Capítulo. 9: Zombie

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• Nathan's P.O.V •

Levanté mis párpados con pesadez sintiendo las lagañas que se habían formado durante la noche. Un dolor recorrió toda mi espalda de pronto. Mierda, ¿en dónde chingados me dormí?, me pregunté mentalmente viendo al techo blanco. Me enderecé dándome cuenta de que me encontraba en el sofá y los recuerdos de la noche anterior no tardaron en aparecer, haciéndome sentir una tristeza profunda y un desánimo repentino.

Al levantarme, lo primero que me encontré fue a Graham quien estaba durmiendo en la cama plácidamente y de una forma muy extraña, he de decir. El cabrón estaba dormido boca abajo con las piernas abiertas, la colcha a medio tapar y uno de sus brazos colgando. Parecía que se había peleado con algún guepardo de tan desarreglada que estaba la cama. Pinche desordenado.

Vi el reloj por mera casualidad: 8:35 a.m. Joder, ¡voy tarde! ¡Y mi padre me matará si tiene alguna queja de ! Corrí al baño y me metí el cepillo con pasta a la boca para cepillar mis dientes rápidamente. Seguido de eso, me di una lavada de cara express, y por accidente tumbé el bote de mis pastillas al lavabo derramándolas todas ahí; puta madre, no hay tiempo de recogerlas. Así que me tomé dos de las pastillas que quedaban en el bote sin agua y me vestí con mis pantalones negros y mi chaqueta naranja sin si quiera cambiar mi playera blanca del día anterior. Agarré mi mochila de una oreja y estaba por salir del cuarto, pero luego me detuve en seco cuando mi vista se enfocó en mi compañero de cuarto quien siendo supuestamente más responsable que yo, seguía dormido, sorpresivamente.

—¡Graham! —grité alarmado esperando que se levantara al tiro.

Siguió durmiendo ignorando mi grito de guerra. Pues que se joda, pensé y estaba por abrir la puerta, pero volví a congelarme. Te ayudó con tu tarea ayer, un pensamiento inoportuno se digno en aparecer. Joder.

—¡Despierta, puta madre! —le di un mochilazo sin dudarlo.

—¡Ah! —soltó un gritillo despertándose de golpe y moviéndose descontroladamente.

—Son las 8:41, imbécil. —mencioné colocándome la mochila en la espalda y viendo como me miraba con ojos adormilados—. Más te vale levantar tu pinche trasero de una vez por todas o el profesor Reynolds te dejara fuera de su clase. —repuse esta vez sin hacer contacto visual y salí disparado al otro edificio.

Hice mi obra del día, supongo.

[...]

—¿Puedo pasar? —pregunté sin mucho ánimo al abrir la puerta del salón.

—Tome asiento, señor Prescott. —respondió el profesor quien ya llevaba como cinco ecuaciones larguísimas escritas en la pizarra.

Vi a mi alrededor y como ya no había lugares vacíos cerca de Vic, tuve que sentarme enfrente, a un lado de la perdedora de Max Caulfield. ¿Este día podría estar peor?

—Oye, ese lugar está reservado para Warren. —escuché un susurro de parte de Caulfield.

Sí, sí podía estar peor.

—¿Quién...? —inquirí en voz baja con molestia y cruzándome de brazos.

—Warren, Warren Gra-... —no pudo terminar.

—¿...-te preguntó? —la interrumpí sonriendo orgulloso por mi broma.

La chica solo me miró disgustada y rodeó los ojos para después ignorarme. Eso es, deja de joder, hispter. Saqué mi libro de cálculo y lo abrí en la página que estaba en el pizarrón. Busqué el ejercicio y empecé a leer mentalmente sin mucho afán: Calcula las derivadas de las siguientes funciones considerando-... bla, bla, bla, "x", bla, bla, odio cálculo.

—¿Puedo-...? —escuché una voz ajetreada intentando recuperar el aire—. ¿Puedo pasar? —terminó.

Levanté la vista y vi a un Graham agotado, mal vestido y con muy mala pinta. Parecía un pinche zombie.

—Pase. —respondió el profesor tirándole una mirada de confusión a lo que todos soltaron risitas.

Por alguna razón extraña, esta vez yo no me les uní. Devolví mi atención al ejercicio y estaba por escribir algo cuando de pronto escuché que alguien movió el asiento de mi izquierda. Volteé a ver y noté que Graham se había sentado a un lado. Puta madre, lo que me faltaba: estar en medio de la parejita nerd de la escuela, Graham y Caulfield. Puse los ojos en blanco desviando lo que los demás pudieran pensar e intenté volverme a concentrar en la clase.

—Psst. —me llamó el castaño con su típico ruidito de mierda.

Giré mi cabeza con desagrado.

—¿Qué? —gruñí.

—Olvidé mi libro. —mencionó.

Lo miré en blanco por unos segundos y, al ver que no continuaba, hablé.

—¿Y a mí qué o qué?

—¿Puedo juntarme contigo para hacerlo? —murmuró con timidez.

—No, y ya no me hables. —contesté en seco tapando mi rostro con mi mano para evitar cualquier contacto visual.

Empecé a hacer mi procedimiento, cuando de pronto escuché esa típica voz que me había hablado hace unos segundos.

—Maestro, no tengo libro. —dijo de la nada.

—Puedes juntarte con alguien. —el profesor asintió.

Entonces, Graham se levantó de su asiento y lo empezó a mover a su derecha, pegando su banco al mío. Abrí los ojos como platos por la inesperada acción de mi compañero de cuarto. ¿Qué carajos?

—¿Estás imbécil o qué? —murmuré encabronado.

—Un poquito. —me sonrió de lado.

—Aléjate, ahora. —lo miré con ojos de pistola.

—Anda, empieza un pleito y... —hizo una pausa—. Adiós, Mustang negro. —fingió estar afligido.

Todo él me daba alto cringe.

—Es raro que sepas qué carro tengo. —arqueé una ceja resignándome a que el día iba de mal en peor.

—Todos lo saben. —se defendió como si fuera algo obvio saber qué carro tiene la gente.

—Claro. —dibujé una sonrisa sarcástica—. Te acercaste para leer, stalker, no para hablarme. —aclaré y devolví mi atención al ejercicio.

—De acuerdo, veo que todos ya andan platicando. —comenzó el maestro haciendo que el bullicio se callara por completo—. Quiero imaginar que significa que ya terminaron: ¿Alguien tiene la respuesta? —interrogó mientras nos miraba a todos.

Todos nos quedamos en silencio por unos momentos y yo solo me limité a voltear a mis lados para ver si alguien respondería. No era mi culpa no haber terminado el ejercicio; ¡estuvieron distrayéndome!

f '(x) es igual a 7x-3 sobre 2. —respondió de pronto el chico a mi lado.

—Correcto. —lo señaló el profesor con una sonrisa y escuché como todos empezaban a escribir la respuesta.

Demonios, lo odio tanto. ¿Cómo había sido posible que lo hizo tan rápido, si acaba de llegar? Miré incrédulo hacia su libreta y pude ver su largo procedimiento junto a sus jeroglíficos por su tan fea letra. Levanté la vista instintivamente a su cara y el castaño me movió las cejas de arriba a abajo de una forma algo coqueta y presumida.

—Vuelves a hacer eso y mañana amaneces sin cejas, zombie. —susurré frunciendo mi ceño.

—¿Zombie? —Graham preguntó en voz baja ignorando por completo mi amenaza—. No te cansas de ponerme apodos, ¿o sí? —me sonrió de lado adormilado y yo solo me limité a poner los ojos en blanco con clara molestia.

No puedo esperar a que este día termine.

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