Capítulo XIV

1.5K 176 15
                                    

El semblante de la chica se cambió por completo. No esperaba encontrase con Free, aseguraba haberse ido mientras que este dormía, él solía tener el sueño pesado. Pero su hermano siempre la vigilaba cuando ella salía al bosque por si se lastimaba, y desde que llegó el peliverde, si estaba con él.

Se aproximó hacia su hermano que estaba muy enojado y con su ceño fruncido a no más dar. Colocó una de sus manos sobre uno de los hombros del rubio, a la vez en que este tomaba esa mano y la dirigía hacia atrás de él para alejarla de eso.

—¡Free!— exclamó un poco preocupada y asustada cuando vio como se acercaba a Silas que estaba sentado en el césped al tiempo en que tocaba con cuidado su mejilla que había recibido ese golpe.

El rubio no se detuvo. Apretó más uno de sus puños para, que con su otra mano, tomar del cuello al de cabellera verde que lo miraba con molestia. El ambiente se tensa cada vez más. La blader mantenía sus manos en su boca por la sorpresa de ver a su hermano actuando de esa manera. Sabía de lo que era capaz Free de hacer cuando ella estaba en problemas o cosas así.

Él la quería proteger. No quería que sus sentimientos fueran destruidos a esa linda edad que tenía. No quería verla ilusionada de algo que probablemente no ocurriría.

—Atrevete a golpearme ante tu hermana una vez más y verás de lo que yo también soy capaz— lo desafío el de ojos celestes sin despegarle la mirada de encima.

—Free...— escuchó el ligero murmuró proveniente de _____ que ya comenzaba a soltar una que otra pequeña lágrima que resbalaban por sus mejillas para luego caer al suelo y ocultarse entre el césped y la tierra, y no verse más.

Lo pensó más de una vez en menos de un segundo. No podía actuar así, debía controlarse. Con brusquedad lo soltó, haciendo que se tambaleara un poco al tocar suelo. Resopló por su nariz para pegar media vuelta, mirando aún muy enojado al otro blader. Al estar viendo a su hermana cara a cara, se dirigió a abrazarla. Odiaba que estuviese así. La última vez que la había visto así, fue el día en que se habían enterado de la muerte de su madre.

La estrechó entre sus brazos a la vez en que se dejaba llorar en calma.

El peliverde admiró la escena. Deseaba ser él quien la consolara en esos momentos, no su hermano. Desvió su mirada a otro punto particular del bosque. Y respiró hondo.

Sintió algo que resbalaba por su mejilla. Curioso, dirigió una de sus manos a ver de qué se trataba. No eran lágrimas, no era de llorar por eso tanta curiosidad.

Era sangre. Estaba impresionado. El fuerte golpe que le había dado el blader de la Hoya, había sido demasiado para lastimarle un poco su mejilla. Le ardía al tacto de sus propias yemas de sus manos. Volteó a ver a los gemelos para pegar media vuelta e irse de allí. No quería más problemas esa noche.

Ella lo notó. Lo veía sobre el hombro de su hermano a la vez en que sollozaba.

[...]

—Que estúpido. No debía haberlo hecho...— se regañaba entre murmuros mientras estaba recostado sobre su cama, y con sus manos intentando ocultar su cara.

No podía creerlo. Por eso le temía al amor. Lo odiaba. Odiaba estar enamorado. Quería odiarla a ella también, pero le era inútil. Suspiró rendido. No había marcha atrás una vez que caías en los juegos del amor. La entrada se puede encontrar, pero la salida jamás.

Cerró sus ojos mientras reposaba sus manos sobre su abdomen, sintiendo como este subía y bajaba por su respiración normal. Intentaba dormir para despejar su mente en esos momentos, pero tampoco podía. Ya no podía hacer nada como antes. Se maldecía por haberla conocido. ¿Pero quien no conocería a _____ de la Hoya sin que le gustase después? Pues todos, excepto él. Él se enamoró.

—¿Por qué?— se quejó mientras se ponía de costado y tapaba su cabeza con la almohada.

Y sintió un ruido del otro lado de la habitación. Se sentó molesto dejando a un lado la almohada y así fijarse en la oscuridad de que se trataba. Claramente había oído la puerta ser abierta y cerrada. Encendió la lámpara de la mesa de noche para encontrar a la rubia acercándose hacia él con una cajita entre sus manos.

—Lo siento por lo de mi hermano...— se disculpó apenada. Se sentó a un lado de él a la vez en que le dedicaba una pequeña sonrisa.

Él solo la veía extrañado.

_____ bajó la mirada para abrir lo que llevaba con ella. Era un botiquín de primeros auxilios. Sacó gasas, algodón, desinfectante y cinta. Volvió a alzar la mirada para percatarse de que el peliverde no llevaba sus caracterizantes lentes de vidrios morados.

—Dejame que te ayudo— colocó el líquido sobre el pedacito de algodón para humedecerlo.

—Estoy bien. En serio. No te preocupes...— dijo desvían su rostro.

—Vamos... No queremos que se te infecte la herida— lo tomó del mentón y lo volteó para apoyarlo sobre su rostro con suavidad así no le provocaba ardor.

Se quejó un poco al tacto. Ella se disculpó y prosiguió con lo suyo.

Silas no podía despegar su mirada de ella. Sus ojos marrones concentrados en ayudarlo, su clara piel y sus labios. No dejaba de ver estos últimos.

Los deseaba tanto otra vez.

Otra historia que se acerca a su final. ¿Listas para eso?

Besos ♥

ALGO NUEVO |Silas Karlisle y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora