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Año, 1806.

Un pequeño y joven virreinato iba corriendo en busca de ayuda de sus ejércitos porteños o de el señor "Sobremonte", un sujeto el cual estaba encargado de el, según España, su padre. Este estaba abandonando la ciudad de Buenos Aires con rumbo a Córdoba, en un intento de poner a salvo el tesoro del Virreinato. "Que cobarde..." Pensó el Virreinato.
Tropas británicas desembarcaban en su territorio para ocuparlo y capturar al joven.
Finalmente lograron su cometido.

Tras un mes y medio de lucha, el ejército compuesto por milicias populares Porteñas y de los pueblos cercanos, más los refuerzos provenientes de Montevideo, vencieron a el ejército británico en lo que se fue llamado "La Reconquista", recuperando a su pequeño virreinato.

En la actualidad..

Argentina recién se iba despertando, si fuese por el seguiría durmiendo, pero los rayos de sol que entraban por la ventana de su habitación no se lo permitía; No tuvo otra opción que levantarse de la cama. Su habitación estaba bastante limpia y ordenada, algo raro de pensar para la mayoría. Podía ser vago y todo, pero no por eso iba a tener todo el cuarto desordenado y sucio, o como diría el, echo un quilombo.
Se destapó, se colocó sus pantuflas, se dirigió al baño, donde se bañó y se cepilló los dientes, se puso unos jeans y un buzo ( Porque obviamente no iba a salir desnudo.) y salió de su cuarto para ir a desayunar al comedor, donde se encontró con su hermano, Uruguay, tomando unos mates.

- ¿Tomás vos solo o que onda? - Se sentó en una de las sillas, Uruguay le extendió el mate. Con gusto lo aceptó y le dió un sorbo.

- Wacho, por fin salís, creí que seguías dormido. - Agarró una chipa que había en un paquete y se la comió.


- Lo estaría si no fuese por el puto sol de mierda. - Dijo molesto. Le dio otro sorbo al mate y se lo pasó al contrario.

- Que pelotudo... - Le dio un sorbo al mate y le agrego más agua caliente, además de azúcar.

- Sos adoptado.

Frunció levemente el ceño. - Hijo de pu- Fue interrumpido por suaves golpes en la puerta.

El uruguayo aprovechó ese momento para regresar a su habitación. El argentino se levantó de su asiento y caminó hasta la puerta. Al abrir la puerta, se encontró con Brasil, quien parecía estar bien arreglado como para una cita o algo importante.

-Oi Argentina. - Saludó amablemente.

- Hola Ricardo Milos, ¿Qué onda?

- Muy bien. - Soltó una risa. - ¿Está tu hermano?

- Aguantá que ya lo llamo. - Dejo la puerta abierta, tomo aire y gritó. - ¡Uruguay, vino Brasil!

Apenas el argentino terminó la frase, se escucharon pisadas rápidas por el cuarto de arriba. En menos de dos minutos, el uruguayo bajo arreglado y listo como para salir. Se acercó a la puerta donde estaba el brasileño y lo saludó amablemente, demasiado de lo normal.

- ¿Vamos? - Le dijo el uruguayo al otro con una sonrisa, el otro afirmó con la cabeza. Se empezaron a alejar lentamente.
El argentino los despidió a la distancia.

Como la mayoría de los días, el argentino había quedado solo en su casa. Si no era que su hermano se iba, el mismo lo hacía, visitaba su oficina en la casa rosada para terminar algunos papeleos. No es como si le gustase hacer eso, pero bueno, es lo que hacía con tal de permanecer un largo rato sólo, dónde podía reflexionar.
Cerró la puerta con cuidado y soltó un pequeño suspiro de alivio. Se acercó al sofá de la sala de estar, se sentó en él y encendió el televisor; justo estaba en un canal de noticias. Corrupción, corrupción y más corrupción, es lo que mas que podía ver. Cada día empeoraba, pequeñas fragmentos de su cuerpo se quebraban y desaparecían.
Estaba desapareciendo.
"Empiezo a comprender a Vene...", pensaba cada vez que se miraba sus brazos, los cuales tenía vendados para que nadie más que él pudiese ver cómo poco a poco se iba partiendo en pequeñas partes.
Esta vez decidió no encerrarse en su hogar y salir a a disfrutar de la vida sin estar trabajando o mirando las mismas tediosas noticias de cada día. Tomo un abrigo, su celular y llamó un Uber que llegó en menos de cinco minutos. Si más que esperar, le indicó al conductor su destino, el hogar de su amigo, México.
Luego de dos horas de viaje, pues México vivía un poco lejos, por fin había llegado a su destino. Le pagó al chofer, se bajó, se acercó a la puerta y la tocó suavemente. Se escucho como las risas paraban y un "¡Ya voy!" era pronunciado por alguien dentro de la casa. Finalmente le abrieron la puerta.


