Capítulo VIII

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El mes se pasó como arena en el desierto. El otoño se balanceaba en las pocas hojas que quedaban. La niña se quedó en aquella mansión pasando esos días frescos en compañía de Shu, Kino e Yuuri, con quien comenzó a tener una amistad muy reforzada por las personalidades de ambos personajes. Se sentía tan… feliz. Hace tiempo no se sentía tan acompañada, aunque eso tenía el precio de su sangre. Shu, por su parte, rechazaba todos los sentimientos que emanaban de él, emociones que llenaban su corazón, que quería latir en cada momento. Él se sentía atrapado en los pasos de un sí y un no.

Se levantó y se dirigió hacía la habitación de su amiga, tomó al gato mientras se quedaba mirando a su compañera. Ella apretaba las mantas, mientras respiraba profundo. El rubio se acercó por instinto y rodeó el contorno del rostro de ella con una mano. Era tan pequeño y cabía perfectamente en su mano, hasta sobraba un poco. La calidez de su piel llegaba a la suya, haciendo que el cuerpo de Shu se erizara por el contacto.

—No admitiré nada… —dijo sacando la mano—. Pero me supera.

Las últimas semanas, Narumi había estado más cerca de Yuma que de él. Nunca había visto a su anterior amigo siendo dulce y protector con alguien. Shu no entendía de qué se trataba aquella relación, pero de algo estaba seguro: el castaño también se interesaba en ella. Sin embargo, el rubio no se iba a dar el brazo a torcer, ya sea amigos o algo más, Noihara era suya.

—Ya es hora de levantarse. Habrá té con hojas de ginkgo —sacudió su hombro de forma suave.

La joven de iris marrón atrapó la mano de Shu y la abrazó. Esta acción lo tomó por sorpresa, era impresionante que algo tan simple sacudiera sus pensamientos. Jaló su brazo para quitarle su dorso. En ese momento, la muchacha abrió de forma lenta y pausada sus ojos, prestando atención a su acompañante. Se incorporó y bajó sin hacer un gesto, se notaba que no había dormido bien.

Aki descendió del regazo de Shu y siguió a su dueña hasta el comedor. El amo de aquel animal se quedó perplejo por lo sucedido. Se dirigió en donde tomarían el té. Pero se dio cuenta de que la nueva novia estaba charlando con Kino sobre un restaurante donde venden cafés con leche que contenían imágenes de lo que uno quisiera y le propuso ir. Ella asintió ante las palabras del bastardo, según el primogénito.

—Ok, hoy a las cinco de la tarde iremos. Cuando terminemos de tomar y comer iremos a la escuela —dijo besando la mano de la castaña.

El mayor de la familia apretó los dientes molesto. Kino siempre quería llevársela en cada segundo. Si sabía que ella era completamente humana ¿Qué quería él de Noihara? Le daba desconfianza todo aquello.

—Vístete con lo que te regalé la última vez, cuando fuimos al parque. Mm… el vestido negro y los zapatos blancos. Te quedarían hermosos —dijo dándole un beso sorpresivo en el cuello. Shu apretó su puño controlándose, ni él podía creer que su cuerpo reaccionara así. Se dio la vuelta mientras se mentalizaba en que él no sentía nada por esa humana.

“Ella no es nada. Solo una atracción del momento. Soy un idiota, ¿Cómo podría enamorarme de una mortal que no durará mucho?” pensó alejándose a la vez de que se burlaba de sí mismo. “Ya no quiero escucharte, ve con ellos. Seguro que la pasas mejor”.

La tarde llegó rápido ante los ojos de los tres: Narumi, Kino y Shu. La primera se vistió tal y como se lo indicaron; se sentó en el sofá a esperar a Kino quien no se demoró y la tomó del brazo para dirigirse al coche que los esperaba en frente a la mansión.

—Las mujeres primero —dijo haciéndose a un lado.

Ella asintió y miró al hermano de los Sakamaki a los ojos. Notaba algo raro en él. Ella no deseaba interrogar su mente para lograr saber qué sucedía. En el parque, Kino le había hecho una propuesta bastante rara y, a su vez, un rumor raro se esparció por la escuela.

Notas Doradas [Diabolik Lovers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora