Capítulo. 12: Manos frías

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• Perspectiva de Warren •

Al volver a mi habitación, sentí cierto vacío dentro de mí. Se me había cumplido mi deseo: el cuarto para mí solo; pero, ¿a qué costo? No me sentía para nada bien sabiendo que Nathan había terminado en la enfermería a causa de un "ataque de ansiedad", según la enfermera.

Era muy absurdo como en tan poco tiempo me había empezado a preocupar por Nathan; no tenía sentido alguno, pero mientras más lo intentaba entender, más me alejaba de la razón. Suspiré pesadamente tratando de desviar ese embrollo para luego dirigirme al baño. Cerré la puerta y estaba por abrir la llave del agua para lavarme los dientes, cuando me encontré unas pastillas regadas por todo el lavabo.

—Oh, no. —murmuré estudiando el frasco de éstas, pensando lo peor.

¿Y si no fue un ataque de ansiedad?

[...]

• Perspectiva de Nathan •

Unas voces indistintas hicieron presencia como ecos lejanos en un túnel. Éstas hicieron que abriera los ojos de golpe para encontrarme con muchas luces. ¿En dónde rayos estaba ahora?

—Señor Prescott. —una voz femenina llamó mi atención al segundo.

Me enderecé y me percaté de que me encontraba en la clínica escolar, quien se dirigía a mí siendo una de las dos enfermeras que estaban en frente mío. ¿Cómo terminé aquí? ¿Acaso choqué? ¿Me emborraché? O peor aún: ¿atropellé a alguien por manejar ebrio? Claramente los recuerdos del día anterior no parecían llegar.

—Ese soy yo. —murmuré algo agotado con la voz más ronca de lo usual.

—Queremos hacerle un último diagnóstico; será rápido. Al igual que unas cuantas preguntas sobre su ataque de ansiedad del día anterior. —la mujer joven mencionó mientras hacía unas cuantas anotaciones en las hojas de su carpeta.

¿Ataque de ansiedad? Fruncí el ceño confundido y no fue hasta que una imagen de mi mejor amiga apareció en mi memoria y cambié mi expresión. Mierda, había deseado que todo lo que había ocurrido fuera solo un mal sueño.

—Me quedaría aquí más tiempo para contarles mis estúpidos problemas, pero tengo clases a las cuales tengo que asistir y entenderán que me tengo que retirar; si me disculpan. —desvié el tema completamente de la manera más respetuosa posible y me levanté de la camilla.

—Me temo que ya se le informó a sus maestros sobre su situación y estuvieron de acuerdo con permitirle faltar justificadamente el día de hoy. —la otra mujer no tardó en abrir la boca.

Joder, primera vez que prefería asistir a clases.

—Cabe recalcar que su padre ya fue notificado sobre lo ocurrido y está de acuerdo con este diagnóstico. —la enfermera más joven recalcó—. ¿Podemos comenzar? —inquirió.

Las miré a ambas tratando de encontrar alguna salida, pero sabía que nada de lo que les dijera haría que me dejaran ir en paz.

—Ya qué. —lancé mis manos al aire en señal de rendición y me volví a sentar, esperando el bombardeo de preguntas que estaba por venir.

[...]

—Firme aquí. —una mujer en la recepción me tendió una hoja—. Y aquí. —apuntó otra línea—. Y por último, aquí. —finalizó dándome una pluma.

Después de una mugrosa hora respondiendo preguntas sobre lo ocurrido y mintiendo sobre que fue a causa de estrés escolar, recogí mis medicamentos nuevos y estaba haciendo el último papeleo para irme de ese lugar infernal. Siempre me han dado escalofríos los hospitales por alguna razón, y, extrañamente, los he visitado más de lo que me gustaría mencionar.

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