Mía se hallaba en su habitación acabando sus deberes con gran pereza, en ese preciso instante, lo último qué podía concretar era la sencilla tarea de concentrarse, ya qué, aquella brutal escena definida en los pasillos, vagaba por su mente. No obstante, al percibir cómo una presencia masculina se posaba en el umbral de su puerta, se dió la vuelta, absolutamente intrigada.
Sin embargo, una vez qué visualizó de quién se trataba, no hizo otra cosa qué suspirar con pesadez, demostrándole la más cautivante indiferencia.
—¿Qué haces aquí, Samuel? ¿Vienes a demostrarme lo cojonudo qué eres? –articuló Mía, devolviendo toda su atención a su tarea de matemáticas—.
El susodicho no concretó otra cosa qué no fuera la de acercarse a la joven, incorporándose a su lado y apoyando instantáneamente la palma de su mano, sobre los nudillos de ella. Mía al percatarse de aquel tacto, lo observó fijamente, haciéndole entender qué no emitiría una sola palabra, hasta qué él no hablase.
—Lamento muchísimo haber pasado sobre ti de alguna manera, pero, debes de entenderme...Y-Yo...—el castaño se detuvo, bajando su mirada y dándole, específicamente, el pie a Mía para qué lo cuestionará—.
—¿Tú qué? —refutó la joven, estrechando suavemente su mano con la de él, aquello, provocó qué Samuel alzará su mirada, para reencontrarse con los intensos ojos marrones de Mía, los cuáles, emitían la más inocente incertidumbre—.
—No soportó verte con él...¡Joder!, y eso qué ha sido una sola vez —exclamó el ojimarrón, indignado—. ¿Sabes porqué?.
La joven negó, otorgándole la palabra nuevamente.
—Cuando te veo con él, todo mi mundo se derrumba, por qué tú, eres mi mundo, lo más real y valioso qué he tenido alguna vez...—expresó Samuel, embozando involuntariamente una encantadora sonrisa—. No me cansaré de decirlo Mía, te amo, mucho más de lo que sería capaz de amarme a mí mismo.
La chica, al oír aquello, estrechó sus labios con los de él, en un apasionante beso. Sin embargo, una vez qué se separaron, el joven, comenzó a acariciar la mejilla de Mía, provocando qué embozará una pequeña sonrisa.
—¿Cuál es tu magia, Samu? —cuestionó ella, en un leve susurro—.
—¿A qué te refieres? —replicó el susodicho, sin apartar su suave tacto del rostro de la chica—.
—A qué una sola palabra tuya, basta para hacerme cambiar de opinión —admitió Mía, rozando su frente con la de él—. Me haz enseñado lo qué realmente es el amor, fuiste capaz de demostrarme lo equivocada qué estaba, al creer qué nunca sería amada.
El joven, al oír aquella magnifica confesión, depositó un tierno beso en la nariz de ella, riendo por lo bajo.
—No tienes por qué agradecerme Mía, nadie más qué tú merece ser amada con devoción —le aclaró Samuel, en un pequeño susurro—. Sin embargo, hay algo qué anda rodando por mi mente...Hace unos días.
Al presenciar aquel repentino rumbo que la conversación tomó, la chica no pudo evitar fruncir el entrecejo, absolutamente ambigua.
—¿Qué sucede, Samu? —interrogó Mía, especulando en su mente qué sería capaz de responderle el ojimarrón—.
El susodicho suspiró nuevamente, intentando buscar vagamente cuáles serían las palabras correctas, para expresar aquello que quería articular. Ninguna frase u oración qué se presentará en su mente, parecía convencerlo.
—Se qué Tomás y tú tuvieron una relación, mucho antes de qué yo llegara a tu vida...—comenzó Samuel, listo para proseguir—. Tú lo amabas intensamente y comprendo qué, nunca acabaron su relación formalmente, por eso, quería preguntarte...¿Sientes aún algo por él? Aunque sea mínimo ¿Lo haces, verdad?.
Aquella pregunta, o tal vez, reproche, la descolocó por completo, sumergiéndola en el más atormentador debate mental. No sabía qué responderle, había reprimido todo lo qué sentía por Tomás desde el preciso momento en qué éste se alejó de su vida. Pero, su inesperado retorno movió algo en ella, qué quizá, todo este tiempo, solo lo estuvo ignorando, por miedo.
—Yo no lo amo Samuel, no como te amo a ti...Puedo asegurarlo, hasta la muerte —expresó ella, lista para concluir su sentencia—. Mi relación con Tomás fue épica, pero nada puede compararse con estar contigo, aquella persona qué realmente me ama, me complementa.
La taciturna expresión de él, se fue tornando cada vez más alegre, hasta transformarse en la más cautivadora sonrisa.
—Siempre estaré contigo Mía, en las buenas, en las malas y...—el joven se detuvo, esperado con ansias qué la chica complementara la frase—.
—Y en los momentos más jodidos, por qué, eso nos hace una pareja...¿No? —cuestionó ella, curvando suavemente sus labios al acabar la oración—.
Samuel asintió.
—Aquello nos hace jodidamente imparables, por qué, estamos juntos —concluyó él, depositando un suave beso en los labios de ella—. Siempre estaré contigo.
—Y yo contigo, Samu —finalizó la joven, sonriéndole cálidamente—.
Aunque todo pareciera marchar a la perfección, Mía, no podía dejar de reclamarse a sí misma el echo de todavía, quizá, seguir enganchada de alguna manera a Tomás. Si estaba segura acerca de algo, era qué, jamás había acabado concretamente su relación con el chico, y tal vez aquello, repercutía negativamente en ella, confundiéndola de alguna manera y consumiéndola en un interminable debate amoroso:
«¿Era posible amar a dos personas a la vez?».
*
¡Hola bebés! ¡Aquí os traigo otro capítulo!
Lamento no haber actualizado antes, sin embargo, como lo prometido es deuda...I'm here!
No olviden de votar y comentar<3.
¡Os amo y espero qué su día comience/acabe de la mejor manera! ¡Nos leemos más tarde!.
ESTÁS LEYENDO
➼ Secrets [Élite;Samuel]
Fanfiction• [Basada en la Primera temporada de Élite] «Estoy echa de secretos y lo único que revelo son mentiras». Mía Muñoz es una joven aplicada, simpática e incapaz de hacerle daño a cualquier otro ser humano, o quizá...Se dedicó a hacerle creer aquello a...