- Hola. - Dijo con simpleza, formó una pequeña sonrisa en su rostro.

- Oh, hola, Argentina. - Tenía una expresión de sorpresa pero cambió a una alegre. - Pasa. - Se hizo a un lado, el contrario entró.

- Hola chicos. - Saludó a los demás países presentes, Chile y Perú; los demás estaban ocupados. Los dos quedaron sorprendidos. A paso lento, se le acercaron hasta que por fin lo abrazaron con firmeza, el mexicano se les unió.

- Che, me están asfixiando.

- Perdón. - Dijeron al unísono, se separaron de él.

- Weon, ¿Que te pasó? No te vimos durante un mes. -

- Bueno... - Todos lo miraban expectantes. - Ya saben, las elecciones traen más trabajo. -

- Oh, tiene sentido. - Acotó el peruano.

- Bueno che, dejemos eso de lado que para eso están las noticias ahre. - Dijo restándole importancia, soltó una risa por su propio comentario.

- Tienes razón. - Dijo el mexicano. - Vamos a lo importante, ya que Argentina está aquí ¡Que inicie la pachanga! -

- ¡Sí! - Dijeron los restantes a la vez.

Y allí empezó otra tarde divertida y con amigos para Argentina, eso le traía nostalgia. Estaba demasiado entretenido que no notó que poco a poco sus vendas se estaban desatando hasta que mientras jugaba con Chile, y los dos restantes los apoyaban, Se le cayeron las vendas por sus mangas. Esto asustó a los países, su amigo no utilizaba vendas por voluntad propia exceptuando que estuviese herido, algo debía de sucederle. Empezaron a preguntarle sin parar, tanto que
no tuvo más opción que mostrarles. Se levantó las mangas y dejó a la vista las largas grietas que empezaban desde sus muñecas hasta terminar casi en sus codos.

- Wey, eso... - No lograba formular bien siquiera una oración, el argentino asintió con la cabeza. La sala de llenó de silencio, ninguno sabía que decir.

- Además de...eso, ¿También empeora dependiendo de tus emociones? - Cuestionó de repente, el de sol quedó sorprendido por la pregunta repentina.

Asintió con la cabeza. - Pero es mínimo. - Respondió restándole importancia.

Dejaron de preguntarle más cosas, conocían a su amigo y se notaba que quería evadir el tema. Continuaron disfrutando del día sin mencionar aquel momento o algo relacionado a eso.

•••

Finalmente había llegado la hora de regresar a sus hogares. Poco a poco se fueron yendo hasta que por último se fue el celestino. Dos horas después, alrededor de la diez de la noche, el de sol llegó a su casa, había sido un día cansador. Uruguay, quién estaba en la cocina de la casa, se asomó a ver si su hermano regresó; efectivamente, era él.

- ¿Dónde estabas? - Se acercó al de sol, sostenía un vaso con aparentemente gaseosa.

- En lo de México. - Colgó su abrigo en el perchero y se dirigió a su cuarto con la mirada fija en su celular recién sacado del bolsillo de su pantalón.

- Aaah. - Le dió un sorbo a la bebida.

- ¿Y vos qué onda con el Ricardito? - Desvío la mirada hasta el uruguayo. - ¿Ya te lo garchaste? - Subió las cejas con picardía, empezó a contener una carcajada al ver el rostro del contrario; estaba ruborizado.

- ¡Cerra el orto! - Frunció el ceño aún un poco más ruborizado que antes al escuchar como el celestino se reía a carcajadas.

- Bue', yo me largo a dormir, buenas noches; soñá con Brasil. - Le guiñó el ojo mientras soltaba una risa y se dirigió a su habitación, el uruguayo lo seguía insultando desde el piso de abajo.


Ya en su habitación, se sacó sus zapatillas, su buzo y se acostó quedando profundamente dormido sin saber que le esperaba en el futuro, como a todos los demás.

Pobre país... No sabe que le depara en el futuro.

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Getting to know you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora