• Perspectiva de Nathan •
—No-... —tosió—. No sé qué... —volvió a toser—. -pasó. —Graham terminó.
—Te comiste el cigarro, tarado. —no podía dejar de reír mientras le daba golpes en la espalda a mi compañero para que parara de toser.
Después de varios golpes, escupió gran cantidad de tabaco en el césped.
—Sabía que no habías tocado un cigarrillo en tu vida, pero, ¿comértelo? Jamás creí que harías tal idiotez.
—Tú lo estabas mordiendo. —señaló mientras se enderezaba y ponía una cara de asco por el sabor.
—Sí, ¡para sujetarlo en mi boca, menudo imbécil! —le solté un zape y carcajeé un poco.
Por un momento, sentí que con quien estaba riendo era Hayden o tal vez Zachary, pero luego me vino la idea de que: "Me estoy riendo con Warren Graham." Decidí ponerme más serio, no vaya a ser que alguien nos vea y piense que este nerd me cae bien.
—Bueno, en fin, dame el dinero.
—Ya te dije que no lo tengo, ¿qué demonios quieres que haga? —Graham se rascó la nuca.
—Ok, puedes trabajar para mí. —musité.
—¿Disculpa? —me miró ofendido.
—Sí. ¿Qué tal si...? —me quedé pensando por unos instantes—. Me haces la tarea y lavas mi carro por dos semanas.
—Sí, y que todos me vean y digan: "oh, miren, ahí va el gato de Nathan Prescott." —contestó con sarcasmo.
—Pues eso ya lo dicen, y no lo digo porque seas mi sirviente, sino porque me rasguñaste la cara, perdedor.
—¿En serio siempre tienes que insultarme? En cada oración que me dices me sueltas mínimo un insulto.
—Me importa un carajo.
—¿Pues adivina qué? No te voy a pagar ni un solo centavo; tú solo ya te cobraste todo al insultarme tantas veces y al golpear mi ojo.
Una rabia incontrolable me inundó una vez más.
—A ver, cabrón, yo soy el que pone las reglas aquí. —lo sujeté de la camiseta.
—Golpéame otra vez para que le diga de una vez por todas a tu papi. ¿Y luego qué pasará? Ya ni si quiera habrá carro que lavar. —se zafó de mi agarre y se sacudió la camisa.
Me congelé mientras mis manos temblaban del coraje. ¿De dónde le había salido tanto valor a este hijo de puta? Odiaba que pudieran controlarme. Odiaba no ser yo el que mandaba en la situación. Odiaba que no se hiciera lo que yo quería. Sin embargo, todo ese odio me lo tuve que tragar.
• Perspectiva de Warren •
Me la había jugado, pero sabía que Nathan era demasiado materialista: no dejaría ir a su Mustang por unos cuantos golpes. Sus ojos irradiaban odio y su ceño estaba más fruncido que nunca.
—¡Argh! —pateó el bote de basura tirándolo al suelo; haciendo berrinche como un niño pequeño—. ¡NI CREAS QUE TE SALVASTE, IMBÉCIL! ¡ME VENGARÉ DE TODAS ESTAS PENDEJADAS QUE ME HACES! —me gritó a todo pulmón y siguió pateando el bote.
El mayor se alejó sacando humo y pateando cosas que había en su camino mientras maldecía en voz baja. Yo decidí dirigirme por el camino contrario, es decir al dormitorio.
[...]
Puse un poco de música y empecé a hacer la tarea en el escritorio. Abrí el documento de la actividad diagnóstica de química y la llené en la computadora sin necesidad de pararme a pensar dos veces. Estaba realmente sencilla, ha decir verdad.
—Tú, otra vez. —escuché a Nathan acompañado por su típico portazo tan característico.
Mi tiempo de tranquilidad claramente se había terminado. El olor a tabaco inundó la habitación en cuestión de segundos una vez más. No le contesté y seguí con la mirada en el ordenador.
—¿Qué es eso? —preguntó mientras se acercaba al escritorio.
—Tarea. —dije sin más.
Se quedó callado por unos segundos examinando los términos químicos y la tarea que de seguro ni sabía que habían encargado.
—Muévete.
—¿Huh? —murmuré sin entender.
—¡Que te muevas! —me gritó desesperadamente.
Me levanté de la silla por el susto y mi compañero aprovechó y se sentó.
—¿Qué haces? —inquirí viendo cómo cambiaba mi nombre de la actividad al suyo.
—Tarea. —me imitó y soltó una risita.
—Oh, no, no vas a robarme la actividad. —intenté quitarlo de la silla, pero me alejó.
—Me temo que ya lo hice. —y después de decir eso, le picó al botón de imprimir.
—¡¿QUÉ?! —abrí los ojos como platos—. ¡Pero yo la hice!
—Shhhh. —me calló mientras tomaba la hoja recién impresa—. Nadie debe saberlo, ¿va? —me dio tres cachetadas suaves y fue hacía su mochila.
¿Podría ser más sin vergüenza?
—No, nada de "va". —fui hacia él y tomándolo desprevenido, robé la hoja de sus manos.
—¡Eh! —me gritó—. Dámela, idiota.
—No lo haré. —la rompí en su cara y la tiré al cesto de basura.
Se quedó boquiabierto.
—Haz tu propia tarea, Prescott. —musité enfrentando su mirada de odio.
Gruñó molesto y fue hacia el ordenador. Yo corrí detrás de él; vi como quería borrar mi actividad y lo moví antes de que le picara al botón de la "x".
—¡Nathan! —lo quité lo más rápido que pude.
—¡Es injusto, me debes dinero, imbécil! —me gritó en la cara.
—Mira, mira... Vamos a hacer esto. —conseguí su atención antes de que reaccionara mal—. ¿Qué tal si en lugar de robar mi tarea te ayudó a hacer la tuya?
—¿Qué chingados dices? —me miró con asco.
—Que te ayudaré a hacerla y así el maestro no se dará cuenta de que es exactamente igual, y además aprenderás. —lo persuadí.
Se quedó en silencio por primera vez. Sus ojos iban de un lado a otro. ¿Qué tanto tenía que pensar?
—Va. —aceptó sin más.
—De acuerdo, iré por mi libro y tú te quedarás ahí, ¿okay?
Lidiar con él es sin duda como lidiar con un niño pequeño.
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You didn't have a clue
Fiksi PenggemarWarren Graham, el típico chico inteligente, amante de los videojuegos y geek tiene que compartir habitación con su polo completamente opuesto, Nathan Prescott, el típico chico rico, egocéntrico y el más nefasto de todo Blackwell. ¿Qué podría pasar? ...