El cumpleaños

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Llegó el día en que celebrariamos nuestro cumpleaños Daniela y yo.

Ella Lucía un vestido azul cielo de seda con un bordado blanco al final del vestido y de tirantes delgados que hacían notar sus clavículas.

Su cabello chino se encontraba recojido en una cola de caballo.

—¡Marcus! Has llegado—dijo mientras sonreía de oreja a oreja.
—¿Cómo me veo?—pronuncio mientras giraba.

La vi, era tan similar a mi madre, solo que ella era una tonta escuincla aún.

Voltee mi cara y le entregué una cajita de regalo color rosa.

—Toma.

—Gracias—dijo mientras abría la cajita y sus ojos resplandecían—Esta hermosa.

Mire de reojo lo que contenía.

Era una delgada cadena color oro con un dije de mariposa.

—Me encanto tanto como el pulso extendible que me regalaste hace tiempo, por cierto mira—dijo mientras alzaba su mano —aqui la traigo.

—De nada.

Hasta yo me había llevado una sorpresa con su regalo ya que quien lo había comprado por mi había sido William.

—Por cierto, ¿Y tu amigo?.

—Vendra más alrrato, fue a buscar el pastel.

—Ho, ya entiendo, bueno entonces vamos—dijo mientras me tomaba del brazo— Quiero presentarte a mis amigos.

—Hmp.

No me quedo de otra, mi madre estaba observando.

Ésta sería una de las últimas circunstancias para convencerla de lo que yo quería.

Cuando llego William, lo primero que hizo fue colocar el pastel en el centro de mesa.

Se acercó a mí y a Daniela.

—¡Muchas felicidades Daniela¡—dijo mientras le regalaba una sonrisa.

—Gracias—dijo Daniela mientras le regalaba una risilla tímida.

William avanzó para sentarse a mi lado.

Alcanzaba a escuchar los mormullos de sus amigas "miralos son tan hermosos" "no sabía que su hermano fuera tan guapo" etc.

Pero eso no me interesaba así que me puse de pie.

—Ahorita regreso.

—Esta bien.

Me adentre a la casa.
Escuche murmullos.

Era un hombre con mi madre.

—¿Que haces aquí?

—Vine a verte Adara.

—Ya te he dicho que a mí no me interesa tener nada con nadie. Mucho menos ahora.

—¿Porque?

—Porque no, porque quizás corras peligro.

—¿Cómo?

—Solo vete y no regreses.

—Pero....

Se dirigió a la puerta principal, la abrió y dió señal para que él se marchara.

El hombre desconocido obedeció sin objeciones.

Y en el rostro de mi madre ví alivio.

Tenía el presentimiento que el peligro al que ella se refiere tenía un nombre y era el mío.

¿Lo habría alejado más por el bien de él o por el mío?

El pecado de Marcus. #wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora