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Había un par de cosas que a la madre de Jungkook no le gustaban de su yerno. Llevaba poco menos de un día de conocerlo y ya había decidido que no era el omega adecuado para su hijo. Jimin era un encanto, un omega muy lindo y tierno, pero que no servía más que de adorno. Por la historia que les contó, asumió que Jimin sería un poco torpe en cuanto a las tareas hogareñas.

El pobre estuvo perdido durante las compras en el supermercado. Agrandaba los ojos ante cada nueva recomendación que le daba, el pobrecito, sin duda abrumado con todo lo que desconocía. Con el mejor ánimo del mundo se dispuso a darle un tour informativo acerca de productos para el hogar y las mejores marcas de alimentos. Era su más grande deseo que Jimin supiera como agradar a Jungkook, no porque tuviera que servirle, su hijo era un alfa independiente, ella misma lo crío muy bien. Si no que, como suegra quería pasarle un poquito de su sabiduría, como muestra de aceptación y cariño. Para que el omega conociera esas pequeñas cosas que pudieran agradar a su pareja.

Pero sus buenas intenciones no eran bien recibidas. Cada uno pensaba de una manera tan distinta que era imposible congenear. Jimin era un omega liberal, de esos que hace y dice lo que le parece. Y a ella le agradaba que fuera alguien con carácter. Lo que no le gustaba, en lo absoluto, era que tenía a Jungkook comiendo de la palma de su mano. Más que liberal, aquel pequeño omega rubio era un consentido de primera.

¿Quien cargó todas las maletas a la habitación de invitados? Jungkook. ¿Jimin tenía frío? ¿Hambre? ¿Quieres un vaso de jugo, amor? Ahí iba su hijo a buscarle un suéter, un jugo y pasteles al omega. ¿Jimin se cansó tanto por ir al supermercado que le duele mucho las piernas? Jungkook lo bajo en brazos por las escaleras. ¿Y qué le dolían sus manitas por ayudar a cargar las bolsas del super? Ahí estaba su hijo, aprendiendo a cortar la carne y las verduras para el Gomguk mientras Jimin se quedaba sentadito, observando sin hacer nada.

Y no olvidemos el grito que pegó cuando no pudo abrir las llaves correctamente para el agua caliente. Lo único que vio la Señora Jeon fue a su hijo salir despavorido a ver qué le pasaba al consentido de Jimin. ¡Es que esto era increíble! Su Jungkook, un alfa alto y orgulloso, reducido a ser el títere de los caprichos de su omega.

—¿Todavía te duelen tus manitas, Minnie?—La señora Jeon rechino los dientes al escuchar el tono tan meloso con el que hablaba su hijo.

—Un poquito.—Y para variar, el Omega estaba haciendo pucheros otra vez. Se le iba a torcer la boca de tanto hacer muecas.—¡Mira tengo hinchados mis deditos!

Contuvo un gruñido y rodó los ojos al ver que Jungkook dejaba de lado las verduras que cortaba y tomaba entre sus manos las de Jimin.

—¡Oh, los tienes más gorditos y adorables!—Como un completo estúpido su hijo le llenó la mano de besos.—No hagas nada más, Minnie. Descansa.

¡Ah sí, la luna nos libre de que se le caigan las manos!

—¡Jungkook!—Prácticamente le gruñó. Se obligó a respirar y a calmarse.—Deja que Jimin aprenda a preparar esta sopa, quiero que sepa cómo hacerla para que se la prepare a mis nietos en el futuro.

Jimin palideció.

—¿Nietos...?

—Creeme, mamá. No quieres que Jimin toque tu cocina. Estamos muy bien así.

—¡Pues tiene que aprender algún día!—Sonrió.—¿Y qué mejor que aprender con su suegra? Anda, Jimin. Pon a hervir las nervios de res, la huesos de pata...¡Ah! Y qué no se te olviden las costillas. Con la grasa prepararemos la sopa.

La mueca de desagrado de Jimin no le pasó desapercibida.

—¿Patas...de...res?

Debía admitir que le parecía sumamente graciosa la falta de habilidad de Jimin. Tocaba todo solo con dos dedos, el índice y el pulgar, sus meñiques levantados. ¡Ay que la madre naturaleza le diera paciencia!

Jungkook, quien se negó a abandonar la cocina, en caso de que Jimin lo necesitara, empezó a parpadear con alguna molestia en los ojos. Después se frotó la sien.

—¿Te duele la cabeza, hijo?

—Si, creo que es por la falta de sueño. —Jungkook gruñó de dolor.—No he dormido mucho porque conduje hasta tarde y madrugamos para llegar aquí. Estoy un poco cansado.

Jimin se giró en su dirección.

—Señora Jeon, ¿De casualidad tiene café, leche y cocoa en polvo?

—Ah, si. —Señalo hacia la despensa.—Toma todo lo que quieras, mi cielo.

Durante unos minutos, Jimin se adueñó de la cocina. Hirvio un poco de agua y luego, con excesiva concentración, midió el café y la cocoa. Además, encontró un poco de cardamomo y agregó solo una pizca a la bebida que estaba preparando. Cuando estuvo lista, la sirvió en una taza e hizo que Jungkook bebiera.

—Con esto te sentirás mejor.—Le dijo a Jungkook mientras le daba un beso en la frente y éste bebía su café.—Mi hermano, Nam, se inventó está imitación de Mocaccino cuando éramos pequeños y ningúno de nosotros sabía como usar la cafetera. Dice que siempre le alivia la jaqueca.

—Creo que ya me siento mejor.—Murmuró Jungkook al cabo de un rato.

La señora Jeon se sintió tan conmovida que todo lo malo que había pensado acerca de Jimin se desvaneció por unos minutos. Ver la dedicación con la que preparó la bebida y el cariño con el que acariciaba los mechones de Jungkook, realmente le llegó al corazón.

¿Y qué si Jimin era un consentido y Jungkook un poco idiota? Tal vez la necesidad de su hijo por consentir a Jimin se debía a que el omega creció sin muchas muestras de afecto. Y tampoco es que pudiera culpar a Jimin por dejarse mimar cuando había un alfa tan guapo como su hijo queriendo complacerlo. Ella podia aceptar eso siempre y cuando, el amor de su hijo fuese correspondido de igual manera.

—Ven, mi cielo.—Su voz temblaba.—Te voy a enseñar a cocinar como se debe. Así podré presumir del omega de mi hijo frente a nuestros invitados esta noche.

Chiquito, Bonito y Caprichoso•|| (Kookmin) Trilogía De Los Herederos KimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora