Capítulo XIII

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La nieve caía con suavidad dejando un espectacular paisaje blanco con relieves que encajaban con todas las emociones. Las decoraciones invernales se destacaban en grandes iluminaciones. Las tiendas mostraban los distintos productos para Navidad, para festejar esa hermosa fiesta humana que alegra a las personas y deja por sentado recuerdos inolvidables. Las risas, los comentarios halagadores para los que daban regalos, las reuniones entre amigos, el llanto de alguno, los colores que se apreciaban en cada ropa, cada detalle único de la compañía. Narumi miró el cielo a través de la ventana. Se sentía completamente desconcertada, ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Más de tres meses aquí? Al parecer, así era. Miró sus brazos, ni una marca desde hace tiempo, lo que resultaba raro. Nadie la había mordido por dos semanas. Si se podía expresar felicidad en ese momento, lo haría. Pero no podía. En estos días, a una semana de la gran celebración, ella estaba lejos de su hogar, lejos de su única familia; era consciente de que si se iba de allí, podría ocurrir algo malo. Siempre se quedaba esperando respuestas a través de cartas, no tenía una expresión exacta, sin embargo sonreía con calidez al recibirlas.

Se levantó del suelo, el frío que sentía allí no provocaba nada en ella. Se sacudió la ropa y tomó a Aki en sus brazos. El gatito era un buen amigo y lo que la hacía más feliz que nada en aquel mundo, en especial porque él se lo había regalado. Su pelaje era esponjoso como un peluche además de ser igual de inexpresivo que su dueña. Si bien no tenían muchas cosas, tanto el felino como su dueña trataban de que quien los unió se mantuviera cerca. Acarició su cabeza y sintió como este se volvía meloso y dulce en cuestión de segundos.

—Jejeje —rió mientras ponía su cabeza junto a la de él.

Alguien, detrás de la puerta, contenía por sobretodo su compostura. Era muy tierno para él verla así. Sentía un poco de alegría al ver eso. Sin embargo, muy por dentro, creía que ella se veía como un pájaro enjaulado y lo que le apenaba es que sonriera sin ser libre.

“Tu libertad termina donde empieza la del otro”.

Esa frase era casi un tormento, lo entendía y siempre que podía lo torturaba, era algo inolvidable. Entendía bien todo eso. El beber y hacer sufrir a los humanos era parte de un vampiro. Morder, tomar y apropiarse de su vida… no era nada lindo si lo veía de esa manera.

—¿Shu? —preguntó asomando su cabeza por la puerta.

El nombrado trató de mantener la calma, ¿Cómo hacía para que él no la notara? Llevó su mano a la cabeza de la niña y la acarició. Le daba curiosidad saber si ella estaba feliz o triste pero si alguna de las dos emociones llegaba a expresarse en su rostro, él quería ser el primero en ver sus gestos.

Noviembre pasó con grandes sucesos, no obstante, varias cosas marcaron el mes mucho más de lo que pensaba: Yuma estaba pegado a Narumi más de lo que él podía creer y, para colmo, Kou también comenzó a juntarse con ella en los recesos y de a poco se iban haciendo más y más amistosos. Subaru recibía clases de particular y se notaba que la castaña lo quería mucho ya que siempre que el albino podía resolver algún problema matemático, la joven le acariciaba la cabeza, a pesar de que el menor de los Sakamaki se lo prohibiera, y se encargaba de poner colores y papelitos con apuntes para que él repasara. Luego de todo eso, Yuuri y Kino merodeaban a su alrededor y peor aún, Laito estaba pendiente de ella y le daba siempre algo, la hacía reír y mantenía un margen competente. Lo único bueno es que ni Kanato, Ayato y Reiji la molestaban o le decían algo.

—Quería preguntarte si tienes ham… —tan pronto habló, un sonido raro salió del estomago de la niña—… eso lo responde.

Tomó su mano y la condujo hasta el comedor, abrió el refrigerador y buscó algo para prepararle, pero sus habilidades culinarias eran muy limitadas.

Notas Doradas [Diabolik Lovers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora