¿Quién pagará más? parte III

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La mire fijamente.

—sabes madre, entrar aquí me trae recuerdos, ¿A ti no?.

Silencio.

—Pero qué preguntas hago es evidente que igual lo recuerdas. ¿Cómo puedes dormir cada noche? —dije mientras observaba con detalle la habitación.

—No deberíamos hablar de eso.

—¿Porque no?

—Hijo,eso es algo que altera tu inestabilidad y no es bueno que hablemos de ello.

—incluso después de todo el tiempo que me fui ¿aún piensas que estoy loco?,¿enfermó?, ¿Cuál es la palabra correcta?, no te bastó haberme dejado en aquel hospital ahí solo sin una sola visita tuya. —dije en tono de reproche.

—yo no quise decirte loco o enfermo es sólo que algo no está bien y no quiero que vuelvas a caer en eso.

Repose mis codos sobre mis piernas quedando en una posición pensativa y agaché la mirada.

—sabes madre, yo siempre pensé qué todo podría cambiar, tenía esperanza.

—pero hijo ¡si has cambiado!

Entonces la mire y sonreí.

Solté una pequeña risa —jaja, en serio te creíste toda esa basura de actuación de que yo había cambiado de que había regresado para ser el hijo de antes.

Tragó saliva. —eso fue lo que me demostraste por eso...

—por eso me dejaste entrar en la casa, en sus vidas de nuevo, pues ese era una parte de mi maldito objetivo.
Todo luce un poco mejor cuando lo maquillas ¿no?.

—yo pensé que el haberte ido lejos te había hecho  pensar mejor las cosas, que habías recapacitado.

—¿Recapacitar?, ¡Nooooo madre!,Yo sé lo que quiero, lo que amo y eso eres tú.

—Hijo por favor...

—Sabes algo madre, constantemente me he estado preguntando ¿quién pagará más?, ¿el pecador o el que causa el pecado?.

Y pensé que ya tenía la respuesta pero realmente no la tenía, hasta hace unos días que yo me desaparecí.

—¿hablas del día en que te marcaron por teléfono y te fuiste sin decir nada?

—Es correcto.

Silencio

Seguí hablando.

—la respuesta que tuve—dije mientras me paraba y me movía de un lado a otro aguitando mis manos en modo de explicación— fue que: el pecador, todo lo paga, pero ¿qué pasa con el que causa el pecado? no pasa nada, no paga nada y es quien más debería de pagar porque es el causante de las cosas malas que pasan.

—¿A qué quieres llegar con esto Marcus?

—A lo que quiero llegar es que tú más que nadie eres la única culpable de todo lo que pasa.
Porque ¡tú! me hiciste amarte.
¡Tú! hiciste que William esté en coma, cuando él no debería de estar así.
Pero tú me hiciste venir en el día menos apropiado y es que por ti doy todo.
por ti yo era capaz de todo y él era capaz de todo por mí.

Una lágrima empezó a caer de mis ojos.

Ella se acercó a mí, lentamente y me abrazó.

—querido hijo mío, no sabía por lo que estabas pasando en esta situación con William. Jamás  habías  llorado, no desde que dejaste de ser un pequeño bebé.

Pero el abrazarme no fue su mejor decisión, porque aunque lágrimas corrían de mis ojos el aroma de su cabello combinado con el de su perfume me hacían perder aún más el control.

la tomé de la cintura, quizás para ella era la intención de un abrazo recíproco. Pero mi mano cambio de posición, dejó la cintura por recorrer su espalda hasta desabrochar unos pequeños ganchitos de  su sostén y la atraje más a mi cuerpo.

—¿Marcus qué haces?

Su sostén caía lentamente y podía sentir los pezones de sus senos junto a mi pecho.

—Honestamente llegue a mi límite.

La aferre a mi cuerpo con toda la fuerza de un brazo mientras que con el otro retiraba el cinturón de mi pantalón.

—Marcus ¿qué vas a hacer?, ¡sueltame! ¡sueltame!.

—muchas veces  intenté que fueras mía por las buenas madre, intente que me quisieras,  pero no accediste entonces ahora será por las malas.

Amarre sus manos con el cinturón que me había quitado.

La lance sobre la cama, la hice sentir mi pene atraves de mi boxer y con la fuerza de mis piernas la forcé a que dejara de patalear.

Baje sus bragas y introduje mi lengua en su vagina encontrando su clítoris, empecé con movimientos lentos y circulares y mientras lo hacía tocaba sus senos.

Y aún que ella trataba de resistirse, escuché un gemido seguido de otro. Eran contenidos por lo cual podía asegurar que sus ojos se mantenían en blanco y con la boca abierta.

Seguí hasta saciar mi deseo.

Y cuando termine  le subí sus bragas, chupe sus pezones.

Y la ví ahí acostada. Y su cara de placer aún seguía.

—Vez, te puedo hacer feliz de mil y un maneras. —dije mientras le quitaba el cinturón con la que la había amarrado.

Y mientras me subía el pantalón.

Ella se levantó y la escuché decir.

—No puedo creer que me hayas hecho esto a mi que soy tu madre.

—¡pero lo disfrutaste!

—porque no dejó de ser mujer.

—búscate otro pretexto mejor.

—¡Eres peor que tu padre!

Y entonces fue ahi, dió en el clavo dónde no debía dar.

El pecado de Marcus. #wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora