

Al terminar la clase, la pequeña se fue hacia el salón de clases de Reiji, esperanzada de que les diga sus hermanos lo que quería que supieran.

—Otra vez tú... —dijo él—. Tengo cosas qué hacer en la biblioteca así que ve a otro lado.

La joven agacho la cabeza sin saber qué expresarle. Llevaba su collar en las manos para mostrárselo, pero se dio cuenta muy rápido de que el de anteojos no había leído el papel.

Caminó por un largo y extenso pasillo. Estaba molesta aunque no lo demostraba, quería pegarle a Reiji aunque no lo aparentara. ¿Cómo podía ser que se esmeró para una buena caligrafía para que él lo leyera y éste ni siquiera echara un ojo?. Apretó el puño enojada, quería gritar. Se metió en la primera puerta que vio.

—... —notó una melodía tranquila que le quitó, en cuestión de milisegundos, el enojo de hace un momento.

Las cuerdas del violín que producían tal sonido eran acariciadas por un joven alto de cabellos rubios que brillaban con la poca luz proveniente de la luna. El salón oscuro daba una sensación... mágica. Shu dejó de tocar junto a un suspiro.

—No seas molesta —dijo él bajando despacio su instrumento.

—...—no respondió. Una idea se le pasó por la cabeza, mejor dicho, una luz de esperanza. Se dirigió con alegría al somnoliento. Estaba muy feliz porque si él sabía su "secreto" era probable que la ayude, una probabilidad mínima, pero una al fin.

— ¿Qué sucede? —le preguntó mirándola estupefacto. Ella se sacó el collar y se lo dio en la mano.

En ese momento, sus dudas se disiparon bastante rápido.

—Con que eres muda... —habló dando una mirada compleja a la medalla de oro.

Notas Doradas [Diabolik Lovers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora