1 ➼ The new kids

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Mía suspiró con pesadez, al oír el infernal sonido de su alarma dispararse, la joven, con gran pereza, tomó su celular para apagarla

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Mía suspiró con pesadez, al oír el infernal sonido de su alarma dispararse, la joven, con gran pereza, tomó su celular para apagarla. Una vez que concretó aquella sencilla tarea, se incorporó de pie, acercándose mecánicamente a su armario, para tomar su uniforme y comenzar a alistarse.

Sin embargo, no pudo evitar fruncir el entrecejo mientras observaba su reflejo en el espejo, se sentía insulsa, era como sí algo le faltara o más bien, alguien. Y así fue, cuando aquel chico se presentó en su mente: su ex novio, Tomás, el cual había abandonado el país sin dejar rastro...Sin despedirse de ella.

Aquello no ha de ser una situación sencilla de olvidar y muchísimo menos perdonar, no obstante, la vida sigue...¿No es así?, Claro qué para ella, no fue nada fácil de atravesar y aún, estragos de esa horrible tristeza descansaba en su corazón. Pero, sí había algo que aprendió en todo este tiempo, es a esconder lo que realmente le sucedía.

Era más fácil sonreír y fingir, qué aceptar la verdad...Cómo realmente se sentía.

—Cariño —la llamó su madre, Azucena, provocando que la chica se sobresaltara y por ende, devolviera sus pies a la tierra—. Iré más temprano al instituto, recuerda que tu padre los llevará.

Mía asintió, tomando su mochila y sin siquiera saludar a su madre, encaminó su menudo cuerpo hacia las escaleras, lista para bajar a desayunar. Sin embargo, no pudo concretar aquello, ya qué la mujer la detuvo.

—Abróchate bien esa camisa hija, sabes las reglas —la regañó su madre, enfatizando su última oración—.

—¡Joder mamá! ¿No te cansas de hacer el papel de directora en casa? Ya suficiente pesadilla es en el instituto, por favor, aquí no —se quejó Mía, alejándose de ésta, para encaminarse nuevamente hacia las escaleras—.

Azucena rió por lo bajo, sabía cuánto odiaba su hija que la regañara por el corto de su uniforme en casa, pero aún más, en el instituto.

Finalmente, Mía se adentró a la cocina, visualizando cómo su hermano estaba más qué enganchado a la pantalla de su celular, por lo tanto, no dudó en golpear suavemente su cabeza, llamado rápidamente la atención del mismo.

—¿No te cansas de molestarme, eh? —sonrió Ander, incorporándose de pie, para despeinar el cabello de la chica—.

Mía sólo le proporcionó una mueca, lista para tomar la palabra.

—Dejaré de molestarte cuando hables con papá —replicó ella, enarcando una ceja—. Se qué no es asunto mío pero...¿Hasta cuando guardaras aquel estúpido "secreto"?.

Ander, le hizo una señal a su hermana para que guardase silencio, ya que su padre estaba por adentrarse a la cocina. Ésta rodó sus ojos, sí qué sería imposible hacer hablar a ese chico.

—Buenos días —saludó el hombre, observando con una gran sonrisa a sus hijos—. Ander, hoy tienes práctica luego del instituto, llévala a tu hermana.

Al oír aquello, la joven rodó sus ojos.

—Joder, qué familia de mierda —masculló por lo bajo, llamando notablemente la atención de ambos masculinos—. He dicho...¡Pero qué familia más bella!.

—Vamos niña, deberías alegrarte un poquito más, tú hermano en unos años llegará a ser el mejor tenista de todo España, por no decir del mundo —lo alentó su padre, palmeando el hombro del primogénito, quién llevaba una desanimada expresión—.

—Me alegraría si aquello fuese lo qué Ander deseará papá...—le informó Mía, provocando que su hermano la fulminara con la mirada—.

Sin duda, guardar silencio no estaba en su naturaleza.

—¿Ander? ¿De dónde ha sacado esas ideas nuestra pequeña Mía? —cuestionó el hombre, un tanto confundido—.

—No lo sé papá, inventa esas cosas por qué le aburren las prácticas, solo eso —lo tranquilizó el castaño, tomando su mochila—. Vamos, qué llegaremos tarde.

Su padre asintió, tomando la llave del auto, para rápidamente, abandonar la cocina. En cuanto Ander estaba por concretar lo mismo, fue detenido por su hermana.

—Eres tan gilipollas Ander, no te ayudaré nunca más —le reprochó ella, provocando que el susodicho riera con cierta amargura—.

—No necesito tu ayuda tía, siempre me cagas todo con ese temperamento de mierda qué tienes —espetó él, dirigiéndose a bruscos pasos hacia la salida—.

La chica suspiró, lo único que anhelaba era tener una mejor relación con su hermano, pero, su impulsada personalidad lo arruinaba todo. No le extrañaría el por qué Ander, nunca le confiaba ni un mísero problema. Para Mía, su hermano era un completo extraño, jamás le contaba nada de lo que sucedía en su vida, a lo contrario de ella, qué no se cansaba de hablarle acerca de todos sus problemas. Quizá, ese era el por qué.

[...]

—¡Joder! —maldijo Mía, girando bruscamente la llave de su casillero, intentando vanamente abrirlo—. Qué día de mierda.

La chica apoyó su cabeza en la puerta del casillero, cerrando sus ojos con fuerza. Sin embargo, la llegada de un joven a la escena, la sacó de aquel catastrófico transe en el cual estaba sumida.

—Iba a pedirte ayuda, pero por lo qué veo...Estas muchísimo peor qué yo —bromeó una voz masculina, totalmente desconocida para ella—. Soy Samuel García, uno de...

—Oh sí, uno de los nuevos, soy Mía —lo interrumpió la joven, dedicándole una amistosa sonrisa—. Lamento mucho lo de tu instituto.

Samuel asintió, llevando nuevamente su atención hacia el casillero.

—¿H-Has intentando probar con la otra llave? —cuestionó el chico, tímidamente, su lenguaje corporal lo delataba: estaba más qué nervioso—.

Al oír aquella estúpida pregunta, la sangre de la chica hirvió.

—¿Crees que soy gilipollas? ¿Qué no conozco la llave de mi propio casillero? —contraatacó ella, en un tono de voz un tanto agresivo, no obstante, en cuanto acabó de hablar, suspiró pesadamente—. Joder, soy un desastre, tengo un día de mierda y me desquito contigo.

—No pasa nada —la tranquilizó Samuel, curvando suavemente sus labios—. Nos vemos luego Mía, suerte con tu casillero.

La susodicha rió por lo bajo.

—Chao —lo saludó ella, proporcionándole un pequeño ademán y observando cómo éste se alejaba—.

Una vez que el chico desapareció entre los poblados pasillos del instituto, ella no pudo evitar sonreír para sí misma. Quizá parecía una loca, pero, había algo en Samuel que le produjo cierto movimiento, tal vez, era su dulce inocencia o, la manera tan peculiar en la qué se habían conocido. Había algo en él qué era especial, diferente a todos los chicos qué conoció, aquello sin duda, lo convertía en todo un desafío.

*

¡Hola gente bella! ¿Cómo estáis? ¡Espero qué estéis teniendo un maravilloso día!.
Bueno, hasta aquí el primer capítulo (pido disculpas de ante mano, por posibles errores ortográficos), dentro de unos días volveré a actualizar...¡No os desesperéis!.
Como siempre, agradezco infinitamente todo vuestro apoyo<3.
¡Nos leemos más tarde!
-J.M

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