Punto clave

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Era de tarde cuando llegue a la casa.

Abrí la puerta.

Había un silencio total.

—William, ¿donde estas?

Escuche un ruido.

Tome el primer objeto que vi y empecé a caminar cautelosamente, preparado para dar un golpe.

Pero me detuve al verlo.

Ahí  estaba él.
Parado y con los auriculares puestos.

Pero ¿quien carajo cocina con los auriculares puestos?

Me quede parado observándolo hasta que se percatará de mi presencia.

Pero no, estaba tan en su papel que mi presencia era inerte.

Me fui acercando poco a poco.

Le toque el hombro.

Dio un respingón, pero no parecía asustado.

— No hagas eso.
Quemaré la comida.

Me empecé a reír — JAJAJAJAJAJA— al momento que me dejaba caer en la silla del comedor.

— ¿Que comeremos hoy?

— Fetuccini.

— Que creativo — dije mientras le otorgaba una sonrisa.

— En lugar de alagar mi creatividad, deberías decirme como te fue.

— Fui a ver si me la encontraba.

— Y ¿qué paso?

— Nada, no la vi, solo a la monstrua.

Se me quedo viendo, como si esperará algo más.

—La seguí, pero...

— ¿Pero?

— No lo se William, hubo un momento en que quizás se percató de quien era yo.

— ¿Y que harás ahora?

—Tengo que pensar un poco.

— Bueno y que te parece si comes en lo que se te viene algo a la cabeza.

El simple hecho de negarle algo a William era algo prácticamente imposible.

Así que empecé a comer.





El pecado de Marcus. #wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora