Capítulo. 8: Injusto

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• Nathan's P.O.V •

Sujeté la playera de Graham con fuerza y tenía ganas de llorar ahí mismo. Había tardado horas estudiando química con este nerd para terminarla cagando en el último ejercicio. Era simplemente injusto.

—Hey, Nathan, tranquilízate. —el castaño me miraba con algo de temor.

Lo solté poco a poco mientras miraba al ordenador con odio: Graham no tenía la culpa. Después de todo, yo era el inútil que no pudo entender química orgánica básica.

—Empezar a contar la cadena del lado contrario es un error que hasta yo suelo cometer. —dudando un poco, puso su mano en mi hombro como apoyo.

—¡Déjame en paz! —golpeé el escritorio y salí corriendo de la habitación lo antes posible.

Corrí a paso rápido hasta el patio trasero del edificio, el cual estaba vacío porque ya era muy noche, y encendí un cigarrillo en el camino. Me senté en una banca lejana y escondida verificando que no estuviera nadie cerca para después llorar descontroladamente. Me sentía realmente débil y cobarde al hacerlo; con la manga de mi camiseta secaba mis mejillas, pero más y más fluían. No podía detenerme porque ni eso sabía hacer bien.

Soy un fracasado bueno para nada. Si no puedo resolver una puta actividad diagnóstica, no quiero imaginar cuando hayan proyectos o exámenes. Todo es tan injusto. Papá siempre tuvo razón: Lo único que hago es decepcionarlo y jamás lograré nada en la vida. ¡JAMÁS!

• Warren's P.O.V •

Me quedé boquiabierto ante lo que acababa de suceder. La idea de ir tras él cruzó mi mente, sin embargo la aparté al segundo. No comprendí del todo porque se alteró tanto, pero tampoco era como si me importara, ¿o sí? Vi la hora: 11:24 p.m. Será mejor que vaya a dormir.

Imprimí el trabajo de Nathan ya corregido y le hice el favor de metérselo en la carpeta de su mochila para que no lo olvidara. Fui al baño a lavarme la cara y los dientes para después ponerme una de mis pijama's de Star Wars. Me metí a la cama no sin antes apagar la luz y cerré los ojos cayendo dormido casi instantáneamente por lo agotado que me encontraba.

[...]

—¡Graham! —sentí que alguien me sacudía bruscamente.

Abrí los ojos saltando del susto. ¿Qué demonios? El sueño no me dejaba pensar bien.

—¿Qui-quién eres? —murmuré adormilado.

—Soy yo, tarado. Quítate de mi cama. —me reclamó aquella voz mandona.

Enfoqué la vista y pude ver la silueta de la cara de Nathan.

—Oh, me había olvidado de ti. —confesé y me enderecé perezosamente.

—Sí, bueno, quiero dormir y creo que a los pinches prefectos que planearon esto se les olvidó poner dos camas. Así que tú dormirás en el sofá. —a pesar de la oscuridad, pude ver que apuntó al mueble antes mencionado.

Vi el reloj: 2:28 a.m. Por un momento creí que había dormido mucho más. Estudié su petición: miré el sillón, luego a él por unos segundos, y por último, a la cama.

—¿Por qué tengo que dormir YO en el sofá? —inquirí.

—Porque... —hizo una pausa—. Porque sí; anda, muévete ya, pendejo. —ordenó perdiendo la paciencia.

—Es injusto y lo sabes. —murmuré agotado mientras me destapaba y tallaba uno de mis ojos.

El rubio no me respondió y de pronto se giró dándome la espalda en la oscuridad.

—¿Podemos tirar una moneda al aire y ya? Que se quede por la suerte. —sugerí.

—Cómo sea. —soltó y pude detectar algo que no había notado antes: su voz se escuchó rota.

—Uhh... ¿Estás bien? —me atreví a preguntar.

—Sí, solo saca la puta moneda. —ordenó mormado.

Me levanté de la cama con cuidado ya que no podía ver bien por dónde pisaba y me dirigí hacia el encendedor de la luz para así después buscar la moneda. Antes de que pudiera picarle, Nathan se escabulló hacia mí y me detuvo.

—¡No la prendas! —movió mi mano a un lado.

—¿Qué? ¿Por qué no? —pregunté recargándome en la pared.

Una vez más, el chico se quedó en silencio. Pude oír un sollozo de su parte: como si tuviera mocos y no pudiera respirar adecuadamente. Eso quiere decir...

—¿Estás llorando? —achiné mis ojos intentando enfocar la vista para verle la cara a través de la oscuridad.

—No. —mintió sonando más como un "do" y así respondiendo a mi pregunta.

—Hey. —puse mi mano en su hombro dudando un poco—. ¿Qué pasó? —repuse seriamente.

—¡No me toques! —Nathan se alejó al instante apartándome—. ¿Sabes qué? Quédate con la puta cama, imbécil. —concluyó acercándose al sofá.

—Pero-...

—¡Déjame solo! —me interrumpió gritando y quebrando su voz mientras tomaba una manta y se acostaba en el sillón dándome la espalda.

Yo solo me quedé parado por unos instantes procesando lo que había sucedido y viendo la silueta del rubio acostado. Será mejor que vaya a dormir antes de que Nathan cambié de opinión o se enojé porque lo observo. Supongo que mañana será otro día. Me metí en mi cama, una vez más, y me recosté intentando conciliar el sueño viendo despistadamente en el sillón de enfrente a mi decaído compañero.

[...]

Eran las 4:05 de la madrugada y no había podido dormir ni un minuto. Me había girado de lado casi treinta veces, había volteado mi almohada para obtener un poco de frío del lado contrario, ¡incluso había contado ovejas! Toda la situación de Nathan de hace unas horas seguía repitiéndose una y otra vez en mi mente.

Me carcomía poco a poco el hecho de que estuviera llorando. Lo peor de todo era que no podía estructurar una imagen en mi cerebro de él con lágrimas en los ojos y eso era porque no lo vi, solamente... lo oí. Por alguna razón, quería saber qué era lo que le ocurría. Tal vez, podría ayudarlo.

Un flashback de los insultos que me suelta y de como golpeó mi ojo ayer vino a mi mente. Espera, ¿por qué quiero ayudarlo en primer lugar? Nathan ha sido un completo idiota, mal agradecido, grosero... y claramente no haría nada por mí. Sin embargo, tengo el pequeño presentimiento de que exista la posibilidad de que tenga un soft spot. Tal vez, solo tal vez, si lo conociera mejor, pero, demonios, si tan solo no fuera tan frío, distante y difícil de tratar. Y así, me quedé toda la noche intentando descifrar el complicado caso de mi compañero de cuarto.

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