VII

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- ¿Por qué deben hacer esto? ¡Es una locura! ¡Está muy mal! - Vociferó algo preocupado, el contrario se le quedó mirando con la misma sonrisa, la cual solo daba a entender desde su punto de vista que no le importaba mucho que digamos y no que de seguro funcionaría.

- ¿Aún preguntas el por qué? - Caminó alrededor suyo. - Dejá que te refresque la memoria. ¡Todo es un quilombo! ¡No escogen a las personas indicadas, no hacen las cosas adecuadas... No hacen nada bien!

- ¡No me interesa! ¡Sé que van a hacer cagada!

- Bien, parece que no querés colaborar. Bueno, tomá esto, en unos minutos volveré para llevármelos. - Sacó de su traje varios papeles abrochados, se lo lanzó por las rejas del lugar donde estaba encerrado el país y se fue del sitio.

"¿Debería leerlo? ¿Por qué me dió ésto?" se preguntaba el argentino.

"Mejor lo leo, tampoco es que tenga mucho que hacer en este calabozo de mierda" Y procedió a tomar como pudo los papeles, pues tenía las manos con esposas, y empezó a leer.

Nunca debió haberlos leído... ¿O si...?

Al finalizar después de diez minutos se encontraba llorando. Rabia, tristeza, frustración... Todos juntos.

- ¡¡SOS UN MALDITO BASTARDO!!

El dictador, quien estaba del otro lado sonrió con orgullo y entró en el cuarto. Parece que ya tenían a su "querido" país de su lado.

:)

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Al regresar al piso de abajo, el mayor que se quedó pensando "¿Qué podría hacer para impresionar a mis hijas?"
de la nada, una idea pasó por su mente; cocinar. Era perfecto, podría enseñarles todo lo que sabía hacer de su gran gastronomía que llamaba la atención a los que deseaban conocer su territorio. Sonrió ampliamente cuando tuvo todo planeado en su cabeza; miró a sus alrededores notando que sus hijas ya no se encontraban en la misma habitación que el. Se levantó y caminó por la casa, varios minutos después las encontró en el jardín junto con el gato, lo estaban peinando y mimando, y al parecer al felino no le molestaba en lo absoluto e incluso ronroneaba. El argentino se quedó en la puerta viendo la escena con cierta nostalgia, el varias veces en el pasado intentó lo mismo pero el minino no se dejaba o lo arañaba en el proceso, se imaginarán que eso sucedió en el inicio de su relación amor-odio. Ah~ buenos recuerdos, cuando Macri no se dejaba bañar o tiraba la comida adrede delante del argentino... Bueno, no va al caso. El mayor se acercó y se agachó delante de las niñas.

- ¿Qué hacen, chicas? Cuidado con el gato, capáz que el muy forro las lastima. - El felino movió su cola al ver a Argentina.

- We are brushing it to make it soft~ - Soledad asintió y rió al escuchar al minino maullar.

- Aaah re bien, entonces sigan así y... ¿Cuándo es que su otro "padre" termina de laburar?

- ... - Lo miraron sin comprender del todo su pregunta.

- Ah, perdón. ¿Cuándo termina de trabajar? - Repitió para que las menores comprendieran, cosa que notó que hicieron cuando dijeron al unísono "Aaaah".

- Normalmente termina a las ocho y media para poder cocinar.

- Ah, cheto; gracias chicas, ustedes sigan jugando con el gordo. - Señaló al gato, quien por poco no se levanta para ir a darle un rasguño, las niñas asintieron y rieron ante el apodo, continuaron cepillándolo e incluso poniéndole moños por su pelaje.

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