El Vecino: capítulo 18

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Ya estábamos en abril y el tiempo pasaba volando.

Cuando regresamos de Valencia yo empecé a trabajar más horas, era la temporada más fuerte del año con las navidades a la vuelta de la esquina, Fran y yo nos veíamos un poquito menos entre semana, pero los fines de semana procurábamos siempre pasar juntos al menos un día y en los últimos meses todo había ido genial.

Salíamos a tomar algo, a cenar, al cine, o simplemente paseábamos, a veces nos quedábamos en casa y organizábamos nuestras noches de música y charlas y cuando pasábamos el fin de semana juntos, siempre me quedaba a dormir con él.

Yo seguía teniendo mis noches con las chicas de vez en cuando y él aprovechaba también a salir con sus amigos, aunque muchas veces terminábamos encontrándonos y regresábamos juntos a casa.

No hacíamos grandes planes, pero para nosotros era suficiente, no necesitábamos hacer cosas extraordinarias para ser felices.

Durante las navidades su empresa cerraba por vacaciones, y esos días, aunque yo salía tarde, siempre venía a recogerme.

En Nochebuena se fue al pueblo a pasar las fiestas con su familia y yo las pasé en casa con mis padres y mi hermano.

Aunque nos extrañamos, también nos apetecía estar con los nuestros.

Yo en Nochevieja no tenía costumbre de salir, por muy raro que pudiese parecer, mi forma de disfrutar esa noche era poniéndome un pijama calentito, brindar con la familia y sentarnos en el sofá a ver el especial de música de turno en la televisión o algún juego de mesa para entretenernos.

Pero poco después de las 12 aparecieron en mi casa Ana y Carol con Jaime y Mateo, me dijeron que me pusiera algo de ropa cómoda y me metieron en el coche casi empujándome.

Supe donde me llevaban en cuanto Jaime se desvió de la carretera principal.

Y allí estaba yo, de camino al pueblo para verle a él con una coleta mal hecha, con un jersey viejo, en vaqueros y deportivas y con ojeras de oso panda por el cansancio acumulado en el último mes de trabajo.

Los había avisado a todos para que me recogieran por sorpresa y fuésemos a pasar esa noche juntos.

Quise matarlo cuando me bajé del coche por no haberme dicho nada, pero se me pasó todo el enfado cuando le vi la cara, con una sonrisa de oreja a oreja y mirándome como si se le hubiese aparecido un ángel, aunque fuese un ángel con pinta de yonqui.

Se acercó corriendo y me besó abrazándome tan fuerte como si creyese que iba a escaparme.

-No podía empezar el año sin ti, sabía que estabas en casa y que Jaime y Mateo no tenían planes así que les llamé... y el resto ya lo sabes.

- Si, sé que me han hecho salir de casa corriendo sin decirme dónde íbamos y mira qué pintas llevo ¡si no fuera porque te quiero, te mataría!

-Y qué más da la ropa, además, con un poco de suerte esta noche terminarás sin ella...

-¿Para eso me has hecho venir?- dije con burla- pues no lo tengas tan claro, estamos en casa de tu madre, con tus hermanas y nosotros cinco, aquí no entramos todos. Supongo que estaremos un rato y después nos iremos, yo mañana tengo comida familiar.

-Mi madre duerme abajo y mis hermanas, excepto Irene, están en casa de sus novios. Tenéis sitio para quedaros y si no, siempre nos queda subir a la cabaña. Mañana por la mañana prometo que Jaime te lleva a casa sana y salva, pero esta noche eres toda mía.

Le miré volteando los ojos y riendo.

-Anda, pasad que están mis tíos y mis primos tomando algo con nosotros, se irán en un rato y después podemos quedarnos aquí.

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