Ese lunes por la noche, en el cual Mía había regresado a su hogar luego de pasar unas de las mejores tardes de su vida, junto a aquella persona qué más quería en el mundo entero, fue testigo del regreso de unos de sus peores recuerdos amorosos: Tomás Hernández.
El joven de cabello rubio oscuro se hallaba estancando en la puerta de aquel hogar, parecía querer tomar el coraje suficiente como para concretar la sencilla tarea de llamar a la puerta, aunque eso significará tener qué perder parte de su inconcebible orgullo.
Sin embargo, no había sido necesario, ya qué Mía, al verlo, aclaró su garganta, llamando notablemente su atención. Él al observarla, no hizo otra cosa qué embozar una de sus tantas encantadoras sonrisas, capaz de derretir a cualquier ser humano.
—M-Mía joder...¡Jamás creí qué sería capaz de volver a verte! —exclamó Tomás, intentando vanamente depositar un beso en la mejilla de la chica, quién al percatarse de aquello, no hizo otra cosa qué detenerlo, posando su mano en el pecho de éste—.
—Si te hubiera dado una hostia cuando realmente te la merecías, créeme qué, jamás hubieras vuelto —espetó la castaña, expresándose en su tono de voz más gélido—. ¿Qué mierda quieres, Tomás?.
Al presenciar aquel distanciado tono de voz qué la joven empleaba, el susodicho no hizo otra cosa qué observarla con cierta ofensa.
—¿No es obvio, cariño? He vuelto por ti —expresó el rubio sonriéndole, sin embargo, su expresión se transformó en una más ambigua cuando Mía comenzó a reír desconsoladamente—. ¿De qué te ríes?.
—De lo gilipollas qué eres —le respondió ella, mordiéndose sus labios, intentando vanamente contener su risa—. ¿Vuelves luego de un puñetero año? ¿A caso crees qué yo sería capaz de seguir enganchada a ti, luego de qué te fuiste sin dejar ni un puto rastro?.
—Yo no me he ido por qué quise Mía...—comenzó el chico, terminado su sentencia en un afligido suspiro—. Sabes perfectamente la historia de mi familia, lo qué sucede en ella cada vez qué...
—Qué tu padre se embriaga sí, lo sé —lo cortó ella, lista para completar su oración—. Pero...¿Qué tiene qué ver aquello con qué no te hallas despedido de mí?.
—Sí venía aquí, a despedirme de ti como dices, jamás me hubiese ido, no podría, eras mi único sostén, la persona qué más amaba en ese momento...—expresó Tomás, curvando suavemente sus labios—. Tan solo bastaba una sonrisa tuya y yo era capaz de quedarme, contigo, olvidarme de todos mis problemas, sin embargo, no podía dejar a mi madre y hermana.
Al oír aquello, Mía asintió un tanto apenada, quizá, después de todo, el chico no era aquella desalmada persona qué se había idealizado. Sin embargo, ella, no podía evitar reconocer la triste realidad de qué, no lo amaba.
—Sea como sea Tomás, no puedes pretender qué siga amándote...Las personas nos cansamos de esperar y nos transformamos en víctimas de nuestros errados pensamientos —admitió ella, sonriéndole débilmente, lista para concluir su sentencia—. Si tan solo me hubieras enviado un mensaje, tal vez, todo sería diferente.
—¿Eso significa qué en un año me haz olvidado? ¿Tan poco signifique para ti? —cuestionó él, absolutamente dolido de tan solo imaginarse aquello—.
Al oír aquel descabellado reproche, Mía negó.
—Todo lo contrario Tomás, fuiste tanto para mí qué me tomó un año entero entender qué no eras la persona correcta y aún, después de todo, puedo asegurar qué no te he superado —reconoció la joven, acercándose cautelosamente a él, para presenciar cómo su entrecortada respiración, iba a la par de la de ella—.
El chico al visualizar la mínima distancia qué los separaba, erróneamente intentó estrechar sus labios con los de la castaña, sin embargo, se echó hacia atrás al notar cómo ésta lo detenía.
—No superar el echo de qué hayas sido un amor épico, no significa qué aún te quiera —repuso ella, tomando cierta prudente distancia entre ambos—. He encontrado a alguien más.
Tomás asintió, notablemente dolido.
—Aunque no me ames con la misma intensidad, quiero que sepas qué yo aún lo sigo haciendo —reconoció él, depositando un largo beso en la frente de la castaña, para luego, tomar entre sus suaves palmas, las frías mejillas de ella—. Esperare por ti Mía, no me daré por vencido, por qué, aunque encontremos a otras personas, siempre, en el fondo, seremos tú y yo.
Mía se hizo a un lado de éste, lista para adentrarse en su hogar, sin embargo, en cuanto iba a cerrar la puerta, se apoyó en el marco de está, observando la cristalizada mirada presente en el ojiverde.
—Qué tú sientas aquello, no significa qué yo también lo haga —finalizó ella, dedicándole una débil sonrisa—. Buenas noches, Tomás.
Una vez qué cerró la puerta, Mía, no pudo evitar sentir cómo su corazón se despedazaba en mil pedazos. «¿Cuál era aquella magia qué poseía Tomás?» Capaz de hacerla sentir culpable, como sí, la verdadera víctima fuera él.
No obstante, ambos eran las víctimas de aquel no tan pleno sentimiento: el amor.
—¿En qué piensas, Mimi? —cuestionó Ander, observando a su hermana un tanto confundido—.
—En lo jodida qué estoy —le respondió ella, embozando una débil sonrisa—. Tomás se ha presentado aquí hace unos momentos y, joder, aún no puedo creer qué sea capaz de sentir empatía por él.
Su hermano frunció el entrecejo, sin embargo, algo allí estaba más qué claro, por lo qué, éste, no dudó en expresarlo.
—¿Nunca te has puesto a pensar qué tal vez aún lo amas, pero tienes miedo de aceptarlo? —cuestionó Ander, siendo testigo de cómo la expresión de su hermana se tornaba cada vez más en una absolutamente aterrorizada—.
—No puedo amarlo, sería absolutamente
estúpido, por no decir qué me convertiría en una completa masoquista —argumentó ella, intentando convencerse de ello—.—Puedes amar a dos personas Mía, pero tarde o temprano, tu corazón se decidirá por una de ellas —concluyó Ander, sonriéndole cálidamente—. Va más allá de ti.
La susodicha asintió un tanto convencida, sin embargo, no podía evitar atormentarse con aquellos pensamientos qué vagaban en su mente. De tan solo imaginarse qué sería capaz de lastimar a Samuel, la destrozaba, sumergiéndola en el más angustiante sentimiento.
*
¡Hola bebés! ¿Como estáis? ¡Espero qué de diez!.
¡Aquí os traigo un nuevo capítulo! Qué espero qué os guste<3.
Como habéis podido leer, Tomás (Cole Sprouse) ha echo su primera aparición.
¿Qué opinan de él? ¿Estará siendo sincero con Mía?.
Bueno espero vuestros comentarios más qué ansiosa y ahora sí, sin más preámbulos, me despido...¡Nos leemos en el próximo capítulo!.
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➼ Secrets [Élite;Samuel]
Fanfiction• [Basada en la Primera temporada de Élite] «Estoy echa de secretos y lo único que revelo son mentiras». Mía Muñoz es una joven aplicada, simpática e incapaz de hacerle daño a cualquier otro ser humano, o quizá...Se dedicó a hacerle creer aquello a...