Viernes

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Llegó el viernes, el día que como diría William me mantenía "ansioso".

Fui a recoger a Daniela.

Y cuando llegue ella ya se encontraba afuera, mirando el reloj.

Hice sonar el claxon, una, dos veces quizás.

Dejó de ver el reloj y sonrió en cuanto vio que era yo.

Se fijó a ambos lados de la calle para cruzar al extremo en el que me encontraba parado.

Abrió la puerta del copiloto y se subió al auto.

La voltee a ver.

– ¿Estas cómoda? – dije con el tono más falso que podía tener.

– Si, gracias– dijo mientras me demostraba una sonrisa y se abrochaba en cinturón.

– Bueno, entonces andando– dije  mientras le metía marcha al auto.

– ¿A dónde iremos?

– A un restaurante que no está ni muy cerca ni muy lejos de aquí.

– mmmmm ya veo.– dijo mientras veía por la ventana

–¿Puedo poner música?

–No.

– ¿Porque?

Silencio

– Bueno hemos llegado – dije mientras me estacionaba.

Bajé del coche. Daniela se quedó un rato ahí dentro, como si estuviera esperando a que le abriera la puerta.

Que ilusa.

Al ver que no tomaba la acción de cumplir su deseo, ella tomó su iniciativa y abrió su puerta.

– Es un muy bonito restaurante

–Si, lo es.

Tomamos asiento. De manera que quedáramos frente del uno del otro.

Tomaron nuestra orden y mientras esperábamos comenzamos a hablar.

– ¿Que le dijiste a nuestra madre?

– Le dije que iría a la casa de una amiga, que tenía tarea que hacer en equipo.

– ¿Y te creyó?

–¡Claro!

–Hmp.

¿Porque te fuiste?– dijo mientras bajaba la mirada

–¿Que es lo que te a contado nuestra madre?

Movió la cabeza en forma de negación – ella no me dice mucho– me miro– solo dice que te fuiste porque querías estudiar cosas nuevas, pero....

–¿Pero que?

–No creo que esas fueran las verdaderas razones, es decir jamás enviaste algo, nada, simplemente desapareciste. Y yo....

Yo te extrañaba – dijo mientras lágrimas empezaban a salir de sus ojos.

La miré fijamente.

–Deja de llorar Daniela, llamas mucho la atención.

–Lo lamento– dijo mientras se frotaba los ojos. – Es que me dolió saber que te habías ido.

–Poco a poco te iré diciendo las razones por las que me fuí.

Ahora puedes estar tranquila, no te dejaré.

Siempre y cuando sigas como hasta ahora. Sin decirle una sola palabra de mi existencia a nuestra madre.

Por lo menos hasta que yo te diga.

– ¿Porque no quieres que mamá lo sepa?

– Ya te lo dije, será una sorpresa– dije mientras le regalaba una sonrisa forzada.

– Está bien. Pero hermano ¿Dónde te estás quedando?

También en su momento sabrás dónde estoy viviendo.

–¿Pero comes y duermes bien?

– Claramente, no te preocupes por eso.

Estaba apunto te preguntar más cuando llegó el mesero con nuestros platillos.

– Mejor hay que comer o se enfriará.

–Se ve rico– dijo mientras clavaba su cubierta en el platillo que había ordenado.

La miré, era tan tonta, tan ilusa, no sabía nada de nada y eso para mí era lo más conveniente.

Me miro– ¿no vas a comer?

Dije – Si – mientras me llevaba un bocado a la boca.



El pecado de Marcus. #wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora