Capítulo VII

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—¡Narumi! ¡Narumi! ¡Mi hija! —gritaba un hombre—. ¡Mi esposa! ¡No!

Todo aquello era oscuro, se hundía en la depresión. El aire ya no entraba por sus pulmones. El aire se volvía pesado porque ya no había. Sus manos, que luchaban por sobrevivir, dejaron de moverse. El intento desenfrenado de su cuerpo por vivir y por ayudar se había detenido. Lentamente su corazón y el de aquella persona que intentaba salvarla dejaban de palpitar. Un líquido se fundía con otro.

—¡Narumi! —volvió a gritar el hombre.

Abrió sus ojos de golpe, estaba apretando la ropa de alguien. Levantó la mirada aterrorizada. Sus ojos marrones se fijaron en el iris celeste de otra persona.  Ella estaba temblando como una hoja mecida por el viento. Él sin saber qué hacer la abrazó contra si mismo. Narumi tenía miedo, terror y pánico. La escena de esa pesadilla la estaba marcando. ¿Por qué ahora? Aquel recuerdo que su cerebro había bloqueado fue liberado por su inconsciente a través del sueño. Ella no recordaba que era eso… pero sabía quién era la persona que la llamaba.

— ¿Qué sucedió? —preguntó en su oreja— ¿Una pesadilla?

Ella asintió escondiéndose en entre las mantas. Sentía que eso era lejano, no era normal… no sabía de dónde pertenecía ese recuerdo, esa escena. Miró a Shu, quien apretaba a Narumi como su madre solía hacer con él. Besó su frente y le deseó dulces sueños, pero dentro de su mente, rogaba que ella no tuviera otra pesadilla.

La mañana se asomó junto a los débiles rayos del sol. El rubio se levantó sosteniendo a la castaña entre sus brazos, le dio una palmadita suave para que se despertar de su sueño.

—Vamos a desayunar, nos retarán si no bajamos a tiempo —bromeó mientras ella se iba estirando.

Bajaron juntos con los pasos lentos. Parecía que la pesadilla se había bloqueado de nuevo, porque su humor seguía en su estado normal: alegre. Se sentó, como usualmente hacía, al lado de Kino e Yuri. El de cabello negro tenía un humor de maravillas y su mayordomo igual, por lo que Narumi jugaba con ellos.

—Oye, Naru Naru, vamos al parque mañana. El cielo se va a nublar así que no tendremos problemas con el sol. Y hoy está de lleno… ah, quisiera disfrutar más este día —dijo Kino apoyando su cabeza en el hombro de la pequeña.

Sacó su celular y le escribió: “Está bien, pero quiero un peluche de oso panda de los juegos, y eso te pasa por ser un vampiro :D”.

Kino se rió y le abrazó los hombros.  Laito los miró algo sonriente, su “hermanito” quería llevarse a la nueva novia como si los demás no existieran, y lo peor es que sabía que Shu se tomó enserio lo de ser amigos con ella. Su hermano mayor no era tan expresivo, pero se llevaban bastante bien entre sí. Sin embargo, hasta él sentía una inocencia agradable que partía desde Noihara.

— Bitch-chan,  ya que irán a ese lugar, ¿Por qué no vamos juntos al carnaval de la próxima semana? —dijo mirando a la novia—. Será la fiesta de la luna, y alguien podría ya apropiarse de ti.

Narumi meditó lo que el sombrerero había dicho. Miró a Shu y le sonrió. Levantó la mano y lo señaló a Laito.

—¿Yo qué? —preguntó sonriendo—. ¿Me elegirás?

Negó con la cabeza y se levantó y tomó de su hombro una araña pequeña. Laito se levantó enseguida, esas “cosas” le daban asco e impresión. Se sacudió el cuerpo por si tenía más.

—¡Mata esa cosa! —le ordenó con una voz muy cambiada.

Noihara abrió la ventana y liberó al pequeño insecto, saludándolo mientras se alejaba. Anotó unas palabras en su block de notas que siempre tiene a mano, por las dudas. De esta manera, le pidió a Reiji el permiso que para ese mismo día la dejará estudiar con un compañero de clases ya que debía hacer un trabajo juntos y que se quedaría tanto para almorzar como para merendar si el trabajo se alargaba.

Notas Doradas [Diabolik Lovers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora